El sistema solar de Ors, en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser, resulta siendo en el fondo una gran Molécula que se desarrolla y desenvuelve dentro de ese organismo vibrante y espiraloide de la Vía Láctea.
Las distintas concepciones científicas sobre átomos son en el fondo exclusivamente provisionales. El fraccionamiento atómico de ninguna manera significa conocimiento absoluto sobre la estructura del átomo, o sobre el complejo mecanismo íntimo de moléculas, corpúsculos subatómicos y electrones.
La concepción saturniana de la estructura atómica es muy empírica; toda opinión científica o supracientífica resulta siendo demasiado relativa e inestable.
Nosotros los gnósticos afirmamos enfáticamente que, además de los protones, electrones, neutrones, etc., existen muchos otros corpúsculos, todavía desconocidos para la ciencia oficial.
Dentro del núcleo atómico existe una formidable estructura absolutamente desconocida para la ciencia oficial.
Los científicos ya fraccionan el átomo para liberar energía nuclear, pero realmente nada saben sobre la íntima estructura intra-corpuscular del electrón.
A la luz de la nueva cultura iniciada en el mundo por el Movimiento Gnóstico, podemos considerar al electrón como una primordial cristalización de eso que los indostaníes llaman Akasha, la materia prima de la Gran Obra, la sustancia única de la cual devienen por cristalizaciones encadenadas las múltiples sustancias, los distintos elementos de la Naturaleza.
El electrón es fuera de toda duda, una cristalización primordial extraordinaria de carácter supraatómico.
Todo átomo, todo electrón, tiene su origen en el seno viviente del Akasha puro, la sustancia primordial, el Mulaprakriti de los indostaníes, el Caos, las Aguas Seminales Universales del Génesis, el eterno femenino, simbolizado por todas las deidades femeninas de las antiguas religiones, la Gran Madre, Isis, Adonía, Insoberta, Rea, Cibeles, Vesta, María, Tonantzín, etc.
Esta sustancia primordial, este Akasha, esta materia prima de la Gran Obra, es, fuera de toda duda, la Madre Divina, Isis, la virgen adorable de todas las religiones antiguas, siempre llena de gracia.
El Padre, el Primer Logos, depositó en ella toda la gracia de su sabiduría. El Hijo, el Segundo Logos, depositó en ella toda la gracia de su amor. El Espíritu Santo, el Tercer Logos, depositó en ella toda la gracia de su poder ígneo.
Realmente en el Universo sólo existe una sola sustancia básica que, cuando cristaliza, recibe el nombre de Materia y, cuando no cristaliza, cuando permanece en su estado fundamental, recibe el nombre de Espíritu Universal de Vida.
Ella inicia sus procesos de condensación o cristalización cuando el Tercer Logos, mediante el connubio sexual de la palabra, la hace fecunda con el fuego flamígero.
Ella permanece en su estado insípido, insustancial, inodoro, durante la noche cósmica, durante el gran Pralaya, cuando el Universo que existió, ya no existe.
Cuando el Fuego la hace fecunda, el Cristo Cósmico, el Segundo Logos penetra en su vientre, el gran vientre, y nace de ella y en ella para crucificarse en los mundos, por ello siempre se la representa con el niño en sus brazos. Es Isis con el niño Horus en sus brazos, es María con el niño Dios en sus brazos, etc.
En el vientre fecundo de la Gran Madre se originan, bajo el impulso del Tercer Logos, muchos campos de fuerza en donde las ondas de lo que podemos llamar premateria condensan en corpúsculos.
Nada saben los científicos modernos sobre el misterio del núcleo atómico, que se considera formado por protones y neutrones, nada preciso saben sobre las fuerzas nucleares.
Todo el material planetario está científicamente constituido por átomos maravillosos; fuera de toda duda, éstos son las partículas más pequeñas de los elementos.
Todo átomo es un verdadero Universo en miniatura. Todo átomo es un trío de materia, energía y conciencia.
El átomo está constituido por un núcleo o sol muy radiante cargado positivamente de electricidad, alrededor del cual giran danzando felices los electrones planetarios infinitesimales, cargados negativamente.
El núcleo atómico es semejante en todos los materiales, como es también el electrón, variando entre sí los elementos únicamente por el número de los electrones supeditados al núcleo, y por variaciones correspondientes a su carga.
El átomo es todo un sistema solar en miniatura. Exactamente lo que el Sol es al sistema solar y el huevo fecundado al cuerpo humano, es el núcleo atómico con respecto a todo el Universo atómico.
Se nos ha dicho que el diámetro del núcleo atómico puede ser de un diez milésimo de todo el átomo.
Y como Júpiter en el sol, se nos dice que sus electrones pueden medir un décimo de diámetro de su núcleo; de modo que en su escala propia circulan en una inmensidad de espacio tan gigantesco y profundo como el que abarca en su totalidad el planeta Tierra y los otros planetas del Sistema Solar de Ors.
La Naturaleza tiene muchos elementos y éstos se catalogan ahora merced al número de electrones desde el 1 hasta el 96. El hidrógeno, con un electrón, tiene número atómico 1; el helio con dos electrones, 2; etc., con dos excepciones únicamente, los elementos desarrollados entre el vientre de la Gran Madre, resultan siendo en el fondo distintas cristalizaciones de la sustancia primordial.
Existen en la Naturaleza siete categorías fundamentales de densidad entre los variados elementos.
Cada elemento es atraído sexualmente por aquél que posee el número complementario de electrones, del modo maravilloso como el sodio, con un electrón sobrante, se inclina sexualmente por el cloro, al que falta uno, para formar sal.
Aquí tenemos al sexo… Aquí tenemos al macho y a la hembra de los elementos de la Naturaleza uniéndose sexualmente.
El metal positivo es impelido irresistiblemente a combinarse sexualmente con el metaloide negativo, en proporción exacta a su contraste. Este es un paralelismo platónico extraordinario de las almas gemelas, que buscan su mitad complementaria de la que fueron separadas en la primera creación.
El elemento activo en el Sol Cristo es fuera de toda duda el hidrógeno en cantidad infinita.
El átomo del hidrógeno posee un solo electrón que gira alrededor de su núcleo básico.
El átomo del hidrógeno se encuentra en la frontera entre la materia en estado molecular y la materia en estado electrónico. El siguiente estado de sutilización del hidrógeno corresponde a los electrones libres, luz, ondas magnéticas, estado espiritual.
Para crear un átomo de helio y dos rayos de sol se necesita consumir cuatro átomos de hidrógeno.
La energía sexual del Tercer Logos fluye avasalladoramente desde el centro de todo átomo y de toda Galaxia y de todo Sistema Solar, uniendo polos opuestos para nuevas creaciones.
Los átomos del hidrógeno se complementan con los átomos de carbono para iniciar el desarrollo de la luz.
Los átomos masculinos del hidrógeno con un sólo electrón bombardean a los átomos femeninos del carbono, de seis electrones, para originar los átomos de nitrógeno con siete electrones.
Los átomos del nitrógeno al unirse sexualmente con nuevos átomos de hidrógeno se convierten en átomos de oxígeno ligero. Cuando un átomo de oxígeno ligero se halla en plenitud se escapa de él un electrón libre y cierta cantidad de energía radiante.
Después de esto el resultado es un átomo pesado de nitrógeno que es nuevamente bombardeado sexualmente por hidrógeno; sin embargo, esta vez se obtiene un resultado diferente. El propio átomo de hidrógeno captura uno de los electrones del nitrógeno para formar un átomo de helio con dos electrones, en tanto que el átomo de siete electrones del nitrógeno, se reduce al átomo de seis electrones del carbono con el que empezamos porque el fin es siempre igual al principio más la experiencia del ciclo. Esa es la ley.
Así se cierra este ciclo sexual del carbono. La luz solar se gesta sexualmente en la novena esfera (el sexo).
La gran luz solar es el resultado químico y matemático de los distintos procesos sexuales atómicos del carbono.
Los átomos del hidrógeno vienen a constituir un puente entre el espíritu universal de vida y la materia de diferentes densidades.
El fraccionamiento del átomo, las explosiones nucleares, liberan materia abismal sumergida, nuevos elementos atómicos terriblemente malignos; Neptunio (93), Plutonio (94), Americio (95) y Curio (96).
Este tipo infernal de sustancias atómicas terriblemente malignas se escapan del abismo con las explosiones atómicas, y atraen a la superficie de la Tierra y a la mentalidad de las gentes ciertas características psicológicas, espantosamente monstruosas.
La desintegración del átomo es una blasfemia, una locura científica que no solamente trae daños físicos a este afligido mundo, sino también monstruosidades psíquicas mentales, abominaciones espantosas de tipo infla-infernal, etc.
Si el ser humano estudiara mejor la energía solar y la aprendiera a usar inteligentemente, el combustible líquido sería eliminado y la conquista del espacio sería un hecho, a condición de una conducta recta.
Donde alcance a llegar un rayo de luz solar alcanza a llegar el hombre.
La energía solar es millones de veces más potente que la energía atómica.
Esta gran molécula, este Sistema Solar de Ors, funciona maravillosamente gracias al terrible potencial de la energía solar.
Samael Aún Weor