El yo humano es una larva monstruosa que sé comenzó a formar cuando salimos del Edem. Primero el yo se convierte en el hombre vulgar de la tierra: Luego el yo se manifiesta como hombre culto e intelectual y luego el último esfuerzo que hace el yo para subsistir es declarándose maestro y goza cuando se lo dicen. El yo goza desnudándose como una ramera para mostrar sus formas, sus cualidades y sus poderes Divinos a los demás. Entonces se convierte en profeta y exhibe sus poderes y virtudes para que otros lo veneren.
El yo se reviste con la túnica de Aristipo; es humilde mientras no le toquen la llaga, cuando se la tocan reacciona lleno de sublime ira. El yo goza hablando de sus libros y de sus maravillosas obras, ese es su orgullo inefable, además se disfraza de santo y de mártir, se declara maestro y hasta Ángel.
En la noche de los siglos el yo fue sencillo, pero a través de los siglos se fue volviendo más y más complicado y difícil; A este proceso de complicación lo llaman algunos evolución y progreso. En realidad esto no es evolución sino complicación y robustecimiento de esa larva horrible llamada yo. El yo sufre innumerables y sutiles transformaciones; a veces parece un demonio, a veces un niño Dios.
En síntesis, podemos asegurar que el yo pasa por tres etapas sucesivas de complicación la primera es el hombre común de la tierra; La segunda es el hombre culto o educado que desarrolla el intelecto y la tercera, los selectos o escogidos que residen en lo más alto; Esta tercera fase es la más peligrosa. Al llegar a esta tercera fase el yo se vuelve muy sutil y peligroso, se transforma entonces en un yo Angélico y divino; Toma la actitud de un Ángel y quiere que todos le reconozcan sus méritos. El yo Ángel es más sutilmente peligroso que el yo hombre. Cuando el yo entra a la casa de los muertos, se desintegra. Los Dioses que quieran entrar el Absoluto tienen que matar al yo, tienen que ingresar a la casa de los muertos. No nos hagamos pues, muchos maestros, maestro sólo es el Cristo interno.
Un auténtico Gurú no lo anda diciendo. El Gurú verdadero es el Cristo interno. Un verdadero maestro pasa anónimo y desconocido por todas partes, no exhibe sus obras ni sus poderes, y está lleno de modestia. Un verdadero maestro es ante todo un correcto ciudadano. El verdadero maestro nunca es intelectual, el intelecto es una función animal del yo hombre. El verdadero maestro es como un niño, puro, santo, simple y sencillo. El verdadero maestro es el Cristo interno que alumbra a todo hombre que viene al mundo.
Después de la muerte el alma se desviste de los cuerpos astral y mental a través de sucesivos períodos de evolución interna. Entonces el alma se sumerge entre la dicha inefable del infinito, donde resuenan las maravillosas armonías del fuego. Desgraciadamente en el umbral del misterio, el yo permanece aguardándonos para una nueva reencarnación. En el yo están las raíces del mal y del dolor.
Cuando ya está para morir el yo nace el Ser lleno de gloria y de majestad.
En cada iniciación muere algo en nosotros y nace algo en nosotros.
Así el yo va muriendo poco a poco, así el Ser va naciendo poco a poco, por eso a la iniciación se le llama nacimiento. La naturaleza no hace saltos. Es necesario que muera el yo hombre para que nazca el Ser en nosotros. Es urgente que el Ser reciba su corona, que es el resplandeciente y luminoso Yo Soy.
“Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”.
Después de recibir la Corona de la Vida, el yo se metamorfosea en Deidad, entonces este divino yo peligroso ingresa internamente en la casa de los muertos y poco a poco se va desintegrando definitivamente; “La casa de los muertos” es una escuela interna donde el yo va muriendo poco a poco.
Samael Aun Weor