En el momento de la muerte, dice el libro tibetano de los muertos, “los cuatro sonidos llamados “sonidos que inspiran terror sagrado” se escuchan:
El de la fuerza vital del elemento tierra, un sonido como el derrumbamiento de una montaña; el de la fuerza vital del elemento agua, un sonido como el de las olas del océano, el de la fuerza vital del elemento fuego, un sonido como el incendio de una selva; el de la fuerza vital del elemento aire, un sonido como el de mil truenos reverberando simultáneamente. El lugar a donde uno se refugia huyendo de estos ruidos es la matriz”.
El estado intelectual común y corriente de la vida diaria no es todo, el libro tibetano de los muertos dice: “Oh noble hijo, escucha con atención y sin distraerte. Hay seis estados transitorios de Bardo que son: El estado natural del Bardo durante la concepción; el Bardo del estado de los ensueños; el Bardo del equilibrio estático en la meditación profunda; el Bardo del momento de la muerte; el Bardo del equilibrio y de la experiencia de la realidad, y el Bardo del proceso inverso de la existencia Samsaria (recapitulación retrospectiva de la vida que acaba de pasar). Tales son los seis estados”.
Con este exótico término Bardo, los iniciados tibetanos definen inteligentemente esos seis estados concientivos diferentes, distintos, al estado rutinario intelectual común y corriente de la vida diaria.
Todo el que muere tiene que experimentar tres Bardos: El Bardo del momento de la muerte, El Bardo de la experiencia de la realidad y el Bardo de la búsqueda del renacimiento.
Existen cuatro estados de materia dentro de los cuales se desarrollan todos los misterios de la vida y de la muerte.
Existen cuatro círculos, cuatro regiones, dentro de las cuales están representados todos los mundos y los tiempos de la materia en estado mineral, materia en estado celular, materia en estado molecular, materia en estado electrónico. Estos son los cuatro viejos mundos: el infierno, tierra, paraíso y cielo.
Todo desencarnado debe esforzarse por alcanzar la liberación intermedia, un estado semejante al del Buddha, en el mundo de los electrones libres.
Es urgente saber que la liberación intermedia es la felicidad sin límites entre la muerte y el nuevo nacimiento.
En las regiones moleculares y electrónicas existen muchas naciones, o reinos de inmensa dicha, donde puede internamente nacer todo desencarnado si la ley del Karma se lo permite.
Aquellos que tienen buen Dharma, aquellas personas que han hecho muy buenas obras, pueden darse el lujo de unas buenas vacaciones entre la muerte y el nuevo nacimiento.
Quien ha hecho muchas obras buenas puede nacer milagrosamente, antes de su reincorporación en la tierra, en el reino dichoso del oeste, a los pies del Buddha, habitar entre las flores del loto o en el reino de la suprema dicha, o en el reino de la densa concentración, o en el reino de los largos cabellos, o en el reino de Maitreya, etc.
Los distintos reinos de las regiones moleculares y electrónicas resplandecen de felicidad.
Existen muchos maestros que ayudan a los difuntos que se lo merecen. Esos maestros tienen métodos y sistemas para orientar al Buddhata, a la Esencia, al Alma, en el trabajo de liberación por algún tiempo de los cuerpos lunares y del ego, para ingresar a los reinos de las regiones moleculares y electrónicas.
Es lamentable que el Alma, la Esencia, tenga que regresar a sus cuerpos lunares dentro de los cuales habita el ego. Tal regreso es inevitable para renacer en el mundo.
Son muy pocas las almas que logran la liberación intermedia (no se confunda ésta con la liberación final).
Toda alma, después de la muerte, puede ascender a los reinos de la felicidad de los mundos molecular y electrónico, o descender a los mundos infiernos del reino mineral, o reingresar inmediatamente o en forma inmediata en un cuerpo semejante al que había tenido antes.
Estos tres caminos del fatal puente de Chinvat están descritos muy sabiamente y con sorprendente claridad en la leyenda Zoroástrica:
“Todo aquél cuyas buenas obras excedan en tres gramos a su pecado, va al cielo; todo aquél cuyo pecado es mayor, al infierno; en tanto que aquél en el que ambos sean iguales, permanece en el Hamistikan, hasta el cuerpo futuro o resurrección”.
La ley del Karma, esa sabia ley que ajusta los efectos a las causas, se encarga de dar a cada cual después de la muerte lo que merece. Ley es Ley, y la Ley se cumple.
La liberación intermedia, la felicidad en los reinos de las regiones moleculares y electrónicas, tiene un límite, agotada la recompensa regresa la Esencia a los cuerpos lunares en donde mora el ego; luego viene el retorno, la reincorporación, la entrada a una nueva matriz.
El libro tibetano de los muertos dice: “Dirige tu deseo, y entra en la matriz. Al mismo tiempo emite tus ondas de donación (de gracia o de buena voluntad) sobre la matriz a la que vas a entrar (transformándola así) en una mansión celestial”.”.”.
Por estos tiempos son muy pocas las almas que ingresan a los distintos reinos de las regiones molecular y electrónica después de la muerte.
El ego, a través del tiempo, se ha complicado demasiado, se ha robustecido exageradamente, y por ello la Esencia, el Alma, está demasiado aprisionada dentro de los cuerpos lunares.
Por estos tiempos de crisis mundial, la mayor parte de las almas nacen en el infierno (reino mineral) para no retornar, o se reencarnan inmediatamente sin ascender a los reinos de los dioses.
La gran ley sólo le da al ser humano ciento ocho vidas, y esto nos recuerda al collar del Buddha con sus ciento ocho cuentas.
Si el ser humano no sabe aprovechar las ciento ocho cuentas del collar del Buddha, si el ser humano no logra auto-realizarse en estas ciento ocho vidas, nace entonces en los mundos infiernos de la naturaleza.
Normalmente todos los seres humanos descienden a los mundos infiernos conforme sus tiempos se van venciendo.
Al mundo han venido muchos profetas, Avataras, salvadores, que comprendiendo los terrores del abismo, han querido salvarnos, pero a la humanidad no le gustan los Avataras, los salvadores. A la humanidad no le interesa la salvación.
Esto de la auto-realización íntima sólo es posible a base de tremendos súper-esfuerzos, y a la humanidad no le gustan los súper-esfuerzos; las gentes sólo dicen: “Comamos y bebamos que mañana morimos”.
La auto-realización íntima no puede jamás ser el resultado de ninguna mecánica, aun cuando sea ésta de tipo evolutivo.
La ley de la evolución y su hermana gemela la ley de la involución son leyes puramente mecánicas de la naturaleza, que a nadie pueden auto-realizar.
Quien quiera auto-realizarse debe meterse por la senda del filo de la navaja, por el difícil camino de la revolución de la conciencia. Este camino es más amargo que la hiel, este camino no le gusta a nadie.
Es necesario que nazca el Maestro secreto dentro de nosotros, es necesario morir, el ego debe morir; es urgente sacrificarnos por la humanidad, esa es la ley del Logos Solar, él se sacrifica crucificándose en los mundos para que todos los seres tengan vida y la tengan en abundancia.
Nacer es un problema sexual, morir es cuestión de disolver el yo, sacrificio por la humanidad es amor.
Eso de permanecer 20 ó 30 años en la novena esfera, para tener derecho a nacer en los mundos superiores, eso de morir, disolver el querido yo, eso de sacrificarse por la humanidad, no le gusta a las gentes.
A la humanidad no le interesa la autorrealización íntima, y es claro que a nadie se le puede dar lo que no quiere.
A la gente lo único que le interesa es conseguir dinero, comer, beber, reproducirse, divertirse, tener poder, prestigio, etc.
Esto explica por qué son pocos los que se salvan: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
En el mundo abundan muchas gentes que aparentemente quieren autorrealizarse, para tener derecho a entrar al reino del esoterismo, pero esas gentes en el fondo lo que quieren es divertirse con estos estudios y eso es todo.
Esas gentes son mariposeadores que hoy están en una escuela y mañana en otra, no conocen el camino, y si lo llegan a conocer, en principio se entusiasman mucho y luego, cuando ya ven que el trabajo es serio, huyen espantados y buscan refugio en otra escuela.
La línea de la vida es la espiral, y la humanidad va descendiendo en cada reencarnación por la escalera en forma de caracol, hasta llegar a los mundos infiernos del reino mineral.
En el infierno (reino mineral) el tiempo es diez veces más largo, diez veces más lento y terriblemente aburridor; cada cien años se hace allí un pago de la deuda Kármica.
El descenso a los mundos infiernos es un viaje hacia atrás, involucionando en el tiempo, retrocediendo, pasando por estados animales, vegetales y minerales.
Al llegar al estado fósil, el ego y sus cuerpos lunares se vuelven polvareda cósmica.
Cuando el ego y los cuerpos lunares se vuelven polvo en el infierno, el Alma se libera, regresa al caos primitivo dispuesta a evolucionar nuevamente, subiendo a través de varias eternidades por los estados mineral, vegetal y animal, hasta volver a alcanzar el estado humano.
Quien no aprovecha las ciento ocho vidas, representadas por las ciento ocho cuentas del collar del Buddha, nace en los mundos infiernos.
Este es el Naraka hindú, situado debajo de la tierra y debajo de las aguas, el Aralu babilónico, la tierra del no retorno, la región de la densa oscuridad, la casa cuyos habitantes no ven la luz, la región donde el polvo es su pan y el lodo su alimento.
Este es el crisol de fundición, donde las formas rígidas, los cuerpos lunares y el ego, deben fundirse, reducirse a polvo, para que el Alma se libere.
El tiempo que el Alma ha de vivir en los mundos infiernos depende de su Karma. Es claro que aquellos terribles magos negros que desarrollaron el órgano Kundartiguador y los Chakras del bajo vientre, los luciferes, Anagarikas, Ahrimanes, etc., viven eternidades enteras, Mahamvantaras completos, en esas regiones infernales, antes de reducirse a polvo cósmico.
La gente común y corriente, la gente de todos los días, esos que no se auto-realizaron porque no les interesó la auto-realización, pero que no fueron decididamente perversos, sólo duran en los mundos infiernos de ochocientos a mil años.
Los castigos mayores son para aquellos que deshonraron a los dioses, los Bodhisattvas caídos, los Hanasmussianos con doble centro de gravedad, y para los parricidas y matricidas, y para los asesinos y señores de la guerra y maestros de magia negra.
El Libro Tibetano de los Muertos dice: “Al caer ahí tendrás que sufrir padecimientos insoportables, y donde no hay tiempo cierto de escapar”.
A los mundos infiernos no solamente entran los decididamente perversos, sino también aquellos que ya vivieron sus ciento ocho vidas y no se auto-realizaron:
“Árbol que no da fruto, cortadlo y echadlo al fuego”.
Los teósofos dicen que existen tres senderos de perfección, y Annie Besant escribió sobre estos tres senderos.
Los tres senderos reciben los nombres de Karma-Yoga, Jnana-Yoga, Bhakti-Yoga.
Karma-Yoga es el sendero de la acción recta.
Jnana-Yoga es el sendero de la mente.
Bhakti-Yoga es el sendero de la devoción.
Con Karma-Yoga vivimos rectamente, cosechamos mucho Dharma (recompensa), pero no fabricamos los cuerpos solares porque éste es un problema sexual.
Con Jnana-Yoga nos hacemos fuertes en meditación y yoga, pero no fabricamos los cuerpos solares porque éste es trabajo con el hidrógeno SI-12 del sexo.
Con Bhakti-Yoga podemos seguir la senda devocional y llegar al éxtasis, pero esto no significa fabricación de los cuerpos solares.
Existen escuelas que afirman la existencia de siete senderos, y hay algunas que dicen que existen doce senderos.
Jesús el Cristo dijo: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo hallan”.
Nunca jamás dijo el Maestro de Maestros que hubiera tres puertas o tres caminos. El solamente habló de una sola puerta y de un solo camino. ¿De dónde han sacado eso de los tres senderos de liberación? De dónde sacan otras escuelas aquello de las siete puertas o senderos de la liberación? ¿De dónde sacan otras organizaciones pseudo-ocultistas y pseudo-esoteristas aquello de los doce senderos?
Realmente sólo existe un solo camino y una sola puerta. Ningún ser humano sabe más que el Cristo y Él nunca habló de tres senderos, ni de siete, ni de doce.
El Camino tiene mucho del Karma Yoga y del Jnana y del Bhakti y de las siete Yogas, pero no existe sino un sólo camino, angosto, estrecho y espantosamente difícil.
El camino es distinto, opuesto a la vida rutinaria de todos los días. El camino es revolucionario en un ciento por ciento, está contra todo y contra todos. El camino es más amargo que la hiel. El camino es el de la revolución de la conciencia, con sus tres factores de nacer, morir y sacrificarse por la humanidad.
En el camino, el pobre animal intelectual debe convertirse en un ser diferente.
Son muy raros los que encuentran el camino, y más raros son todavía aquellos que no abandonan el camino. Realmente no todos los seres humanos pueden desarrollarse y tornarse diferentes.
Aun cuando esto parezca una injusticia, en el fondo no lo es; la gente no desea ser diferente, no le interesa, y a nadie debe dársele lo que no quiere, lo que no desea, lo que no le interesa.
¿Por qué habría de tener el hombre lo que no desea? si el pobre animal intelectual equivocadamente llamado hombre fuese forzado a convertirse en un ser diferente, cuando está satisfecho con lo que es, entonces sí habría de hecho una gran injusticia.
Es claro que todo en la naturaleza está sometido a la ley del número, medida y peso. Para todo ser humano existen ciento ocho vidas, y si no sabe aprovecharlas, el tiempo se vence y la entrada a los mundos infiernos se hace entonces inevitable.
La auto-realización íntima del hombre no puede ser jamás el resultado de la evolución mecánica de la naturaleza, sino el fruto de tremendos súper-esfuerzos, y a la humanidad no le gustan los súper-esfuerzos.
Samael Aun Weor