El gnosticismo, una corriente de pensamiento religioso y filosófico que floreció en los primeros siglos de la era cristiana, se caracteriza fundamentalmente por su estudio del dualismo. Esta cosmovisión radical postula una separación tajante y antagónica entre dos realidades primordiales: el Espíritu o Pneuma, y la Materia. Comprender esta dicotomía es esencial para adentrarse en la compleja teología gnóstica y su búsqueda de la Auto–Gnosis, el conocimiento liberador.
El dualismo es un principio central de nuestro sistema de conceptos, postula una división fundamental entre un reino espiritual perfecto y un mundo material imperfecto. Este concepto se explora en varios textos gnósticos, veamos:
Textos Clave que Resaltan el Dualismo Gnóstico:
La Biblioteca de Nag Hammadi
Esta colección de antiguos textos gnósticos descubierta en Egipto contiene numerosos escritos que elaboran su visión dualista del mundo. Ejemplos notables incluyen:
- El Apócrifo de Juan: Este texto describe vívidamente la creación del mundo material por un Demiurgo, contrastándolo con el Dios supremo y el reino espiritual.
- El Evangelio de Tomás: Aunque principalmente es una colección de dichos, algunos dichos reflejan el desdén gnóstico por el cuerpo material y el mundo.
- El Evangelio de Felipe: Este texto discute explícitamente la separación entre los reinos espiritual y material, utilizando metáforas como “el invierno es este mundo, el verano es el otro… el reino eterno”.
- Pistis Sophia: Este complejo texto narra la caída de Sofía y su aprisionamiento en el mundo material, resaltando la visión gnóstica del mundo material como un lugar de sufrimiento y oscuridad del cual se busca escapar.

En el corazón del dualismo gnóstico yace la fe en un Dios Trascendente, un ser supremo, perfecto, inmutable e inefable, que reside en un reino de luz pura conocido como el Pleroma. Este reino espiritual es la morada de la Divinidad Suprema y de sus emanaciones, los Aeones, regiones espirituales que representan diferentes aspectos del cosmos multidimensional y la naturaleza divina. El Pleroma es una región divinal origen y fuente de toda vida, de unidad, armonía y plenitud, donde reina la verdad, la bondad y la eternidad.
En contraposición a este reino divino, se encuentra el Mundo Material, la realidad física, imperfecta, mutable y sujeta a leyes que se aplican a todo ser vivo. La creación de este mundo no se atribuye al Dios Trascendente directamente, sino al Demiurgo, quien es a menudo identificado con el dios creador del Antiguo Testamento.
En las páginas web y robots generadores de contenido como: Gemini y Chatgpt se ha infiltrado la idea de que este demiurgo es un ser ignorante o incluso malicioso, que creó el cosmos material por error o por deseo de poder, sin conocer la verdadera naturaleza divina. Eso es falso! Nosotros los Gnósticos de todos los tiempos no somos fanáticos de las corrientes “bien y mal” y jamás cometeremos el error de culpar a DEMIURGO ARTESANO por nuestras propias culpas y fallas psicológicas a lo largo de nuestras existencias. Sabemos muy bien que existir en este universo fenoménico representa para la esencia una maravillosa oportunidad de auto realización, y no pensamos que por decreto estaremos esclavizados al universo y sus leyes para siempre.
Existe en nosotros el Demiurgo creador en potencia y sabemos aprovechar su impulso para crear nuestros vehículos y facultades internas necesarias para asir la verdad y llegar al Padre.
El mundo material, por lo tanto, puede ser considerado una prisión para el Pneuma o átomo divino que reside en los seres humanos. Estas chispas de luz, fragmentos del Pleroma, viven atrapadas en cuerpos materiales, sumidas en la ignorancia y el olvido de su origen celestial. Los yoes obstinados y perversos son la causa de la ignorancia.
En el concepto del Dualismo, la materia, en sí misma, es vista como opuesta a la pureza del espíritu: Angeles y Demonios, bien y mal, luz y tinieblas siempre en eterna disputa por ganar almas, sometiéndonos al sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
La salvación de Sofía en el gnosticismo, no reside en la “fe” o las buenas obras nada más, sino en la Auto Gnosis, un conocimiento intuitivo y experiencial de la verdad divina. A través de la Gnosis con sus tres factores definidos, el individuo puede despertar su Pneuma dormido, recordar su origen cósmico divino y comprender la naturaleza ilusoria y opresiva del ego y el mundo material. Este auto conocimiento liberador permite al gnóstico verdadero trascender las limitaciones de la materia y emprender el camino de regreso al Pleroma, al reino de la luz y la plenitud.
El dualismo gnóstico tiene profundas implicaciones en el origen, desarrollo y destino de las Almas.
Los gnósticos antiguos distinguen entre diferentes tipos de seres:
- Los pneumáticos, que poseen el Pneuma o esencia divina latente y tienen la capacidad de alcanzar la plenitud Pleromática por medio de la Auto Realización Intima y se les asignan 108 vidas en cuerpos humanos para conseguirla.
- Los seres psíquicos en desarrollo, que no tienen cuerpo físico y viven en los reinos inferiores, y despues de alcanzar el nivel de humano se les presenta la oportunidad de la conquista del Ser.
- Los hílicos, que están completamente atrapados en la materia, en la rueda del Samsara con su aspecto involutivo y destinados a la desintegración total de los valores psíquicos.
En resumen, el dualismo gnóstico plantea una visión del universo dividido en dos reinos antagónicos: el reino espiritual de luz y perfección, y el mundo material de oscuridad e imperfección. La Gnosis se presenta como el medio para despertar el Pneuma divino atrapado en la materia y lograr la salvación, el retorno al hogar celestial. Este enfoque en el conocimiento interior y la liberación del mundo material sigue siendo un tema fascinante y relevante para aquellos que buscan comprender las profundidades de la vida y espiritualidad humana.
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