La vida es una serie de acontecimientos o sucesos acompañados de su correspondiente estado de conciencia; cada uno de nosotros en la búsqueda de la verdad, en la búsqueda de si mismo, en la búsqueda del camino de la espiritualidad, de la autorrealización, esta accionado por causas ocultas impelentes.
Podemos diferenciar, en esa búsqueda afanosa de la realización, varios caminos relacionados con diferentes niveles de desarrollo interior. Todos los caminos, más o menos largos, más o menos duros, se esfuerzan por conducir al hombre hacia una misma dirección que es la autorrealización.
La realización, la inmortalización, no es una propiedad con la que nacen los seres, pero si pueden conquistarla. Los caminos son explicados de la siguiente manera:
1.- El camino del fakir.
2.- El camino del monje.
3.- El camino del yogui.
4.- El camino recto.
1.- EL CAMINO DEL FAKIR.
Al escuchar esta palabra nos ubicamos inmediatamente en el oriente, particularmente en la enigmática y misteriosa India. En Persia el término “fakir” significa mendigo o mendicante. En la India los juglares, los saltimbanquis, se denominan a sí mismos fakires. Los europeos le dan el nombre de fakires a los yoguis, lo mismo que a los monjes errantes de diferentes órdenes.
Este camino largo, difícil y dudoso, es el de la lucha espantosa por desarrollar en sí mismo la fuerza de la voluntad física, vencer el dolor, lograr el poder sobre el cuerpo, objetivo que se consigue a través de sufrimientos, pasando por durísimas pruebas.
Todo el camino del fakir está hecho de ejercicios físicos increíblemente penosos. Se mantienen de pie en la misma posición, sin movimiento, alguno, durante horas, días, meses y años; o bien, sentados sobre una piedra desnuda bajo un sol implacable, bajo la lluvia, en la nieve, etc.; mantiene los brazos extendidos por tiempo indefinido o bien se torturan con fuego o con un hormiguero en el que ponen sus piernas desnudas, y así sucesivamente.
En 1902 el fakir Agastiya de Bengala, India alzó un brazo en forma recta por encima de su cabeza. Agastiya era un hindú para quien todos los placeres y dolores del cuerpo eran maya, una mera ilusión, Agastiya adoptó esa postura peculiar para la mente occidental partiendo de una convicción religiosa.
Durante los tres primeros meses después de haber adoptado esa postura, se experimentan dolores terribles a menos que uno verdaderamente sea un maestro del poder de la mente sobre la materia. Después de tres meses sin embargo mantener el brazo levantado es, en comparación, un juego de niños; ya para entonces el miembro está absolutamente rígido, con muy poca o ninguna circulación sanguínea. El brazo de Agastiya no cumplía absolutamente función alguna excepto por la palma, donde un pájaro había construido su nido. La articulación del hombro había quedado soldada de tal modo que aun cuando Agastiya hubiera querido bajar el brazo, no hubiera podido hacerlo. Ni siquiera la muerte del fakir, ocurrida en 1912, logró que el brazo descendiera a descansar en su costado. Cuando Agastiya fue depositado en su fosa para su último descanso, el brazo seguía extendido y con la palma abierta.
Otro fakir se había mantenido día y noche, durante 20 años sobre la punta de los dedos de los pies. Ya no podía enderezarse ni desplazarse, sus discípulos lo transportaban, lo llevaban al río, donde lo lavaban como a un objeto.
Si el fakir no se muere, desarrolla en él lo que puede llamarse voluntad física, pero esto no significa la creación del cuerpo de voluntad consciente o cuerpo causal.
Además sus funciones emocionales, intelectuales, etc., permanecen sin desarrollo. Ha desarrollado efectivamente, su voluntad física, pero no tienen en que poderla aplicar, no puede hacer uso de ella para adquirir el conocimiento o perfeccionarse a sí mismo. Por lo general esta demasiado viejo para iniciar un nuevo trabajo.
Algunos de ellos no siguen este camino por sentimientos religiosos o porque comprendan las diferentes posibilidades de desarrollo interior, sino por simple imitación causada por el impresionismo al ver a otros fakires. Muchos de ellos se entregan a un ascetismo fanático tanto el Oriente con en el Occidente del mundo por que quieren pagar con dolor sus malas acciones o su incapacidad de vencer las tentaciones; para ello se flagelan sin misericordia, aman el dolor por el dolor mismo, ignoran que el cuerpo físico es el templo del Dios vivo. Nadie se realiza con el dolor, por que el dolor es el yo.
Bien vale la pena además, comentar lo que al respecto dice el Bhagavad Gita, el canto del Señor, libro sagrado Indostánico: “Los hombres que practican severas austeridades no recomendadas por las escrituras, sólo por ostentación o egoísmo, esos apegados y concupiscentes, desprovistos de sensatez, torturan a todos los órganos del cuerpo, y a mi también que moro dentro del cuerpo. ¡Conócelos, son de propósitos demoníacos!”.
2.-EL CAMINO DEL MONJE.
Este es el camino de la fe, del sentimiento religioso, y de los sacrificios. Es un estado de conciencia en el cual se trata de desarrollar el sentido devocional, el aspecto emocional del ser.
El trabajo del monje se concentra en su sentimientos, sometiendo sus otras funciones a la fe. Tengamos en cuenta que la fe en sí misma y por si misma es conciencia despierta. Existen dos tipos de fe: Una, que mueve un estado de emoción basado en la creencia; otra, la que se basa en las experiencias místicas directas, por ello no se necesita creer ni dudar.
En cuanto al camino del monje se refiere, éstos desarrollan la voluntad sobre sus emociones, pero sus demás facultades pueden quedar sin desarrollo. Para que la fe sea un puente seguro hacia la liberación, deben también cultivarse las capacidades físicas e intelectuales, lo que se realizará a base de nuevos sacrificios y austeridades. “Un monje tiene que llegar a ser un yogui y un fakir”.
Son muy escasos los monjes que llegan lejos; más escasos aún los que triunfan sobre todas las dificultades que impone el camino real; pues la iniciación la da la diosa Isis (la divina madre), el fundamento alquimista que enseña a profundidad la doctrina gnóstica.
3.-EL CAMINO DEL YOGUI.
El centro de gravedad del camino del yogui reside en la mente, en el desarrollo psíquico. No obstante existen diferentes ramas del yoga.
Tenemos el Bhakti-yoga, o sea el yoga de la devoción. Este desarrolla la parte mística, la devoción elevada, y puede darnos iluminación, mas no lleva a la autorrealización intima del ser.
Existe el Gnana-yoga, o sea el yoga mental. El Gnana se esfuerza en el conocimiento de sí mismo; conoce las distintas disciplinas de la mente, logra estados de Shamadhi, más no la Autorrealización.
Encontramos también el Raja-yoga. Objetivo de ese yoga es el desarrollo de los chakras, de los poderes ocultos, etc. Se logra cierto desarrollo, no hay duda, pero eso no es Autorrealización.
Por la naturaleza de las prácticas empleadas por los yoguis no hay duda de que desarrollan ciertos poderes psíquicos como relajación mental, concentración (es muy sabido el poder de la telequinesia, es decir, mover objetos a distancia con la fuerza metal), telepatía, poderes hipnóticos, etc. Pero si se olvidan de la doctrina de los muchos yoes, esto puede conducir a la paranoia o delirios de grandeza, sienten que han alcanzado la auténtica maestría, mas esto sólo conduce al desarrollo de siddhis o poderes inferiores.
El yogui trabaja en el conocimiento de la dualidad de la mente y no hay duda de que alcanza estados sublimes, pero esto no significa la creación del legítimo mental.
Existe lo que podríamos llamar Agni-yoga o yoga del fuego interior, o Kundalini-yoga. Este nos lleva a las puertas mismas del cuarto camino.
4.-EL CUARTO CAMINO.
El cuarto camino engloba a los otros tres. Este camino es la real senda del filo de la navaja, la Doctrina Gnóstica.
El fakir busca el dominio total sobre lo corporal. El monje pretende el desarrollo del sentimiento, el yogui persigue la perfección de la mente, trascendiendo la dualidad característica en que esta se debate, haciéndola apta para recibir el conocimiento. Más el cuarto camino, el camino del hombre equilibrado, conduce a la perfección y armonioso desarrollo de todos los centros de la máquina humana, a través del despertar de la conciencia, trabajando con el cuerpo físico simultáneamente con las emociones y los pensamientos.
Toda una serie de ejercicios paralelos sobre estos tres niveles: físico, anímico y espiritual sirven a esta meta.
Así el cuarto camino enlaza y resume el trabajo con los otros tres en perfecto equilibrio.
El cuarto camino es la senda del matrimonio perfecto, la vía del ser inteligente, del que estudia la kábala y la alquimia empleándolas en la realización armoniosa de todas sus infinitas posibilidades, quedando sintetizadas en el despertar de la conciencia, basado en la desintegración del yo psicológico.
El cuarto camino se fundamenta en la transmutación de las energías creadoras logrando el desarrollo del fuego interior, el avance esta determinado por la disolución del ego y el sacrificio por la humanidad.
Este camino no exige que la persona se retire del mundo, o que abandone todo contacto con los seres, las cosas y los eventos, sino que requiere una preparación adquirida en el gimnasio psicológico de la vida práctica. Esta vía comienza mucho más lejos que la del yogui. Su centro de gravedad reside directamente en la conciencia o esencia anímica. Es necesario estar preparado para entrar al cuarto camino. El hombre que quiere seguir este sendero tiene que reunir en su vida condiciones favorables al trabajo, o por los menos aquellas que no lo hagan imposible; porque es necesario convencerse de que tanto en la vida exterior como en la interior, ciertas condiciones pueden constituir barreras infranqueables para el cuarto camino. Este camino es mucho menos conocido que los otros tres tradicionales. El cuarto camino es muy exacto y mucho más perfecto que los otros tres.
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