Es urgente que sepamos que la humanidad vive con la conciencia dormida. Las gentes trabajan soñando, las gentes andan por las calles soñando, las gentes nacen, viven y mueren soñando.
Cuando hemos llegado a la conclusión de que todo el mundo vive dormido, comprendemos la necesidad de despertar. Necesitamos el despertar de la conciencia, queremos el despertar de la conciencia.
Las gentes confunden a la conciencia con la inteligencia o con el intelecto y a la persona muy inteligente o muy intelectual, le dan el calificativo de muy consciente.
Nosotros afirmamos que la conciencia en el hombre es fuera de toda duda y sin temor a engañarnos, una especie muy particular de “aprehensión” de conocimiento interior, totalmente independiente de toda actividad mental
La facultad de la conciencia nos da conocimiento integro de lo que es, de donde está, de lo que realmente se sabe, de lo que ciertamente se ignora.
La psicología revolucionaria enseña que sólo el hombre mismo puede llegar a conocerse a sí mismo.
Sólo nosotros podemos saber sí somos conscientes en un momento dado o no.
El hombre mismo y nadie más que él puede darse cuenta por un instante, por un momento de que antes de ese instante, antes de ese momento, realmente no era consciente, tenía su conciencia muy dormida, después olvidará esa experiencia o la conservará como un recuerdo, como el recuerdo de una fuerte experiencia.
Es urgente saber que la conciencia en el animal racional no es algo continuo, permanente. Normalmente la conciencia en el animal intelectual llamado hombre, duerme profundamente.
Raros, muy raros son los momentos en que la conciencia está despierta; el animal intelectual trabaja, conduce carros, se casa, muere, etc., con la conciencia totalmente dormida y sólo en momentos muy excepcionales despierta.
La vida del ser humano es una vida de sueños, pero él cree que está despierto y jamás admitirá que está soñando, que tiene la conciencia dormida: si alguien llegara a despertar se sentiría espantosamente avergonzado consigo mismo, comprendería de inmediato su payasada, su ridiculez. Esta vida es espantosamente ridícula, horriblemente trágica y rara vez sublime. La enseñanza gnóstica tiene por objeto despertar conciencia. De nada sirven diez o quince años de estudios en la escuela, el colegio y la universidad, si al salir de las aulas somos autómatas dormidos. No es exageración afirmar que mediante algún gran esfuerzo puede el animal intelectual ser consciente de sí mismo tan sólo por un par de minuto.
Jamás resulta tarea fácil eliminar las emociones negativas; perder toda identificación con nuestro propio tren de vida; problemas de toda índole: negocios, deudas, pago de letras, hipotecas, teléfono, etc., etc.
Esta identificación de nuestros problemas nos hace abstraernos de nosotros mismos, andamos soñando, fascinados con nuestros problemas.
Es necesario dejar de soñar, es necesario despertar conciencia; y ese proceso del despertar debe realizarse en todo momento, en todo lugar.
El ser humano no sólo sueña cuando su cuerpo físico duerme, sino que también sueña cuando su cuerpo físico no duerme.
Cuando uno se acuerda de sí mismo, cuando trabaja sobre sí mismo, cuando no se identifica con todos los problemas y penas de la vida, de hecho va por la senda vertical.
El trabajo sobre sí mismo es la característica fundamental de la rebeldía psicológica, de la transformación del ser humano, se ocupa de cierta transformación del momento presente en que nos encontramos.
Necesitamos aprender a vivir de instante en instante.
Vivir en plena atención, en plena auto-observación de nosotros mismos, vivir alertas a lo que pensamos, sentimos y actuamos; es definitivo, hay que dejar de soñar, de vivir fascinados identificados con todos los problemas.
Un buen ejemplo es el caso de María que va caminando por la calle y no escucha el saludo de un amigo, en el momento preciso que ella se decía en la mente:
Por la tarde le pagaré a la modista y…
En este caso María no recibió el saludo de su amigo, por la falta de conciencia en lo que hace. Pues su pensamiento está en sus problemas.
Samael Aun Weor