Pasada la noche cósmica del periodo solar, se inició el alba del periodo lunar. El universo solar se condensó en materia etérica. La vida recapituló todos los estados de los pasados periodos cósmicos y después de esos procesos de recapitulación, se inició en nuestra etérica tierra, llamada tierra-luna, el periodo lunar en toda su plenitud. Los hombres de la época lunar eran pequeños de estatura y sus cuerpos eran de materia etérica. Construían sus casas bajo tierra, aunque sobre la superficie ponían techos análogos a los techos de nuestras actuales casas. Negociaban, trabajaban y se divertían lo mismo que nosotros, sus poblaciones urbanas eran pequeñas y estaban conectadas como las nuestras con caminos y carreteras.
Tenían también automóviles semejantes a los nuestros y las montañas eran transparentes como el cristal y de un color azul oscuro muy hermoso; ese es el color azul que nosotros vemos en las lejanas montañas, ese es el éter. Toda nuestra antigua tierra era de ese bello dolor.
Los volcanes estaban en incesante erupción y había más agua que en nuestra época actual; por donde quiera se veían lagos inmensos y mares dilatados… En ese período lunar vemos a Belcebú viviendo en una enorme casa construida bajo tierra. Allí instruía a sus discípulos en un amplío salón, vestía túnica de rayas negras y rojas y usaba turbante y capa de ese mismo color, era un mago negro de cuerpo alto y robusto. Todos los Chelas negros lo veneraban profundamente.
La flora y la fauna de ese tiempo era muy diferente a la nuestra: allí vemos clarividentemente vegetales minerales, es decir: semi-vegetales, semi-minerales, vegetales semi-animales, etc., es decir, los tres reinos de la naturaleza no estaban completamente definidos como ahora: en esa época un reino se confundía con otro. Había entre los árboles una marcada tendencia a tomar con sus ramas y hojas las formas cóncavas lo cual los hacia semejantes a gigantescos paraguas. Se adivinaba a través de todo lo existente una marcada tendencia a inclinarse “hacia abajo”, es decir, hacia la condensación de nuestra tierra actual. La naturaleza es una viviente escritura por donde quiera, y con esa viviente escritura escribe sus designios.
Vemos en cambio ahora en nuestra época actual del siglo XX una marcada tendencia del hombre a construir elevados edificios y aviones cada vez más rápidos etc. Nuestros actuales arbustos no quieren inclinarse sino subir hacia el sol, hacia arriba, y es que nuestra tierra ya llegó al máximo de condensación material y ahora anhela subir nuevamente, volver a “eterizarse”… En realidad el éter está inundando el aire y eterizando la tierra cada vez más, y al final de la gran raza aria, el éter se hará totalmente visible en el aire, y entonces las criaturas que viven en el éter compartirán con el hombre todas sus actividades.
En el período lunar los cuerpos físicos de nuestra actual humanidad llegaron a un mayor grado de perfección y entonces recibimos el cuerpo astral. Los hombres de hoy éramos los animales del período lunar, y los ángeles y los demonios de los antiguos períodos flotaban en la atmósfera etérica de nuestra tierra-luna: eran visibles y tangibles para toda la humanidad. El hombre percibía tras el fuego de los volcanes en erupción, a los arcángeles (arcangeloi) o criaturas del Fuego y tras de todas las formas existentes a los señores de la forma. Los hijos de la vida regulaban las funciones vitales de todo lo existente y las criaturas elementales de los 5 elementos de la naturaleza convivían con los hombres.
Fueron los señores de la sabiduría quienes nos dotaron de cuerpos astrales, y fueron los señores de la personalidad los que nos dotaron de esta personalidad que hoy en día miran con tanto desprecio los teosofistas.
Al finalizar aquel gran periodo lunar, los íntimos de la actual humanidad recibieron el cuerpo del espíritu humano, llamado cuerpo de la voluntad, que tanto desprecia Krishnamurti.
Voluntad es el poder con el cual dominamos nuestras pasiones y nos convertimos en dioses.
Al cumplir con la ley del alquimista gnóstico, de introducir el miembro en la vagina y retirarlo sin derramar el semen, el fuego de la pasión se transmuta en luz astral y entonces el cuerpo astral se robustece y se llena de luz resplandeciente, y todos los frutos esplendentes de ese maravilloso organismo astral se sumen dentro del cuerpo de la voluntad y lo embellecen. El fuego de la castidad es el fuego del Espíritu Santo, y el cuerpo del Espíritu Santo es el cuerpo de la voluntad, llamado mente abstracta, cuerpo causal: en realidad, este es el cuerpo de la mente abstracta que al inundarse en fuego por medio de la magia sexual, se convierte en el fuego del Pentecostés, y el hombre extático parla embriagado del Espíritu Santo en todos los idiomas, cosas inefables, dice textualmente la Santa Biblia Gnóstica.
“Y como se cumplieron los días de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino un estruendo del cielo, como de un viento recio que corría, el cual hinchó toda la casa donde estaban sentados. Y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego que se asentaron sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el espíritu les daba que hablasen” (Capítulo 2 de los hechos de los apóstoles. Versículos 1, 2, 3 y 4).
Jehová, el Espíritu Santo, vela por el cuerpo del Espíritu Santo en nosotros. Este fue el mayor iniciado de la época lunar. Al finalizar aquel gran período la humanidad se dividió en ángeles y luciferes, pues muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Max Heindel y Steiner sostienen en sus obras que toda la humanidad se salvará, y ello se debe a la ignorancia de esos autores. Los versículos 23, 24, 25, 26, 27 y 28 del capítulo 13 de Lucas dicen textualmente: “Y díjole uno: ¿Señor, son pocos los que se salvarán?; y él les dijo: “Porfiad a entrar por la puerta angosta: porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán”.
“Después que el padre de familia se levantare y cerrare la puerta, y comenzareis a estar fuera y llamar a la puerta diciendo: Señor, Señor, ábrenos: y respondiendo os dirá: no os conozco de donde seáis”.
“Entonces comenzaréis a decir delante de ti, hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste”.
“Y os dirá: dígoos que no os conozco de donde seáis: apartaos de mí, obreros de iniquidad”. “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham y a Isaac y a todos los profetas en el reino de Dios y vosotros excluidos”.
Llegada la noche cósmica del período lunar, Jehová y sus ángeles, Lucifer y sus demonios, se retiraron del escenario cósmico y la naturaleza toda entró en profundo reposo.
Aun Weor