El hombre que permite que se exprese en él de manera espontánea eso que se llama el autojuicio o juicio interior, será guiado por la voz de la conciencia y marchará por el camino recto.
Todo hombre sometido al autojuicio se convierte de hecho y por derecho propio en un buen ciudadano, en buen esposo, en un buen misionero, en un buen padre, etc.
Para conocer nuestras íntimas contradicciones, es necesario auto-descubrirnos. Quien se auto-descubre puede trabajar con éxito en la disolución del yo pluralizado.
Las íntimas contradicciones se fundamentan en la pluralidad del yo, las tremendas contradicciones que cargamos dentro, nos amargan la vida lastimosamente. Somos obreros y queremos ser potentados; soldados y queremos ser generales. Pensamos conseguir una casa propia y luego que ya la conseguimos, la vendemos porque nos cansa y queremos otra.
Con nada estamos contentos, buscamos la felicidad en las ideas y éstas también desfilan y pasan. Buscamos la felicidad en la convivencia, con las amistades, que hoy están con nosotros y mañana contra nosotros. Vemos pues que todo es ilusorio.
Nada en la vida puede darnos la felicidad. Con tantas contradicciones somos unos miserables.
Es necesario acabar con el yo pluralizado, sólo así podemos acabar con el origen secreto de todas nuestras contradicciones y amarguras.
Quienes ya disolvieron el yo, poseen de hecho el Centro Permanente de Conciencia.
En el mundo existen muchas escuelas y sistemas y muchas gentes que viven mariposeando de escuelita en escuelita, siempre llenos de íntimas contradicciones, siempre insatisfechos, siempre buscando el camino y no lo encuentran, aún cuando esté muy cerca de sus ojos. El yo pluralizado no les deja ver el camino de la verdad y de la vida. El peor enemigo de la iluminación es el yo.
Se le preguntó a un Maestro: ¿Qué es el camino?
-¡Qué magnífica montaña! Dijo de la montaña donde tenía su retiro.
-No os pregunto acerca de la montaña, sino acerca del camino.
-Mientras no puedas ir más allá de la montaña, no podrás encontrar el camino. Replicó el Maestro.
El yo puede hacer también buenas obras y ganar muchos méritos que mejoren su carácter psicológico, pero jamás podrá llegar a la iluminación.
Debemos buscar la iluminación, que todo lo demás nos será dado por añadidura. Es imposible llegar a la iluminación sin tener el Centro Permanente de Conciencia.
Es imposible tener un Centro Permanente de Conciencia sin haber disuelto el yo pluralizado.