LA CIVILIZACIÓN ATLANTE

La Atlántida fue un continente largo e inmenso que estaba situado en el océano que lleva su nombre, el océano Atlántico. Obviamente ese continente en principio tuvo su Edad de Oro, como la tuvimos nosotros los Arios y como la tuvieron los Lemures.

En la Edad de Oro, o sea, la época preatlante, cuando se extendía el amor, la belleza, la armonía, la poesía por todas partes, quienes gobernaban la Atlántida eran Reyes Divinos, Reyes Sagrados. Esos Reyes Sagrados tenían poderes sobre el fuego, aire, agua y tierra, sobre todo lo que es, ha sido y será; más tarde devienen las edades de Plata; Cobre y Hierro de la Atlántida. Claro, los primitivos esplendores, los cultos a los Dioses Elementales fueron entonces cambiados por cultos.

En la Atlántida hubo una civilización que ni remotamente sospechan los seres humanos de estos tiempos. Basta decir que había automóviles movidos por energía atómica, que lo mismo podían andar por tierra, que flotar por los aires, navegar por las aguas, y movidos por energía nuclear.

Las casas de los atlantes estaban rodeadas siempre de muros, murallas, tenían jardines hacia delante, jardines hacia atrás.

Los atlantes hicieron cohetes atómicos en los que viajaron a la Luna y a otros planetas del Sistema Solar, yo viví en la Atlántida y puedo dar testimonio a ustedes de eso. No obstante había varias ciudades, había un cosmo-puerto maravilloso, de ese cosmo-puerto, salían naves cósmicas, cohetes atómicos a uno u otro planeta del Sistema Solar. A mí me gustaba llegar a una especie de Caravansin, que así se llamaban los restaurantes de aquella época, y de allí contemplábamos a través de las ventanas, de esas grandes ventanas de vidrio, todo el cosmo-puerto, me gustaba ver como salían esos cohetes rumbo a la Luna. Al principio ésos causaban gran asombro y no se sentían sino los gritos de las multitudes; después se volvió muy común. El alumbrado era atómico, con energía nuclear.

Había aparatos, por ejemplo, que se conectaban a la mente, y le transmitían a uno enseñanzas sin necesidad de estarse uno rompiendo los sesos para aprender. Aparatos telepáticos maravillosos, que transmitían a uno el conocimiento, no los he vuelto a ver en esta época. En la Atlántida hubo raza amarilla, los señores de la faz redonda y amarilla, los señores de la faz de la Luna; había blancos, los señores de la faz tenebrosa, los rojos, etc., etc. Hubo distintos ángulos, los distintos lugares, en que fueron codificándose los colores.

Uno de los templos que se conoció en la época de la Atlántida fue el templo de Neptuno, y se rendía culto al Dios Neptuno, el gran Señor de la Atlántida. El Dios Neptuno, el Regente de Neptuno, llegó a tomar cuerpo físico en la Tierra y vivió en la Atlántida; ya escribió sus preceptos en las columnas de los Templos, el culto a Neptuno fue famosísimo, igual que el de los elementales de las aguas, a las Sirenas del inmenso mar, a las Nereidas, a los genios del océano; fue una época extraordinaria, Neptuniana Amentina antiquísima, que venía de un remoto pasado.

Los leones arrastraban los carruajes. Ustedes ven los leones hoy en día furiosos, terribles, pues en la Atlántida los leones servían como animales de tiro, los leones eran domésticos. Los perros eran muchos más grandes, enormes, ahora son chicos, eran en aquella época mastodontes, servían para defender las casas de los ciudadanos, eran furiosos. Los caballos también existían pero eran gigantescos. Existían elefantes enormes; los mamuts antecesores de los elefantes, abundaban mucho en las selvas montañas; eran enormes.

Todo era técnico en la Atlántida. En materia, por ejemplo, de trasplantes de vísceras, los atlantes le ganaron a esta gente de ahora. Por ejemplo, trasplantaban corazones, hígados, riñones, páncreas y trasplantaban como cosa asombrosa, cerebros. Por ejemplo, había gentes que se consideraban inmortales, porque, como siempre la ESENCIA está conectada a un cerebro, llegado determinado momento, ese cerebro lo pasaban a un cuerpo joven y entonces continuaba la Esencia conectada a ese cuerpo joven, por medio de ese cerebro. Hubo sujetos que vivieron así físicamente miles de años con el mismo cerebro. Todo eso estaba mucho más adelantado en la Atlántida. Eso era extraordinario.

Desgraciadamente, con el Kali Yuga se degeneró la Raza Atlante terriblemente, la gente se entregó a la magia negra, se echaba una palabra ante un enemigo, un mantram y el enemigo caía muerto instantáneamente; se desarrolló la magia negra. Las fuerzas del sexo fueron utilizadas pero para el mal, para causar daño a otras personas a distancia; eso fue cuando ya degeneró la Atlántida.

En sus tiempos de esplendor, fue bellísima, pero cuando ya degeneró fue muy grave eso. El alcohol, lo mismo que ahora; la lujuria, la degeneración llevada al máximo; y así vino a desaparecer la Atlántida, sencillamente por la gran catástrofe. Sucedió que vino una revolución de los ejes de la Tierra, los mares cambiaron de lecho y se tragaron a la Atlántida. Claro, ya el Manú Vaivaswata les había advertido a las gentes del pueblo lo que tendría que advenir. El Manú Vaivaswata era el verdadero Noé bíblico y él les advirtió, les dijo: “Va a venir gran catástrofe” pero se reían de él, nadie le creía.

Verdaderamente llegó el día en que hubo esa revolución de los ejes de la Tierra, y fue violenta la catástrofe, pero antes de que se produjera la catástrofe ya los sabios de la Universidad Akaldana lo sabían y salieron de la Atlántida antes que se hundiera en el fondo del mar; se fueron para el pequeño continente de Grabonci, que es un pequeño continente que hoy es Africa. A Grabonci se le añadieron otras tierras y creció el continente y los estudiantes de la Universidad de Akaldana se pasaron al sur de Grabonci, pero después recibieron órdenes superiores y se fueron para Cairona, que hoy es El Cairo. Ellos, entre otras cosas, establecieron la esfinge, la llevaron a Egipto y crearon allí la poderosa civilización de los egipcios.

La Atlántida fue sacudida por terribles terremotos. En cierta ocasión, se reunieron miles de personas en el gigantesco Templo de Neptuno invocando todos a Ra Mu, el sacerdote Ra Mu; llegó Ra Mu y exclamaron las multitudes vestidos con muchas joyas preciosas: ¡que vestiduras, que oro, que diamantes! “Ra Mu sálvanos” y Ra Mu les contestó: “Ya os lo había advertido y no me creísteis, ahora vosotros pereceréis con vuestras mujeres y vuestros hijos y vuestras esclavas y vuestras riquezas, y de toda la semilla de esta raza, se levantará la gran raza (refiriéndose a nosotros a la Raza Aria) pero si ellos se portan como vosotros perecerán también”. Dice la leyenda que las últimas palabras de Ra Mu fueron ahogadas por el humo y por las llamas.

De manera que, con terremotos espantosos, tres veces pareció hundirse y a la tercera vez se hundió definitivamente todo el continente, con todos sus millones de seres y todas sus técnicas y todas sus industrias, poderosos edificios y sus buques aéreos, sus automóviles atómicos, etc. Y era una civilización millones de veces más poderosa que ésta. Esta civilización de nosotros no le da ni por los pies a la civilización de los atlantes, ni en técnica, ni en industria, ni en nada. Era más poderosa, ya iban a Venus, iban a Mercurio en cohetes atómicos; de manera que fueron muy fuertes.

La primera parte de la Atlántida me pareció todavía más interesante que la segunda; en la primera parte sí hubo armonía, belleza, fraternidad, amor. Llegaban naves que venían de otros mundos, venían de Marte, de Venus, de Mercurio; entonces esos extraterrestres convivían con los Reyes de la Atlántida, les aconsejaban, les enseñaban.

Samael Aun Weor

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