Y miré y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes” (Ap. 14: 1). El monte de Sión son los mundos superiores.
El número ciento cuarenta y cuatro mil, de aquellos que tienen el nombre de su Padre escrito en sus frentes, es cantidad simbólica y cabalística. 144,000 se descompone así:
1 + 4 + 4 = 9
Este número nueve es la novena esfera, el sexo.
Sólo con el Gran Arcano podemos ser salvos y recibir el nombre del Padre en la frente. El pueblo de Sión, es el pueblo de Israel (espiritual de Dios). Este pueblo está formado por todos aquellos que practican magia sexual (pueblo de castidad).
“Y oí una voz del cielo como ruido de muchas aguas (las aguas seminales), y como sonido de un gran trueno, y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas” (Ap. 14: 2).
“Y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro animales (de la alquimia), y de los ancianos; y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra (con gran sacrificio)” (Ap. 14: 3).
“Estos son los que con mujeres no fueron contaminados; porque son vírgenes (estos son los que aprendieron a refrenar la bestia para no eyacular el semen). Estos son los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero” (Ap. 14: 4).
“Y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios” (Ap. 14: 5).
“Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra y a toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo. Diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas” (Ap. 14: 6, 7).
“Y otro ángel le siguió diciendo: Ha caído Babilonia, aquella grande ciudad (Babilonia la grande, la madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la tierra: París, Roma, Londres, Berlín, Estados Unidos, etc., la presente civilización), porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación” (Ap. 14: 8).
“Y el tercer ángel los siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y toma la señal en su frente, o en su mano, éste también beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero” (Ap. 14: 9, 10).
Todos aquellos que adoran a la bestia de las pasiones y a su imagen (el intelectualismo sin espiritualidad), arderán en el abismo, entre el fuego y el azufre de sus propio deseos.
Es preferible pagar todo el Karma aquí mismo, en el plano físico, y nunca en los mundos internos. El Némesis, el Karma, por muy grave que sea en el plano físico, resulta muy dulce, si lo compararnos con el Karma en el plano astral y en el abismo.
“Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen reposo día ni noche, ni cualquiera que tomare la señal de su nombre” (Ap. 14: 11).
El intelecto puesto absolutamente al puro servicio del espíritu, es un instrumento preciosísimo para la Gran Obra del Padre. Un místico sin intelecto fracasa por falta de cultura. El intelecto puesto al servicio de la bestia es satánico. Del intelectualismo sin espiritualidad, resultan los bribones. Los bribones son exactamente la imagen de la bestia.
En el abismo los tenebrosos se atormentan unos a otros con sus odios, intrigas, calumnias, iras, codicia, lujuria, etc., y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Los santos saben esto, y por ello son pacientes.
“Aquí está la paciencia de los santos, aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús” (Ap. 14: 12).
“Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos: porque sus obras con ellos siguen” (Ap. 14: 13).
Cuando el hombre muere algo continúa: ese algo es el pensamiento. Todos los deseos, todos los pensamientos del deseo continúan, y eso ya está demostrado. La suma total de todos los valores mentales, continúa. La suma total de todos esos valores del deseo, constituyen el yo, el mi mismo, el ego, la individualidad. El yo se reencarna para satisfacer sus deseos.
Bienaventurados aquellos que mueren en el Señor; ellos entrarán en el nirvana para siempre. Todo aquél que decapita y disuelve al yo, muere en vida, muere en el Señor. Donde está el yo no puede estar la verdad. El Señor es la Verdad. El señor Budha nos Enseñó una esencia, una ley, y un fin.
La esencia es el Ens Seminis. La ley es el arcano A.Z.F. El fin es el nirvana. Así dijo el Budha:
“Si comprendes, ¡oh Kasyapa!, que todos los seres son de una misma esencia (el Ens Seminis), y que no hay más que una sola y única verdad (el Cristo), y vives de acuerdo con esta comprensión, alcanzarás el nirvana.
“El Tathagata da alegría al mundo entero, a semejanza de la nube que vierte sus aguas (el semen) sobre justos y pecadores (todos lo tienen). , Tiene los mismos sentimientos de compasión para el grande que para el pequeño; para el sabio que para el ignorante; para el virtuoso que para el pecador.
“La vasta nube preciada de agua la derrama en lluvia sobre prados y zarzales, montañas y valles, huertos y campos. Y todos beben el agua (semen) de lluvia, que es una misma esencia, y árboles, plantas y hierbas medran y florecen y fructifican cada cual según su especie y naturaleza. Arraigadas en el mismo suelo, todas las plantas de un campo o de un huerto, reciben la misma agua (semen) que a todas vivifica.
“El tathagata conoce ¡oh Kasyapa! la ley cuya virtud es el conocimiento y cuyo fin es la paz del nirvana (la ley del arcano A.Z.F.).
“Es el mismo para todos; pero no se manifiesta del mismo modo a todos sino a cada cual según sus necesidades. No les da a todos desde un principio la plenitud del conocimiento, sino que tiene en cuenta la predisposición de cada uno”. Antiguamente el arcano sólo se entregaba secretamente a los iniciados. El Budha Enseñó esa clave a sus discípulos bien preparados.
El que quiera morir en el Señor, debe lavar sus pies en las aguas de la renunciación. El señor Budha Enseñó la castidad como fundamento básico de la Iniciación.
Budha preguntó a sus discípulos así: “Decidme, ¡Oh discípulos!, ¿Cuándo un discípulo deja de serlo? Y Sariputra respondió: “El buen discípulo no debe quebrantar la castidad. Quien la quebranta no es discípulo de Sakya Muni”. Esto es textual del Evangelio del señor Budha transcrito de los Pitakas o Escrituras Sagradas del Budismo. Véase el texto del yogui Kharishnanda.
El Maestro Huiracocha entregó la Clave Suprema de la Castidad en Latín: Veámosla: “Inmissio membri virilis in vagina feminae sine ejeculatio Seminis”.
El que quiera morir en el Señor, debe practicar los Diez Mandamientos de la Nueva Era:
1° Amarás a tu Dios Interno y al prójimo como a ti mismo.
2° Estudiarás la Doctrina Secreta del Salvador del Mundo.
3° No vituperes jamás al prójimo, ni hables palabras inmodestas o vanas.
4° Deberás sacrificarte por amor a la humanidad, y amar a tus peores enemigos.
5° Debes obedecer la voluntad del Padre, así en los cielos como en la tierra.
6° No cometerás fornicación ni adulterio, en pensamiento, palabra y obra.
7° Lucharás contra el mundo, el demonio y la carne.
8° Deberás ser infinitamente paciente y misericordioso.
9° Practicaréis el arcano A.Z.F., con tu mujer.
10° Lavaréis tus pies en las aguas de la renunciación.
Con estos Diez Mandamientos moriréis en el Señor.
“Y miré, y he aquí una nube blanca y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda” (Ap. 14: 14).
“Y otro ángel salió del templo, clamando en alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está madura” (Ap. 14: 15). Ya llegó la hora.
“Y el que estaba sentado sobre la nube echó su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada” (Ap. 14: 16). Ya llegó la hora de segar.
“Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y otro ángel salió del altar, el cual tenía poder sobre el fuego, y clamó con gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra; porque están maduras sus uvas” (Ap. 14: 17, 18).
En el sexo está el poder del fuego. Del sexo salen ángeles y diablos, dioses y bestias. El hombre es el sacerdote, la mujer el altar.
En el sexo se siembra y en el sexo se cosecha. Si la cosecha es buena, es cosecha de dioses. Cuando la cosecha es mala, se pierde en el abismo. El sabio cabalista norteamericano Manly H. Hall, citado por el gran Maestro de la Logia Blanca, Dr. Francisco A. Propato, dice en su libro sobre Anatomía Oculta del Hombre, lo siguiente: “Aquellos que sean incapaces de levantar el fuego de la médula espinal, a través del canal de Susumná, serán arrojados a un reino lateral, semejante al de los simios (changos o monos) actuales”.
“Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó la uva en el grande lagar de la ira de Dios”. Este versículo 19 del Capítulo 14 de Apocalipsis, es definitivo.
El ángel echó toda la uva de la cosecha en el grande lagar de la ira de Dios. La Gran Logia Blanca sabe que la evolución humana en la tierra está perdida. La evolución humana fracasó totalmente y la humanidad se hundió en el abismo.
“Y el lagar fue hollado fuera de la ciudad y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil y seiscientos estadios” (Ap. 14: 20). Esta cantidad cabalística se descompone así:
1 + 6 = 7
La raza humana expiará con supremo dolor todas sus maldades. Los tres seres inefables de este Capítulo 14 del Apocalipsis, corresponden a los tres aspectos de la humanidad: mundo, familia y hombre. Los tres ángeles del Altísimo castigan al pueblo, a la familia y al hombre.
Ley es ley, y la ley se cumple. Los tres obedecen al Hijo del Hombre. El Señor de todo Poder está sentado en una nube de gloria.
El Señor de toda Perfección tiene en su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz aguda.