El plano causal es el Libro de los Recuerdos de Dios. En él moran los duplicados de cuantos dioses, hombres, animales y cosas han existido sobre la Tierra. En él se encuentra, en su alegórico monolito, Xiuhtecuhtli, dios del fuego, del año, del tiempo, y padre de todos los dioses que moran en el Tlaloccan, Xiuhtecuhtli, otro de los títulos de Ometecuhtli, en relación con su aspecto de Dios Viejo,Huehueteotl.
Xihuitl: hierba, año; “Tecuhtli”: señor; “señor de la hierba y del año”.
Los Náhuas lo representaban con laboriosa corona de vistosos colores; faldellín con borlas de Quetzalli. Plumas en forma de llamas de fuego y orejeras de turquesas; en la espalda, dragón de plumas de Quetzalli y caracoles marinos; en la mano izquierda escudo de oro con una Cruz de chalchihuitl en el centro; en la mano derecha cetro con un disco agujereado en el centro y dos globos encima. Agujero en el centro del disco simbolo de que Dios derrama su fuego en la Tierra por el Sol.
En otra representación de Xiuhtecuhtli, la doble cara de este dios bermejo sale del agua; la Tierra está en el centro del Universo, a su alrededor la estrella de Venus -o la estrella de la tarde- y la Luna hacen su recorrido por los polvorientos caminos del cielo. En otra, Xiuhtecuhtli aparece con doble rostro de fuego, en el aire, atravesando el espacio.
Los Maestros lo invocan derramando tres cántaros de agua sobre el gran fuego del altar del Templo.
Xiuhtecuhtli respondía a sus ruegos. “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”.
Chalchiuhtlicue: Esmeralda, cosa preciosa. La que tiene falda de esmeraldas, la diosa del agua terrestre, esposa de Tláloc. Los Náhuas la representaban joven y hermosa, con tiara de oro, enaguas y manto con borlas de Quetzalli en el jeroglífico que adorna su falda, en la cara interna superior de los muslos aparece una preciosa ninfa de bífida lengua, símbolo de luz.
Los Maestros la invocaban en el verano cuando los ríos se secaban por la sequía. Sobre el altar del templo ponían un montón de sal marina y devotamente impetraban su auxilio. Después el Maestro iba al seco lecho de algún río cercano, y con el bastón mágico, en éxtasis abría dos pequeños hoyos próximos uno del otro y los llenaban de cobre líquido que previamente habían derretido los adeptos. El Maestro repetía la invocación y con sus manos ampliaba uno de estos hoyos. Entonces el agua brotaba del lecho del seco río y comenzaba a correr.
Tláloc, dios de la lluvia. “Tlali”: tierra; “Octli”: vino; “el vino que bebe la tierra”. Los Náhuas lo representaban siempre en la “casa de la luna”; cubierto el rostro con la máscara sagrada a través de la que asoman sus ojos azules; brazos y piernas desnudos con brazaletes de oro en las pantorrillas y cactli azules; largos cabellos caídos sobre la espalda; diadema de oro adornada con plumas blancas, verdes y rojas, collar de cuentas de jade; túnica azul sobre la cual una malla termina sus rombos en flores; en la mano izquierda escudo azul sobre el que se abren los cuatro pétalos de una hermosa flor roja; y en la mano derecha, los símbolos del granizo y del rayo en oro pintados de rojo. A ambos lados, dos vasos de patas azules simbolizando al agua y a la Luna.
Este dios tenía adoratorios en el Templo Mayor y en las cumbres de las altas montañas del valle de Tenochtitlán. Nunca faltó el fuego en sus altares y los Maestros lo invocaban para agradecerle la abundancia de las cosechas, para pedirle lluvia en las grandes sequías o para que deshiciera las nubes de granizo. En las grandes tempestades usted también, si lo desea, puede invocarlo, mas debe hacerlo con fe y reverencia.
Ehecatl, dios del aire, del viento, de la noche. Deidad invisible e impalpable, Quetzalcóatl en otro de sus aspectos. Los Náhuas lo representaban con la máscara de la muerte y cráneo enormemente grande, o desnudo, de boca de labios alargados de los cuales sale el viento. Cuando el aire soplaba del oriente, donde está el Tlalocan, el Paraíso, lo llamaban Tlalocayotl; cuando soplaba desde el norte, donde esta el Mictlan, infierno, lo llamaban Nictlanpachecatl, cuando soplaba desde el poniente, donde habitan las mujeres que mueren de parto, Dihuatecayotl, cuando soplaba desde el sur, donde están las diosas, Huitznahua.
Los Maestros lo invocaban encendiendo tres velas de cera virgen en el altar del templo; Ehecatl enseña a salir en cuerpo astral, ayuda en los grandes y pequeños viajes, en el trabajo diario, etc.; y si se lo suplicamos él nos retira una vieja enfermedad, un mal, un amigo, un mal vecino, etc., pero Ehecatl exige pago por sus dádivas. El que le demanda algo tiene que hacer desinteresadas y buenas obras entre los hombres sin distinción de razas, de credos, de clases.
Sin embargo, para los “Tlamatinime” Náhuas que enseñaban que sólo con flores y cantos puede el hombre encontrar la verdad, Xiuhtecuhtli, Chalchiuthtlicue, Tláloc, Ehecatl, no suman dioses, sino números, leyes, fuerzas, atributos, efluvios, pensamientos de Dios, pero ninguno de ellos el verdadero Dios: Ipalnemohuani.
Como símbolo del movimiento universal, Ehecatl estuvo presente en la resurrección del divino Maestro Jesús. En esto se encierra un arcano.
Búsquenlo en Juan 12, 1-7 y Juan 19, 38-42. Y como parte del texto de esta monografía lea en la Biblia el capítulo 18 de Reyes y el 24 de Lucas. Con ungüento de origen vegetal, cuyas plantas solamente conocen los Maestros se prepara el cuerpo físico cuando está sometido a la “prueba de la muerte”; este ungüento que conserva intacto el “cordón plateado” que mantiene al cuerpo físico vivo y unido a su Ser, y la sublimación de las fuerzas sexuales hacen el Elixir de Larga Vida, el cual permite al iniciado, tres días después de su tránsito, al borde mismo de la tumba, evocar su cuerpo que obedeciendo, oculto por el velo de la cuarta dimensión, sale de la tumba para ser tratado con drogas y ungüentos preparados por las “santas mujeres”. Después se levanta y penetra por el chakra coronario del cuerpo astral de su Ser.
Hemos dicho que los Maestros que renuncian a la dicha inefable de “El Absoluto” aparentemente mueren, pero en verdad no mueren. Con el mismo cuerpo con el cual actuaron entre los hombres continúan viviendo eternamente. El divino maestro Jesús vive en el Tibet oriental, en la ciudad perdida con otros muchos Maestros y se hace visible donde y cuando quiere en el mundo físico.
En el momento de la resurrección del Maestro Jesús cayeron de sus altares todos los ídolos de todas las religiones paganas. En Grecia enmudeció el Oráculo de Delfos, en las cavernas submarinas de la Isla de Creta encontraron muerto al Minotauro, cuyos sacerdotes mañosamente le entregaban vestales para que se alimentara con ellas, y muertos nacieron los ritos místicos guerreros de los Tenochcas en los que arrancaban los corazones a los prisioneros de guerra para ofrecerlos en holocausto a Huitzilopochtli.
PRÁCTICA:
Escoja una de las habitaciones de su casa, o un lugar de su habitación en el cual coloque un escritorio pequeño o mesa que le sirva de altar, donde a la luz de dos velas de cera o parafina, a partir de hoy, estudiará devotamente las monografías de este Curso. Sólo allí, después de una oración invocará a los Maestros cósmicos, o les pedirá ayuda e inspiración.
Siéntese en actitud meditativa y vea, sienta, que el Fuego Sagrado del Espíritu Santo sigue subiendo de su chakra laríngeo hacia el portentoso chakra de su glándula pituitaria: el Ojo del Profeta, situado en el entrecejo, lo enciende y pone en movimiento, de izquierda a derecha, a este su loto bicolor de pétalos tan finos como saetas, en cuyo centro existe un pequeñísimo ombligo.
Los chakras son puntos de conexión por los cuales fluye la energía divina de uno a otro de los vehículos o cuerpos del hombre. En el hombre no desenvuelto brillan mortecinamente, pero en el iniciado se les ve brillar como refulgentes y diminutos soles girando sobre sí mismos. De hoy en adelante, durante sus períodos de meditación, concéntrese en este chakra.
El Maestro Samael Aún Weor