El Monje despierto llamado Tien Jan fue a visitar al Venerable Maestro Rui Chang, (Al llegar) preguntó muy solemnemente a cierto asceta ayudante si el “Maestro Real” estaba en casa.
El místico contestó: “Si, pero no recibe visitas”. Tien Jan dijo: “¡Oh!, lo que dicen es demasiado profundo y extraño!”.
El Anacoreta ayudante replicó: “Ni siquiera los ojos del Buddha lo pueden ver”.
Entonces argumentó Tien Jan: “¡La hembra del Dragón pare un Dragoncito y la del Fénix pare un pequeño Fénix!”. Y luego se retiró.
Más tarde, cuando Hui Chang salió de la meditación en que se hallaba y se enteró de lo que había ocurrido en su casa, golpeó al religioso asistente.
Cuando Tien Jan se enteró de esto, hizo el siguiente comentario: “Este viejo merece ser llamado el maestro real”.
Al día siguiente Tien Jan el hombre de consciencia despierta volvió a visitar al Gurú Hui Chang.
De acuerdo con las exóticas costumbres orientales, en cuanto divisó al Gurú extendió sobre el suelo su manta (como disponiéndose a sentarse para recibir sus enseñanzas). Hui Chang dijo: “No es necesario, no es necesario”.
Tien Jan retrocedió un poco y el Maestro Real dijo enfáticamente: “Está bien; está bien”.
Empero en forma inusitada, Tien Jan avanzó nuevamente unos cuantos pasos. Entonces el Maestro Real dijo: “No. no”.
Empero, Tien Jan lo comprendió todo, dio una simbólica vuelta alrededor del Hierofante y se fue.
Más tarde el Venerable comentó: “Mucho tiempo ha pasado desde los días de los Bienaventurados. La gente es ahora muy holgazana. Dentro de treinta años será muy difícil encontrar un hombre como éste”.
¡Extrañas actitudes! ¡Pláticas telepáticas instantáneas! “intuitos” que relampaguean…
Explicar todo esto sería como castrar la enseñanza: nuestros muy amados lectores deben captar su honda significación…
Hui Chang poseía el embrión áureo: es ostensible que había realizado en si mismo el “Vacío Iluminador”.
Tien Jan era también un hombre con consciencia despierta, alguien que aunque no hubiese todavía auto-realizado el Vacío, poseía la “Flor Áurea”.
Huang Po encontró una vez a un monje despierto y caminó junto con él. Cuando llegaron cerca a un río borrascoso que furioso se precipitaba entre su lecho de rocas, Huang Po se quitó por un momento su sombrero de bambú y, dejando a un lado su bastón, se detuvo a pensar como podrían pasar.
Estando en estas reflexiones de pronto algo insólito sucede; el otro monje caminó sobre las aguas tormentosas del río sin dejar que sus pies tocaran el agua, y llegó enseguida a la otra orilla.
Cuentan viejas tradiciones que se pierden en la noche de los siglos, que cuando Huang Po vio el milagro se mordió los labios y dijo: “¡Oh! no sabia que podía hacer eso; de saberlo lo hubiera empujado hasta el fondo del río”.
Estos poderes milagrosos son sencillamente los productos naturales de la verdadera iluminación y los tienen los hombres despiertos, aquellos que ya fabricaron el “embrión áureo” en la “Fragua encendida de Vulcano” (El Sexo).
Chan Chen-Chi nos cuenta el siguiente relato: “El Maestro Zen Pu Hua había sido ayudante de Lin Chi. Un día decidió que había llegado el momento de morir y, entonces, se dirigió al mercado y pidió a la gente que le dieran por caridad un vestido. Pero, cuando algunas personas le ofrecieron el vestido y otras ropas, él las rehusó y siguió marchando con el bastón en la mano”.
“Cuando Lin Chi oyó esto, persuadió a algunas personas que dieran a Pu Huan un ataúd. Así, ofrecieron un ataúd a Pu Huan. El sonrió y dijo a los donadores: “Este individuo, Lin Chi, es realmente malo y charlatan”
“Después acepto el ataúd y anunció a la gente: “Mañana saldré de la ciudad por la puerta del Este y moriré en algún rincón de los suburbios del éste””.
“Al día siguiente mucha gente de la ciudad, llevando el ataúd lo escoltaron hasta la puerta del este. Pero súbitamente él se detuvo y exclamó: “Oh, no, no, según la geomancia, este día no es auspicioso. Es mejor que muera mañana en un suburbio del Sur””.
“Así, al día siguiente, todos se encaminaron a la puerta del Sur, pero Pu Huan cambió otra vez de idea, y dijo a la gente que prefería morir al día siguiente, en el suburbio del Oeste”.
“Mucha menos gente fue a escoltarle al día siguiente. Y nuevamente Pu Huan cambió de idea, diciendo que postergaba su partida de este mundo un día más y que entonces moriría en un suburbio del Norte, para entonces la gente se había cansado del asunto y, así nadie le escoltó al día siguiente”.
“Pu Huan tuvo que llevar él mismo el ataúd hasta el suburbio del Norte. Cuando llegó se metió en el ataúd, siempre con el bastón en la mano, y esperó que llegaran algunos transeúntes. Entonces les pidió que clavaran el ataúd una vez que él hubiera muerto. Cuando ellos consintieron, él se echó y murió”.
“Entonces —continúa diciendo Chang Chen-Chi— los transeúntes clavaron el cajón como lo habían prometido”.
“Las noticias de este hecho llegaron pronto a la ciudad y la gente empezó a llegar a montones. Alguien sugirió entonces que abrieran el ataúd para echar un vistazo al cadáver pero al hacerlo, ante su sorpresa, no encontraron nada”.
“Antes de recobrarse de la sorpresa oyeron, desde el cielo, el sonido familiar de las campanillas del bastón que Pu Huan había llevado toda su vida”.
“Al principio el campanilleo era violento, porque estaba muy cerca; después se volvió más y más débil, hasta que finalmente desapareció enteramente. Nadie supo a donde había ido Pu Huan”.
Samael Aun Weor
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