Y miré cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro animales (del Gran Arcano) diciendo como con voz de trueno: Ven y ve” (Ap. 6: 1).
“Y miré, y he aquí un caballo blanco (la raza blanca); y el que estaba sentado encima de él, tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió victorioso, para que también venciese”
(Ap. 6: 2).
La raza blanca venció al Japón, y tiene muchas ilustraciones contra el Japón.
“Y cuando él abrió el segundo sello, oí al segundo animal (del Gran Arcano), que decía: Ven y ve. Y salid otro caballo, bermejo (la raza roja atlante de la cual descienden los piel rojas de los Estados Unidos de Norte América). Y al que estaba sentado sobre él (el Tío Sam), fue dado poder dé quitar la paz de la tierra, y que se maten los unos a los otros, y fuéle dada una grande espada”.
(Ap. 6: 3, 4)
Actualmente aquel caballo bermejo, de hirsuta crin alborotada y plateados cascos, come tranquilo en los establos de Augias.
El brioso corcel piel roja, ágil y ligero, nos recuerda la aguerrida raza atlante, cuyos últimos vástagos nobles y fuertes fueron destruidos por el yanqui.
Los rubios ciudadanos de los Estados Unidos del Norte, llevan en sus venas la sangre roja de los viejos guerreros cuyo tronco real nació en el continente atlante.
Por este año 1958 (siglo XX) el caballo rojo come tranquilo, y los ciudadanos de los Estados Unidos se preparan para la guerra atómica.
Pronto estallará la tempestad en los Estados Unidos. El huracán aullará horriblemente en los Estados Unidos. El cielo se llenará de negros nubarrones, y habrá muchos lamentos, lágrimas y muy grande tribulación.
“Y cuando él abrió el tercer sello, oí al tercer animal (del Gran Arcano), que decía: Ven y ve. Y miré y he aquí un caballo negro (la raza negra, y toda raza morena, como indostaníes, africanos, etc.; este caballo representa también el trabajo honrado) Y el que estaba sentado encima de él (la raza negra, o morena, árabe, indostana, etc.), tenía un peso en su mano (la esclavitud)”
(Ap. 6: 5).
“Y oí una voz en medio de los cuatro animales que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; y no hagas daño al vino ni al aceite”.
(Ap. 6: 6)
He aquí el trabajo, el duro bregar por el pan de cada día. Y los iniciados quieren paz y dicen:
“No hagas daño al vino sagrado ni al aceite de oro puro que alimenta el fuego del candelero”.
Trabajad en paz; luchad por la paz; “amaos los unos a los otros como yo os he amado”; y cuidad el vino y el aceite, para que vuestra alma pueda desposarse con el Cordero. Empero, los moradores de la tierra sólo quieren guerra.
“Y cuando él abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto animal (del Gran Arcano), que decía: Ven y ve. Y Miré, y he aquí un caballo amarillo (la raza amarilla); y el que estaba sentado sobre él (el chino), tenía por nombre muerte y el infierno le seguía y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortalidad, y con las bestias (humanas) de la tierra”
(Ap. 6: 7, 8).
La guerra entre el Este y el Oeste será horrible, y la China matará a millones de seres humanos. El peligro chino es aterrador. El caballo chino arrastra tras de sí, el infierno y la muerte. Jamás habrá un peligro más terrible.
El ejército chino es terriblemente poderoso, y está armado de toda clase de armas de muerte.
Los tiempos del fin ya llegaron y la guerra entre el Este y el Oeste es inevitable.
Relincha el caballo amarillo, ágil y lleno de gran ira, y arrastra tras de sí el infierno y la muerte.
“Y cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían. Y clamaban en alta voz diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre (de acuerdo con la Ley Kármica) de los que moran en la tierra?”
(Ap. 6: 9, 10).
Los moradores de la tierra han matado a los profetas y aborrecen al Eterno.
“Y les fueron dadas sendas ropas blancas, y fuéles dicho que reposasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completaran sus consiervos y sus hermanos (iniciados) que también habían de ser muertos como ellos (por la palabra del señor)”
(Ap. 6: 11).
“Y miré cuando él abrió el sexto sello, y he aquí fue hecho un gran terremoto; y el sol se puso negro como un saco de cilicio, y la luna se puso toda como sangre”
(Ap. 6: 12).
Las partículas radiactivas de las explosiones nucleares alterarán profundamente las zonas superiores de la atmósfera terráquea. Esas zonas superiores son el filtro supremo para los rayos solares. Cuando ese filtro haya sido totalmente alterado por las explosiones atómicas, entonces ya no podrá analizar y descomponer los rayos solares en luz y fuego. El resultado será que veremos el sol negro como un saco de cilicio.
Los hombres desembarcarán en la luna. La conquista de la luna es inevitable. Los buitres de la guerra conquistan la luna, y ella se pondrá toda como sangre. Habrá, terremotos por todas partes, tinieblas, hambre, enfermedades desconocidas, blasfemias y muy grande tribulación. Las explosiones atómicas provocarán todas esas grandes calamidades.
Los tiempos del fin ya llegaron. ¡Ay!, ¡Ay!, ¡Ay! de aquellos que como en los días de Noé, comían y bebían y se daban en matrimonio diciendo: Todavía tenemos tiempo para gozar.
¡Ay! de los moradores de la tierra. Los tiempos del fin ya llegaron.
Las explosiones atómicas traerán pestes, terremotos, hambres, maremotos y terribles cataclismos. Habrá turbación espantosa en el sonido del mar, y olas monstruosas nunca antes jamás vistas. Habrá guerras a muerte, y el caballo amarillo arrastrará tras de sí el infierno y la muerte.
El principio del fin ya empezó.
Empero todas estas calamidades, no son sino el aviso, el prefacio, el preludio del acontecimiento final.
Los hombres están levantando nuevamente la torre de Babel. La punta de la torre es la luna. Todo clarividente iluminado puede ver en los mundos superiores la torre de Babel. Hueca torre de frágil cristal, traición al Eterno, que pronto será quebrantada.
Por entre esa frágil y hueca torre, desprovista de toda sabiduría divina, suben y bajan las naves de Babilonia la Grande, la madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la tierra.
Esta vez, la torre de Babel está representada por la ciencia hueca, superficial y vana de los científicos materialistas.
Dios confundirá sus lenguas, y la torre de Babel será fulminada por el rayo terrible de la Justicia Cósmica.
La torre frágil, hueca y desprovista de toda espiritualidad, hoy como ayer, amenaza nuevamente a los cielos estrellados.
Los ateos enemigos del Eterno quieren asaltar el cielo, y conquistar otros mundos del espacio. Pronto serán heridos de muerte.
En el sagrado espacio donde sólo bullen y palpitan los innumerables mundos, reina el terror de amor y ley. Los viajes interplanetarios sólo son para las humanidades divinas del espacio estrellado. El hombre terrestre todavía no es digno de penetrar en el espacio estrellado. Póngase a un mono (chango) en un laboratorio, y obsérvese lo que sucede.
Cuando los hombres conquisten la luna. Cuando los ateos enemigos del eterno profanen el espacio sagrado. Cuando los sabios de la gran Babilonia llenos de orgullo y soberbia, preparen la conquista de otros mundos; entonces es el fin.
La torre de Babel caerá fulminada y de toda esta gran Babilonia no quedará piedra sobre piedra.
Un Mundo se acerca, se viene aproximando a la tierra. ¡Ay de los moradores de la tierra!
El día del Señor (la Nueva Era Acuaria) está ya cerca, y ese mundo que se aproxima, atravesará la atmósfera, se encenderá en fuego vivo, y al caer sobre la tierra quemará con fuego toda cosa que tenga vida, y habrá un terremoto tan grande cual nunca lo hubo antes desde que existen los hombres sobre la tierra.
“Y las estrellas del cielo (los grandes genios de la torre de Babel, las grandes lumbreras del firmamento intelectual, los grandes señores de la gran Babilonia) cayeron sobre la tierra, como la higuera echa sus higos cuando es movida de gran viento”
(Ap. 6: 13).
Las espigas de la ciencia materialista ya se volvieron maduras, y el hombre cosechará los frutos del deseo. Ahora recogerá el resultado de esta civilización sin Dios y sin ley.
“Y el cielo se apartó como un libro que es envuelto (con el choque planetario), y todo monte y las islas fueron movidos de sus lugares”
(Ap. 6: 14).
La nueva masa planetaria mezclada con la masa terrestre formará un mundo nuevo. Habrá cielos nuevos y tierra nueva, para la futura sexta gran raza.
“Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los ricos, y los capitanes, y los fuertes, y todo siervo y todo libre (ya después de muertos y en su cuerpo astral) se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes (horrorizados y sorprendidos con un cataclismo que no aguardan, y que ni remotamente sospechan)”
(Ap. 6: 15)
“Y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquél que está sentado sobre el trono, y de la ira (justicia) del Cordero
(Ap. 6: 16).
“Porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?”
(Ap. 6: 17).
Realmente sólo podrán estar firmes aquellos que hayan edificado la iglesia del Cordero sobre la peña viva, el sexo.
Los que edificaron su iglesia sobre la arena de las teorías, rodarán al abismo, a los mundos sumergidos, a los infiernos atómicos de la gran naturaleza. Esos son los perdidos.
Por aquellos días sólo serán salvados secretamente los justos. Aquellos que ya levantaron la serpiente sobre la vara, tal como lo hizo Moisés en el desierto. De ellos saldrá el semillero para la futura sexta gran raza.
Los tiempos del fin ya llegaron, y estamos en ellos.
“Muchos son los llamados y pocos los escogidos”
(Mateo 20: 16).
El Gran Maestro dijo:
“De mil que me buscan, uno me encuentra. De mil que me encuentran, uno me sigue. De mil que me siguen, uno es mío “.