El Trono en el Cielo

Después de estas cosas miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo (la puerta de la glándula pineal); y la primera voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de ser después de éstas. Y luego yo fui en espíritu: y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado (el Cordero). Y el que estaba sentado, era al parecer semejante a una piedra de jaspe y sardio (el Hijo del Hombre es hijo de la piedra viva, y todos los Maestros son hijos de las piedras preciosas del Templo. La piedra cúbica de Jesod, es el sexo). Y un arco celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda (la aureola de la Sabiduría; el Hijo del Hombre es el Espíritu de Sabiduría). Y alrededor del trono había veinticuatro sillas, y vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados (los veinticuatro ancianos que gobiernan el zodíaco), vestidos de ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces: y siete lámparas de fuego estaban ardiendo delante del trono, las cuales son los siete espíritus de Dios” (Ap. 4: 1-5).

vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados (los veinticuatro ancianos que gobiernan el zodíaco

Los veinticuatro ancianos existen en el macrocosmos y en el micro-cosmos: Arriba y abajo. En el firmamento del cielo, y en el firmamento atómico del hombre.

Los siete espíritus ante el trono existen arriba y abajo, en el firmamento del cielo y en el firmamento atómico del hombre. Tal como es arriba es abajo.

Así como hay un zodíaco en los cielos, así también en la tierra hay un zodíaco viviente. Ese zodíaco es el hombre.

“Y delante del trono del Cordero (tanto en el cielo, como en el hombre), había como un mar de vidrio semejante al cristal (el Ens Seminis). Y en medio del trono, y alrededor del trono (que está arriba y abajo, en el universo y en el hombre) cuatro animales llenos de ojos delante y detrás (los cuatro animales que simbolizan toda la ciencia del Gran Arcano” (Ap. 4: 6).

“Y el primer animal era semejante a un león (el fuego sagrado); y el segundo animal, semejante a un becerro (la sal, es decir, la materia); y el tercer animal tenía la cara como de hombre (el mercurio de la filosofía secreta, el Ens Seminis); y el cuarto animal, semejante a un águila volando (el águila volando representa el aire) (A p. 4: 7).

El fuego filosofal debe buscarse en el Ens Seminis.

Ese fuego en sus principios no es más que una exhalación seca y terrestre, unida a los vapores seminales. Cuando el sacerdote aprende a retirarse del altar sin gastar ni una sola gota del vino sagrado, entonces esa exhalación seca y terrestre se trasmuta en el rayo terrible del Kundalini. Al llegar a estas alturas recibimos la espada flamígera.

El Ens Seminis, fecundado por el fuego se convierte en maestro y regenerador del hombre. El fuego se alimenta con el aire vital, Prana o vida universal. Realmente, el fuego a base de tanto inhalarse y exhalarse durante el éxtasis supremo del amor, llega a convertirse en el rayo terrible, que subiendo por el canal medular abre las siete iglesias.

Tenemos que decapitar al yo, con la espada flamígera de la justicia cósmica.

“Y los cuatro animales (de la alquimia sexual), tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo, el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir” (Ap. 4: 8).

Este es el terrible arcano 6 del tarot. Recordad que cuando Moisés golpea con su vara la piedra filosofal, brota el manantial de agua pura de vida.

El hombre es el sacerdote y la mujer es el altar. El vino sagrado es el Ens Seminis, el agua pura de vida.

Recordad la serpiente de cobre de Moisés entrelazada en el Tau, es decir, en el Lingam generador. Recordad, buen devoto, la doble cola de la serpiente que forma las patas del gallo solar de los Abraxas. Todo el trabajo de la Gran Obra consiste en desprenderse de los anillos encantados de la serpiente seductora; domarla, vencerla, ponerle el pie sobre la cabeza y levantarla por el canal medular, para abrir las siete iglesias.

El arcano 6, es la lucha entre el espíritu y la bestia animal. El número seis representa la lucha entre Dios y el diablo. El antagonismo entre el amor y la pasión animal. Las seis alas de los cuatro animales están llenas de ojos que nos vigilan arriba y abajo, en el cielo y en el abismo.

“¡Ay de ti, Oh Guerrero, Oh luchador, si tu servidor se hunde!”

No derrames el vino sagrado de tu templo.

Y cuando aquellos animales daban gloria y honra y alabanza al que estaba sentado en el trono (dentro del hombre y dentro del universo), al que vive para siempre jamás (el Cordero); los veinticuatro ancianos (en el macrocosmos y en el microcosmos), se postraban delante del que estaba sentado en el trono, y adoraban al que vive para siempre jamás, y echaban sus coronas delante del trono, diciendo: Señor digno eres de recibir gloria y honra y virtud, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas” (Ap. 4: 9-11).

Los veinticuatro ancianos del zodiaco del cielo, arrojan sus coronas a los pies del Cordero. Este acontecimiento se repite en el zodíaco hombre. Los veinticuatro ancianos atómicos del cerebro, arrojan sus coronas a los pies del Cordero. “Tal como es arriba es abajo”. Todo lo que sucede en lo infinitamente grande, se repite en lo infinitamente pequeño.

El Cordero es unidad múltiple, perfecta. Hay tantos corderos en el cielo, como hombres en la tierra. Realmente cada hombre tiene su Cordero.

El Cordero no es el septenario teosófico. El Cordero es el rayo Logoico de donde dimana todo el septenario teosófico.

Cuando el íntimo abre las siete iglesias debe arrojar su corona a los pies del Cordero. El íntimo es el Espíritu, la Mónada, el Ser.

El Íntimo no es el Cordero. El íntimo emanó del Cordero.

Cuando el iniciado pronuncia la séptima palabra terrible del Gólgota, entrega su espíritu al Cordero y exclama: “Padre mío: En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:  6).

Samael Aun Weor

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