Es el momento de reflexionar sobre la gran tradición que existe actualmente de celebrar el día de muertos en nuestra sociedad.
Afortunadamente es una tradición que conmueve e inquieta las esencias para seguir acercándonos a esos misterios de la vida y de la muerte.
Toca mencionar que las antiguas culturas veían el proceso de la muerte como algo natural asociado siempre a la vida, no como un sentido de dolor, padecimiento o sufrimiento, sino como un elemento que simboliza el cambio interior.
La gran deidad, Mictlantecuhtli, con su atuendo de guerrero, nos invita a la muerte psicológica, su mandil que representa los misterios de la supra sexualidad para que con la fuerza de Coatlicue, la Madre Muerte, podamos rescatar los valores más asombrosos y virtuosos de la consciencia, que se encuentra enfrascada o prisionera dentro del agregado psicológico.
Las cactlis o sandalias de Mictlantecuhtli, con canilleras formadas por pequeños huesos, nos indican el camino a seguir, el sendero del cambio constante. Sus ojos, representados en ocasiones con conchas en algunas esculturas o con piedras de obsidiana en otras, nos indican la auto observación para descubrir, en el momento que se haya manifestado, alguna característica psicológica negativa y poder transformarla. Su chimali o arma de batalla, nos señala la decapitación del ego animal, agregado como elemento psicológico a nuestra psiquis.
Todos estos símbolos de Mictlantecuhtli se representaban de alguna manera ritualística para conmemorar o celebrar el trabajo del iniciado, sin faltar la presencia de la Madre Divina representada por Coatlicue, cuyo rostro es una calavera que nos invita constantemente a la muerte psicológica. Y todos estos elementos relacionados con la muerte eran utilizados no solo para esa celebración, sino para ritualizar de tal manera que ayudaran a la persona desencarnada a reconocerse y despertar su consciencia después de que ya había fallecido para que se presentara en el Tlalocan paraíso de Tláloc en las dimensiones superiores o cielos, otro camino es una re encarnación o encarnación, es decir, tomar cuerpo físico o bien, bajar a los mundos infiernos, pues son esos tres caminos los que se le presentan al difunto.
Algunos elementos iniciáticos fueron cambiados burdamente, dándoles un simbolismo de apetencias de la personalidad que tuvo el individuo en vida. Por ejemplo, si estaba en el altar el pulque de la Diosa Mayauel, símbolo de la transmutación, fue sustituido por el tequila o licor que era del gusto de la persona, algunas prendas de vestir que representaban atributos alcanzados en su camino del despertar de la consciencia, fue cambiado por el traje o la ropa de uso común del difunto.
Alimentos como el maíz, que representa la simiente para la auto realización, fue cambiado por la comida que prefería el desencarnado. Por eso bien vale la pena reflexionar y retomar esas costumbres ritualísticas para seguir impulsando el despertar de la consciencia, pues las prácticas antiguas de los aztecas, mayas, etc., nos invitan a despertar de instante en instante, de momento en momento, a morir en lo psicológico para renacer en lo espiritual.
Algunos elementos artísticos como el arco, que comúnmente se colocaba en los antiguos altares del día de muertos y que aún se continúa utilizando, representa la puerta de entrada ya sea a los mundos superiores o al inframundo. Siete peldaños es común encontrar en estos altares, como representación de las siete dimensiones que recorre el desencarnado guiado por un perro, entre los aztecas el escuintle, el cual es la representación del deseo dominado, tal como en la mitología griega, Hércules se encuentra con el cancerbero, quien lo guía en el inframundo o mundos infiernos; señalando que al dominar su instinto animal, es éste mismo, el que conduce al discípulo hacia la luz.
Un camino de flores muy tradicional, formado por flor de cempasúchil o flor de muerto, se coloca al pie de los altares para que los desencarnados reconozcan el camino hacia ese altar y puedan recibir ese impulso a la consciencia para su despertar.
Nos toca seguir el camino amarillo sembrado de flores de cempasúchil, diariamente, que nos conduzca a la profunda meditación de la muerte del ego en esos siete peldaños y entrar por la puerta de la iniciación con la ayuda de la madre muerte Coatlicue, quien inspira a la comprensión y eliminación de los defectos psicológicos. Solamente ella puede reducirlos a polvareda cósmica, siempre y cuando, en profunda meditación, hayamos descubierto y comprendido la psicología del ego que oculta a las virtudes y facultades del ser humano.
Exhortamos a la transformación psicológica, a seguir honrando el día de muertos como una práctica de auto observación psicológica día a día y a celebrar nuestra tradición física para que no se pierda y seguir inquietando las consciencias nuevas de los descendientes.