El verdadero Lucifer de la doctrina arcaica es, por antítesis, edificante y esencialmente dignificante, todo lo contrario de lo que los teólogos, cual Des Mousseaux y el marqués de Merville suponen, pues es ciertamente la alegoría de la rectitud, el símbolo extraordinario y maravilloso del más alto sacrificio (el Christus-Lucifer de los gnósticos) y el Dios de Sabiduría bajo infinitos nombres.
Xolotl-Lucifer-Prometeo es uno con el Logos platónico, el Ministro del Demiurgo Creador y Señor resplandeciente de las siete mansiones del Hades, del Shabbath y del mundo manifestado, a quien están encomendadas la Espada y la Balanza de la Justicia Cósmica, puesto que él es, indubitablemente, la norma del peso, de la medida y del número. El Horus, el Brahma, el Ahura Mazda, etc., siempre Inefable.
Lucifer-Xolotl, el Doble de Quetzalcoatl, es el Guardián de la Puerta y de las llaves del Lumisial para que no penetren en él sino los ungidos que poseen el secreto de Hermes.
Quienes maldicen temerariamente al Lucifer nahua, se pronuncian contra la cósmica reflexión del Logos, anatematizan al Dios vivo manifestado en la materia y reniegan de la siempre incomprensible Sabiduría que se revela por igual en los contrarios de luz y tinieblas.
La gloria de Satán es la sombra de Adonai y el trono de Satán es el escabel del Señor.
Semblanza, parecido, similitud; sol y sombra; día y noche; Ley de los contrarios.
Dos son los ejércitos del Logos o Demiurgo Arquitecto del Universo: En los ámbitos sublimes, las aguerridas huestes de Miguel, y en el abismo del mundo manifestado, las legiones de Satán. Ostensiblemente, éstos son: El Inmanifestado y el Manifestado, el virginal y el caído en la generación animal.
Incuestionablemente, sólo sobre Satán, jamás sobre el Logos, recae la vergüenza de la generación; aquél perdió su elevado estado virginal de Kumara cuando comió del fruto prohibido.
Con la resurrección esotérica, el Lucifer nahua reconquista el estado virginal de Kumara.
La piedra angular de la Gran Obra es Lucifer-nahua. Sobre esta piedra maestra, ubicada por los sabios en el fondo mismo de nuestro sistema sexual, el gran Kabir Jesús edificó su Iglesia.
La piedra bruta, antes de ser tallada para la Gran Obra, es ciertamente impura, material y grosera; motivo intrínseco por el cual recibe el nombre de Diablo.
Reiterar suele ser a veces indispensable. Se hace impostergable comprender integralmente que cada uno de nosotros tiene su Xolotl-Lucifer particular, reflexión completa de su Logoi específico. Lucifer-Xolotl, con la figura azteca del luciférico perro, terror de muchas gentes, suele entrar en el espacio tridimensional de Euclides para hacerse visible y tangible en el mundo físico.
El Conde Gaspar Moir de Loca, ínclito señor de los tiempos idos, cuenta como se comportaba Prestigiar, el extraño perro del Doctor Fausto.
Negro can de largos pelos y penetrante mirada; indubitablemente era muy inteligente.
Una noche cualquiera, cuando el perro quería acostarse en el centro reluciente de la suntuosa mansión, en presencia del Conde, Fausto, dirigiéndose a Prestigiar, le dijo cierta palabra cuya honda significación no comprendió aquel perínclito varón, y el citado animal, con el rabo entre las piernas, salió de la recámara.
Extraño comportamiento de un can que al Conde, francamente, no le pareció muy natural.
El Doctor Fausto, sonriendo, preguntó a su amigo qué le había parecido su perro; éste, respondiendo claramente y sin ambages, dijo que gustosamente volvería a verlo.
Llamado por su amo, aquel can de las Mil y Una Noches, brincó dentro del recinto y saltó luego sobre un rústico banco.
Los ojos de aquella criatura parecían ascuas de fuego ardiente; tenía ahora un aspecto terrorífico. Cuando el Doctor Fausto acarició su lomo, el pelo de tan misterioso can cambió de color; tornóse blanco, después amarillo y por último rojo.
El Conde, hombre muy prudente, prefirió guardar un respetuoso silencio; posteriormente resolvió hablar de cualquier otra cosa.
En consecuencia, el perro participa de la magia.
Generoso animal que en los tiempos antiguos fue siempre consagrado al Dios Mercurio.
Resulta patente el alto honor que los viejos Hierofantes del antiguo Egipto concedían al perro.
El austero Guardián del Templo de Esculapio, en la Roma augusta de los Césares, era siempre un perro.
Hablando francamente y sin ambages, debo afirmar en forma enfática que resulta paradójica la crucifixión del perro.
Bien saben los Divinos y los humanos que cada año una de estas preciosas criaturas era crucificada… Castigo implacable para los perros por el delito de no haber advertido a los romanos la llegada de los galos.
Los perros sagrados del Templo de Vulcano, en el Etna, eran siempre cuidados religiosamente. No olvidemos jamás que Cerbero, el perro guardián de los infiernos, acariciaba a los que entraban y devoraba despiadadamente a los que intentaban salir.
Antro espantoso donde aulla Cerbero, prodigio de terror que con sus ladridos, sus tres enormes cabezas chatas y su cuello rodeado de serpientes, llena de espanto a todos los difuntos.
Dice la leyenda de los siglos que Cerbero fue adormecido por la Lira de Orfeo cuando éste descendió al Tartarus para buscar a Eurídice.
Indubitablemente, la Sibila también adormeció a Xolotl-Lucifer-Cerbero con una pasta de miel y de adormidera.
Es conocida la intervención extraordinaria de Cerbero en toda Liturgia de tipo funerario.
En las sepulturas reales de los antiguos tiempos se ponía la figura de un perro bajo los fríos pies del muerto; símbolo infernal profundamente significativo.
No olvidemos jamás al Lebrel, can grande de Della Scala, Señor de Verona y bienhechor del Dante.
Este no se alimenta de tierra ni de peltre, sino de Sabiduría, de Amor y de Virtud.
Muchos otros animales participan de la Alta Magia: El cuervo, símbolo de corrupción y muerte de todos los elementos inhumanos que llevamos dentro; la blanca paloma que alegoriza a la pureza y a la castidad como así también al Tercer Logos; el águila amarilla que advierte al alquimista la proximidad del triunfo; el faisán rojo, que junto con la púrpura de los Reyes, anuncia al sabio la consumación total de la Gran Obra.
El enigmático y poderoso Doctor Fausto, venerabilísimo y xorable Maestro, ínclito tahar, vivía agradable y confortablemente como persona muy acomodada. Concedía a los animales un papel oculto y gustaba rodearse de ellos porque los asociaba a sus prodigios.
Por aquellos tiempos -1528- de rancia nobleza, de variados títulos notabilísimos y sangre azul, Fausto, en la Corte de Praga realizaba extraordinarios prodigios.
Telendo, cierto gentil hombre que moraba dichoso en una resplandeciente mansión, en buena hora llamada “El Ancora”, en la calle del Castillo, en Erfurt (lugar donde frecuentemente se hospedaba el Doctor Juan Fausto, encantador y mago), celebró una gran fiesta.
Mas sucedió que los señores del convite, ante la dorada mesa, reclamaron a Fausto a grito pelado. El anfitrión de la regia morada les declaró que Fausto, el hombre de la maravillosa ciencia, estaba en Praga.
Empero, alegres del vino, no por eso el estrepitoso capul dejaba de llamar a Fausto con insólita vehemencia, suplicándole que acudiera al festín.
En aquellos instantes alguien golpea en la puerta del espléndido alcázar. El doméstico vio a través del lucernario del primer piso que Fausto estaba al lado de su caballo, ante la puerta, como si acabara de apearse, y hacía signo de que le abrieran.
El fámulo corrió a avisar al amo, que se rió estrepitosamente declarando que eso era imposible puesto que el Doctor Fausto estaba en Praga.
Repite Fausto su llamado ante el umbral de la rica mansión. El Señor de la morada miró a su vez: ¡Era él! Con ese imperativo categórico que caracterizaba a los Señores feudales, ordenó abrir y brindarle magnífico recibimiento.
El Doctor Juan Fausto ocupó su lugar en la mesa del festín ante el asombro general de los convidados.
El espléndido Señor de aquella morada, maravillado en gran manera, ciertamente no pudo resistirse al deseo de preguntar a Fausto cómo había podido venir tan rápido desde Praga.
“-Se lo debo a mi caballo, respondió. Como los señores, vuestros huéspedes, deseaban verme tan vivamente y me llamaban, he querido rendirme a sus deseos y aparecer en medio de ellos, aunque no pueda quedarme mucho tiempo porque es preciso que mañana al amanecer esté en Praga.”
El regio banquete fue muy alegre, el Doctor ejecutó con gran éxito sus habituales prodigios y hasta hubo derroche de vino y sortilegios…
No está demás recordar en estas cuartillas el coro de las alegres liras, las copas labradas, el vino negro, los hirvientes vasos cuyos bordes brillaban cual collar de prismas…
El vino negro que a la sangre enciende y pone al corazón alegre, fruto fermentado de la vid que tanto inspira a los bardos melenudos…
En medio del bullicio y de la fiesta, clamó con gran voz Juan Fausto, proponiendo que se gustaran también los vinos extranjeros.
Y dicen los que lo vieron, que de entre un exótico recipiente improvisado manaron entonces caldos de distintas cosechas, milagro Faustino muy similar al de las Bodas de Caná en Galilea.
Mas de pronto, en forma inusitada, el hijo del anfitrión penetró en la estancia con el rostro visiblemente contrariado: “-¡Señor Doctor! -dijo-, su caballo está comiendo a rabiar… Preferiría dar de comer, pienso, a diez o veinte caballos que sólo al suyo. Ya me ha devorado más de dos celemines de avena que tenía preparados, pero sigue esperando frente al pesebre y mira a su alrededor a ver si viene otro.”
Los convidados rieron todos, no con la sonrisa sutil de Sócrates sino con la carcajada estruendosa de Aristófanes.
El joven, inmutable, prosiguió diciendo: “-Quiero mantener mi palabra y lo hartaré aunque para ello arriesgue varias medidas de avena.”
Fausto respondió que era inútil, que su caballo había comido bastante, pero que se tragaría toda la avena de la tierra sin sentirse harto.
Incuestionablemente, aquel brioso corcel era, fuera de toda duda, el mismo Lucifer nahua, el extraordinario Mefistófeles metamorfoseado en bestia halada.
Mefistófeles-Xolotl-Lucifer, convertido a veces por obra de magia en caballo volador, cual el Pegaso de los poetas coronados, transportaba a Fausto rápidamente por entre la cuarta dimensión cuando era necesario.
La orgía continuó tremenda hasta la media noche. Entonces el caballo relinchó. “-Es preciso que me marche ahora.” -exclamó el sabio.
Empero, los del convite, desbordantes de risa y de contento, le retuvieron suplicantes y de inmediato no pudo marcharse.
Por segunda vez, y luego por una tercera, relinchó espantosamente el caballo. El Doctor Juan Fausto en modo alguno debía desobedecer; se despidió, pues, de sus amigos, hizo que le trajesen su brioso corcel, lo montó con presteza y luego subió por la calle del Castillo.
Cuentan por ahí, dice la leyenda de los siglos, que cuando hubo pasado tres o cuatro casas, el caballo se lanzó por los aires y se perdió de vista el Caballero sobre su diabólica montura.
Indubitablemente, el Doctor Juan Fausto, encantador y mago, estuvo de vuelta en Praga antes de que amaneciera.
El Doctor Fausto, al decir de la crónica de Erfurt, dejó ciertamente un vivo recuerdo. Todavía existe la famosa casa “El Ancora”, así como un callejón que lleva el nombre del mencionado sabio. Al concluir este capítulo me viene a la memoria el caso insólito de los sesenta hechiceros de Moctezuma viajando con el poder de Lucifer por entre la cuarta vertical, hacia la tierra de sus mayores, la Mansión imperecedera.