Para grandes Obras, grande Hombres

A los hombres se les juzga, desde el punto de vista literario, por el desenfado en el dominio del tema a tratar y por la hondura y bella forma de sus cláusulas. No sería lo mismo exprimir la pulpa dorada de un racimo en sazón para gustarlo, que separar la blanda epidermis de un grano manido y descompuesto, transformado en gusano.

Topase en infolios de diverso linaje con cínica desfachatez, con la extravagancia divorciada del buen sentido, con el libido corruptor, el insuceso perverso, la improbidad, el vicio, el morbo del pecado y del crimen como trasuntos enflaquecidos de esta hora local y brutal que agoniza. Muy rara vez encontramos exponentes de sabiduría que nos dejan el ánima anonadada por la grandeza del pensamiento y el altruismo generoso que los anima.

Bien se echa de ver que en todas las épocas en que la raza humana ha llegado a su final ocaso, ora de perecer con la extinción de toda vida, ora de recibir una nueva orientación de la verdad divina, han surgido los profetas y los redentores. Para grandes cosas grandes hombres. Qué mucho, pues, que ahora que la “Gran Ramera” ha sido juzgada por la “Suprema Piedad y la Suprema Impiedad de la Ley”, y hallada culpable, halla surgido también un varón esclarecido, todo un capitán de milicias cristianas, para no usar otro término menos comprensible, que ha venido a cumplir la ponderosa misión de preparar a la humanidad doliente para la Nueva Era de Acuario.

¿Y quién es ese capitán intrépido y gallardo, de palabra asoleada, tostada, humeante, cual un petardo explosionado, o fresca, profética, arrulladora como una sinfonía; que arrostra toda las contingencias, que desplaza todos los convencionalismos, desafía todos los peligros, derrumba todas las escuelas, logias, sectas, aulas, cenáculos, religiones y sepulta bajo sus ruinas a los vergonzantes tiranuelos que les dirigen?, ¿Y quién, ese reformador de ideas, credos, sistemas, dogmatismos, etc., que nos habla con tanta propiedad de los mundos suprasensibles, descorriendo todos los velos, como un poderoso ciudadano del cosmos?, ¿Y quién, ese revolucionario genial que truena y centellea como un Sinaí bíblico contra la impostura, la idolatría, el vicio y el delito?

A no ser porque ya nosotros purificamos el labio y tocamos de ceniza la cabeza, no osaríamos pronunciar el nombre de combate de este sapiente divulgador de la Verdad Suprema para no causarle una involuntaria irreverencia. Ese hombre no es otro que el autor de este «Curso Zodiacal», y del «Mensaje de Acuario, Apuntes Secretos de un Gurú, El Sendero del Hogar Doméstico y Tratado de Medicina Oculta y Magia Práctica. Ese varón es el mismo iluminado que escribió «EL Matrimonio Perfecto o la Puerta de Entrada a la Iniciación» y la «Revolución de Bel», los libros más revolucionarios y más desconcertantes desde el punto de vista de su realismo y sabiduría, que se haya escrito hasta ahora, como que proceden de la fuente misma de la revelación divina.

Tan grande ha sido el colapso que produjo en los falsos espiritualistas la sorpresiva aparición de los libros de este joven publicista y compatriota, que frisa los 36 años apenas, que todavía no recobran todos la lucidez perfecta, pero que vale la pena que la recobraran porque es tiempo ya de entrar en el campo de las elevadas y serenas reflexiones. Es una fatal condición humana -dolorosamente fatal- que el hombre de todas las épocas ha deseado vivir siempre sometido a la mentira y a la férula de un patrón. Ha aspirado, con toda su alma a que se le engañe como a un menesteroso de carácter antes que abocarse a escrutar por su cuenta en el horizonte ilimite de lo desconocido. En estas condiciones de inferioridad y sometimiento, no sería extraño que ese hombre alardea de insuficiencia y ferocidad ficticias, como un ser irrazonable, instintivo, ante quien le inspire desconfianza, así mismo a su amo.

Ese error inveterado de sometimiento, de entreguismo del débil al más fuerte, del ingenuo al audaz, ha sido el obstáculo insalvable de las verdades nuevas, de los grandes ideales, de los abnegados sacrificios de los benefactores de la humanidad. De las propias entrañas de los espiritualistas ciegos o ignorantes o de los muy sapientes de hoy, de ayer y de todos los tiempos, provino el monstruoso y abominable “¡crucifícale!”…, del que nos habla la tradición cristiana. Y esos que maldijeron a su descendencia a trueque de sangre del justo, son los mismos que niegan y maldicen ahora…, Los mismos supuestos perseguidos, sordos, y extrávicos por egoísta beneficio, a la luz de la verdad. ¡Los mismos que explotaron y explotan al ingenuo y sincero discípulo!.

En un ambiente de enervada insuficiencia, de estibadores incondicionales, no es posible que surja la voz autorizada que muestre el camino, que enseñe la verdad, que prevenga los peligros porque los indiferentes vuelven la espalda y los narcisistas de la insuficiencia y los ególatras de la incapacidad rasgan sus vestiduras, detonan y relampaguean. Al que imparte el veredicto de la Justicia se le llama duro de corazón. Los que nada saben de amor, de dulzura, de misericordia, impugnan el amor desinteresado. Enseñar la pura y santa sexualidad, la transmutación de la sustancia Crística del semen, sin ninguna castidad morbosa, es fruto sicalíptico, inmoral para los fornicarios, los pervertidos, los manumisos del mismo sexo. Estos tales prefieren la práctica del acto sexual del bruto, del hermano asno, o del hermano cerdo, con la más refinada depravación, porque lo contrario significaría, renunciación a la virtud.

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Aquellos que pusieron en holocausto la buena fe de los espiritualistas de Colombia a fuero de caballeros de industria, unos, sin rango cultural y sin bagaje de virtud otros, son los que empinan su resentida inconformidad contra la verdad que escuece, la verdad que avergüenza, la verdad que fulmina. Cuatro años hace que fue publicado el Matrimonio Perfecto y agotadas dos ediciones, y nadie rectifica nada… Apareció «la Revolución de Bel», poco después, y nadie refuta, corrige o impugna… La voz acusadora del maestro tiene la dimensión de la conciencia; ¡es brillante y rugiente como una catarata de fuego!.

El miedo a la imposibilidad de defenderse, es la exclusiva causa de callar. Desdén no puede ser, porque la pública acusación contra el prestigio de un hombre de letras o el ataque de un ideal que se quiere y respeta o una jefatura que se estima legítima, merece rectificación inmediata, tanto más si la injusticia se consuma en un libro y si hubiere fundamento para considerar a su autor como un redomado impostor usurpador de funciones. No es elegante ni decoroso para nadie enmudecer en público, pero murmurar, indignarse, patalear estrepitosamente en privado, en el círculo de los incondicionales, en el palique familiar, en el hospicio de las logias en donde tantos enfermizos sucumben de miseria, como convictos presidiarios. Dos hombres merecieron la disección personal del señor Weor: Don Israel Rojas y Don Omar Cherenzi Lind. De éstos, sólo el señor Rojas se merece, por estar más cerca, nuestra guardia y nuestro estoque. Y no es para menos, pues tratase de un caballero de fino trato, de atractiva estampa, lucentísimo de palabra y de acendrada inteligencia y cultura. El otro, curtido al sol de las ideas y de los convencionalismos, está ausente…, pues se fue dejándonos la primicia de su descendencia espuria, fertilizada por el señor Rojas con la más sombría de las equivocaciones. Tan solemne fue el acto de presentación de Cherenzi en Cali (Colombia), que la pátina de los años no ha podido desvanecer el detalle, ni siquiera el gesto de la acción y la elocuencia de la palabra ha sufrido modificación. Para el señor Rojas, enzarzado en un verdadero torneo de alabanzas, Cherenzi era la encarnación del Venerable Maestro Kout Humi, y para ratificar el exabrupto con otro de peor ascendencia, el señor Rojas, enardecido de entusiasmo, pronunció esta frase oprobiosa y maligna: “Krumm Heller es el batidor del barro, y Cherenzi el arquitecto”.

La ley de consecuencia mide el castigo en el mismo vaso en que se midió el pecado. El señor Rojas ha caído, y no se podrá incorporar, porque la mirada de Aun Weor le tiene enclavado en un madero de ignominia. Si, la ignominia de su vanidosa personalidad, estructurada a base de patrañas, como la ha de haber afirmado ser él la reencarnación de San Juan, el egregio visionario del Apocalipsis, con el solo fin de conseguir seguidores incondicionales cuando el Rosacrucismo apenas daba en Colombia su primer vagido.

El silencio del señor Rojas es el silencio del impotente, del medroso, del avergonzado, del vencido. Sus voces furtivas, penumbrosas, deslucidas carecen de convicción y sólo denuncian pobreza dialéctica y abundancia de resentimiento. Lo propio le acontece con el ejercicio de un ministerio desautorizado, insuficiente para dirigirlo legítimamente. La prestancia y la experiencia de la vida han de servir alguna vez al hombre para no empeorar con responsabilidades inútiles las consecuencias de la Ley; el arrepentimiento no puede ser jamás sustituto defensivo, ni pliego de rectificaciones ni proceso de agravios.

Y que no decir de la última equivocación de este dizque maestro de sabiduría, ocurrida hace poco cuando llegó a Bogotá Pandit Bhekpat Sinha, falso príncipe Hindú, sobrino del rey Daribanga, denunciado por la prensa de Chile, Argentina y Perú como redomado estafador por los mismos espiritualistas que le brindaron acogedora recepción… Rojas recomendó a Pandit como un santo varón, “alma prodigio, sabio gigante, anciano de su saber, mensajero de paz, verdadero iluminado, dechado de bondad”, etc., y dedicóle ediciones enteras en su revista “Rosa Cruz de Oro”. En Cali hubo un fanático que bebía las obras del experto simulador… ¡Oh! ¡Simplicidad, cuantos zoquetes se ofrendan en tu nombre!.

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En los albores de la inquietud espiritualista en el paradisíaco Valle del Cauca, surgió Don Carlos Pino, un hombre sencillo, sin personalidad, en torno de quien se tejieron muchas leyendas, que lo ornaron de admiración y respeto. Para todos era un místico, un santo, un maestro de sabiduría, pero una sabiduría inexpresada, enmudecida, inerte, marrullera… Que nadie discutía porque era cosa nueva, usanza de lo irrevelado y secreto, que había que acatar con sumisión ejemplar. Así marchaban las cosas, a pedir de boca, hasta que un buen día descubrióse la impostura, rodó la carreta, y el Señor Pino quedó cual era: epicentro de faltas contra la moral y la justicia, contra la verdad y el bien; un peligroso redomado charlatán. El Aula Lucis Zoroastro fue así un lugar de simulación y de perfidia, de concupiscencia, de irrespeto a lo ajeno… La aristocracia intelectual y social de los miembros de esta aula, en feliz hora disuelta, todavía se avergüenza de su paso por ella, de su ideal pisoteado, prostituido, escarnecido por el más responsable de los irresponsables. Así son todas las aulas, escuelas y logias, cualquiera que sea su rótulo; prostíbulos donde la belleza de la doctrina y la belleza del ideal sucumben.

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Ya pasaron los tiempos en que los profetas lloraban sus amargas decepciones, cual Jeremías en la murallas de la ciudad deicida. El escenario humano de aquellas épocas arcaicas, por razón de rotación evolutiva o regresiva, no es el mismo de la hora presente, aunque tiene muchas similitudes. Antes, para no ir muy lejos, se anunciaba la venida del Mesías, hoy se predice la consumación humana, casi total, por la Tercera Guerra Mundial. En ese entonces, se consumó la Redención como fenómeno cósmico liberativo del Espíritu humano, y hoy se ha iniciado la gran lucha, la lucha secular del bien y del mal, de las Fuerzas Blancas y las Negras por la posesión de la nueva Arcadia, en la línea divisoria del final de Piscis y el nacimiento de Acuario. Es una guerra a muerte la que se inicia, en el cosmos y el microcosmos; una contienda de vida o muerte contra las huestes tenebrosas y sus jefes. Esta verdad no se puede enseñar con lamentaciones y lágrimas; el final redentor no se puede alcanzar con la sonrisa de la verdad, con el genuflexo ademán del indecente y mezquino, con la dulzarrona evocación de los hechos inmortales de los sagrados codicilios, ni con el ejemplo socorrido de los mártires. ¡Mientras haya mercaderes en el templo, habrá reformadores indignados!. Es una hora de fuego, de trepidación y de humareda. Un supremo minuto de movilización general, de adiestramiento, de ataque, de derrota o de triunfo. La voz de Aun Weor no es de conciliación y de ruego, porque el tiempo para estos endebles menesteres ya pasó. Su voz es la del magistrado que precave; la del legionario que obedece y cumple; la del supremo comandante que otea y avizora; la del estratega que traza la ruta de la victoria. El instante actual no es de vacilaciones: al lado de Cristo o al lado de Javhe. No hay disyuntivas ni términos medios. Con Aun Weor o contra Aun Weor. Con la Blanca Hermandad o contra la Blanca Hermandad. En el Paraíso o en el Infierno. ¡Con Dios o con Satán…!

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Para que se cumplan los versículos bíblicos: “Porque vendrán muchos en mi nombre diciendo, Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán; y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos”, ya tenemos a la vista a los misioneros de la nueva “Era Precesional de Acuarius”, que dirige el señor José M. Estrada, llamado director general, en gira por las Américas para anunciar que “a la hora del sol naciente” aparecerá el Espíritu de Verdad, el Nuevo Cristo, encarnado en un señor de nombre Raynaud de la Ferriere, de nacionalidad francesa, que se encuentra en Venezuela, a quien denominan mensajero de la Nueva Era y el Gran Avatar de Acuario. No existe nada más frágil que la impostura. Mucho se ha hablado de un nuevo instructor mundial, de un nuevo Cristo, pero ¿ignoran acaso los teóricos espiritualistas que cada hombre es en potencia su propio salvador, el Cristo, el Espíritu de Verdad, el Íntimo, el Atman, el Inefable, el Dios Interno que mora en lo recóndito de nuestro Ser? ¿Ignora esto el señor de la Ferriere, para dispensarle su atrevida abismal impostura o para que pudiera gozar de un adarme de misericordia? Sólo Dios y los tontos no se equivocan, le oímos repetir al payanés insigne.

Nosotros poseemos un estudio de los valores concientivos de este caballero, tan elocuente y destructor, que huelgan los comentarios. Dice así en su parte culminante: “Un examen retrospectivo sobre los registros Akáshicos de la Naturaleza nos muestra el Ego interno del señor de la Ferriere, viviendo en su pasada reencarnación como un Mago Negro o Hechicero vulgar”. Si esto se dice del jefe, ¿qué no se dirá de los conmilitones? La página completa de este revelador estudio la insertamos a continuación para conocimiento de los devotos del Sendero.

Ojalá que esta nota final, escrita con la más pura intención, a instancias del Maestro, contribuya a servir de voz de aliento de consejo oportuno, de índice orientador para el aprovechamiento de este maravilloso Curso Zodiacal.

PACO NÚÑEZ

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Ciénaga, Febrero 1º de 1952

Señor Lic.

D.G.M.

Apartado 1751

Panamá – R. de P.

Estimado Discípulo:

Después de una profunda investigación científica, realizada con las facultades étnicas de los vehículos Atmico y Buddhico, del investigador competente, he resuelto hoy contestaros para informaros sobre los valores concientivos del Señor de la Ferriere, a quien denominan Mensajero de la Nueva Era y Gran Avatara de Acuario.

El análisis de fondo nos da el siguiente Cuadro Psíquico-somático y étnico:

Cuadro analítico de una Conciencia Individual:

1º-El Cuerpo Atmico no se ha asimilado al Buddhico de dicho caballero.

2º-El Ojo de Brahma o Pentagrama Esotérico, no aparece en el entrecejo del Cuerpo Buddhico de dicho señor.

3º-No posee en el Cuerpo Buddhico los sagrados estigmas de todo auténtico Maestro.

4º-Todo Purusha posee Etéricas Vestiduras Monádicas simbolizando los grados o iniciaciones cósmicas alcanzadas en las atómicas escuelas de instrucción interna, y como es lógico, aquí juegan papel principal las piedras preciosas, tal como se deduce en los siguientes versículos bíblicos:

“Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa, el primer fundamento era Jaspe, el segundo Zafiro, el tercero Calcedonia, el cuarto Esmeralda”.

“El quinto Sardónica, el sexto Sardio, el Séptimo Crisolito, el Octavo Berilo, el noveno Topacio, el décimo Crisoprasa, el undécimo Jacinto, el duodécimo Amatista” (Apoc. Cáp. 21. Vers. 19 y 20).

Ahora bien: al analizarse con el Ojo de Brahma, el Atmico vehículo del señor De la Ferriere, no encontramos ninguna de estas sagradas piedras Iniciáticas que pruebe haber recibido iniciación cósmica.

5º-Las medidas Masónicas de la Monádica Túnica del vehículo atómico del señor de la Ferriere prueban a cualquier tejedor Masónico auténtico, que este distinguido caballero no es todavía, ni siquiera, un simple “Chela”.

6º-El Cuerpo Lunar o Kama-Rupa Inferior, mencionado por la Maestra H.P.B. y por la señora Besant, y muchos otros autores espiritualistas, se halla plenamente desarrollado y desenvuelto en dicho caballero, lo cual prueba la existencia de pasiones animales intensas dentro de la suma de sus valores concientivos.

La Maestra H.P.B., dice en su obra titulada La Voz del Silencio, que el iniciado antes de fusionarse con su Ego Superior debe haber destruido su Cuerpo Lunar.

7º-Un examen retrospectivo sobre los registros Akáshicos de la Naturaleza nos muestra el Ego Interno del señor De la Ferriere viviendo en su pasada reencarnación como un Mago Negro o Hechicero vulgar.

Con el más profundo respeto por la honorable personalidad del señor De la Ferriere, invito a todos mis hermanos espiritualistas, a meditar en los siguientes versículos bíblicos:

“Por sus frutos los conoceréis”. “Porque vendrán muchos en mi nombre diciendo, Yo soy el Cristo, y a muchos engañaran”. “Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos”. “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán si es posible, aún a los escogidos” (Mateo. Cáp. 24. Vers. 5, 11 y 24).

Autorizo a usted para que envíe copias de esta carta al señor De la Ferriere y a los demás distinguidos y cultos caballeros de la mencionada Orden Acuarius.

Que la Paz más profunda reine en vuestro corazón.

AUN WEOR

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