Y después de estas cosas vi otro ángel descender del cielo teniendo grande potencia; y la tierra fue alumbrada de su gloria” (Ap. 18: 1).
“Y clamó con fortaleza en alta voz, diciendo: Caída es, caída es la grande Babilonia (la civilización perversa de esta raza), y es hecha habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles” (Ap. 18: 2). Aves del crimen, buitres de la guerra, aves de rapiña y del odio, etc.
“Porque todas las gentes han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra (los potentados del mundo), han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites” (Ap. 18: 3).
“Y oí otra voz del cielo que decía: Salid de ella, pueblo mío (gente iniciada en los misterios Crísticos), porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas” (Ap. 18: 4).
Y serán sacados secretamente los justos de entre esta gran ciudad. Y serán llevados en naves interplanetarias antes del gran cataclismo.
Perecerán los perversos moradores de la tierra “porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Ap. 18: 5).
Los justos vivirán en otro planeta mientras la tierra pasa por una gran transformación geológica. Más tarde ellos retornarán a este inundo para formar la sexta raza. Babilonia la grande se convertirá en cenizas y sangre.
“Tornadle a dar como ella os ha dado, y pagadle al doble según sus obras; en el cáliz que ella os dio a beber, dadle a beber doblado. Cuanto ella se ha glorificado, y ha estado en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: yo estoy sentada reina y no soy viuda, y no veré llanto” (Ap. 18: 6, 7).
“Por lo cual en un día vendrán sus plagas: muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque el Señor Dios es fuerte, que la juzgará” (Ap. 18: 8). La Gran Ramera recoge el fruto de sus malas obras. El que siembra rayos, recoge tempestades. Esa es la ley. La gran ramera cosechará el fruto de sus maldades.
La gran ramera será quemada con el fuego de la guerra atómica, y con el fuego cósmico que con el choque planetario, convertirá al mundo en una masa de fuego y vapor de agua.
Todo esto se cumplirá en la Nueva Era Acuaria. Antes del cataclismo final veréis cosas espantosas. El Vaticano será destruido. Las grandes ciudades del mundo serán reducidas a cenizas, sangre y ruinas, los dineros no valdrán, y los seres humanos se matarán por un mendrugo de pan. La gran Babilonia se convertirá en polvo.
“Y llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra (los potentados del oro y de la plata; los señores del petróleo y los buitres de la guerra), los cuales han fornicado con ella y han vivido en deleites, cuando ellos vieren el humo de su incendio, estando lejos (tratando de huir del desastre), por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, Ay de aquella gran ciudad de Babilonia; aquella fuerte ciudad (la civilización moderna), porque en una hora vino tu juicio!” (Ap. 18: 9, 10).
“Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías. Mercaderías de oro y de plata, y de piedras preciosas y de perlas y de lino fino, y de escarlata, y de seda, y de grana, y de toda madera olorosa, y de todo vaso de, marfil, y de todo vaso de madera preciosa, y de cobre, y de hierro, y de mármol. Y canela, y olores, y ungüentos, y de incienso, y de vino, y de aceite; y flor de harina y trigo, y de bestias, y de ovejas, y de caballos, y de carros, y de siervos, y de almas de hombres” (Ap. 18: 11-13). Hasta con las almas de hombres hacen negocio los mercaderes de la tierra.
“Y los frutos del deseo de tu alma se apartaron de ti; y todas las cosas gruesas y excelentes te han faltado, y nunca más las hallarás” (Ap. 18: 14). La guerra atómica acabará con todo.
Mientras llega la catástrofe final “los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido se pondrán lejos de ella (huirán de las ciudades) por temor de su tormento, llorando y lamentando. Y diciendo: ¡Ay, Ay, aquella gran ciudad (la civilización moderna), que estaba vestida de lino fino y de escarlata, y de grana, y estaba dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas!” (Ap. 18: 15, 16).
“Porque en una hora han sido desoladas tantas riquezas. Y todo patrón, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se estuvieron lejos. Y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?” (Ap. 18: 17, 18).
“Y echaron polvo sobre sus cabezas; y dieron voces llorando y lamentando, diciendo:
¡Ay, Ay, de aquella gran ciudad, en la cual todos los que tenían navíos en la mar se habían enriquecido de sus riquezas; que en una hora (la hora del Karma y del castigo) ha sido desolada!” (Ap. 18: 19).
“Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles, y profetas; porque Dios ha vengado vuestra causa en ella” (Ap. 18: 20).
El rayo de la Justicia cósmica caerá sobre esta perversa civilización de víboras, y no habrá remedio.
“Y un ángel fuerte tomó una piedra, como una grande piedra de molino (la piedra filosofal), y la echó en la mar (el semen Cristónico), diciendo (sellada la profecía): Con tanto ímpetu será derribada Babilonia (la civilización moderna), aquella gran ciudad, y nunca jamás será hallada (Ap. 18: 21).
“Y voz de tañedores de arpas, y de músicos, y de tañedores de flautas y de trompetas, no será más oída en ti; y todo artífice de cualquier oficio, no será más hallado en ti, y el sonido de muela no será más en ti oído” (Ap. 18: 22).
“Y luz de antorcha no alumbrará más en ti, y voz de esposo ni de esposa no será más en ti oída; porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra (los grandes señores de los negocios); porque en tus hechicerías, todas las gentes han errado” (Ap. 18: 23).
Hechicería es el becerro de oro, hechicería es la idolatría, hechicería es el escepticismo del materialismo dialéctico. Hechicería es explotación de almas, hechicería es magia negra, brujería, etc.
Por todo esto será destruida Babilonia la grande, la madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la tierra.
“Y en ella fue hallada la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra” (Ap. 18: 24).
Samael Aun weor