Es incuestionable que los ovarios emiten un huevo cada veintiocho días, que es recogido en una de las Trompas de Falopio y conducido sabiamente al Útero de los prodigios, en donde debe encontrarse con el germen masculino (zoospermo) si es que una nueva vida ha de empezar.
El Sahaja Maithuna, la Sexo-Yoga, con todas sus asanas tántricas y su famoso “coitus reservatus” si bien limita la cantidad de fecundaciones, no es en modo alguno óbice para algunas concepciones.
Cualquier zoospermo maduro puede escaparse durante el Sahaja Maithuna para realizar la fecundación.
Resulta interesante que de los seis o siete millones de zoospermos que cualquier profano común y corriente pierde en un coito, tan solo un afortunado espermatozoo logra penetrar en el huevo.
Es ostensible que el zoospermo fecundante capaz de entrar en el huevo posee una fuerza mayor. No está de más enfatizar la idea de que la dinámica del zoospermo fecundante se debe a la Esencia que regresa para reincorporarse.
Resulta pues manifiestamente absurdo derramar el Vaso de Hermes, perder varios millones de zoospermos, cuando en realidad solo es necesario un espermatozoo fecundante…
Los gnósticos creamos con el poder de Kriyashakti, el Poder de la Voluntad y del Yoga. Jamás en la vida derramamos el “Vaso del Mercurio Sófico”.
No hay en la vida fuerza más impelente en su expresión que el esfuerzo que hacen los gérmenes masculino y femenino por encontrarse.
El Utero es el órgano sexual femenino en el que se desarrolla el feto, el vestíbulo de este mundo donde la criatura se prepara para su advenimiento.
Se nos ha dicho con gran acierto que es posible escoger y determinar voluntariamente el sexo de la criatura; esto es posible cuando la Ley del Karma lo permite.
En la imaginación de todo hombre existe siempre el prototipo viviente de una belleza ideal femenina… En la imaginación de toda mujer no deja siempre de existir algún príncipe azul; eso está ya demostrado…
Si en el instante del coito predomina el anhelo masculino, el fruto del amor será hembra…
Si en el momento preciso de la cópula resalta el anhelo femenino, la criatura será macho…
Basados en este principio podemos formular así: Si ambos Adam-Eva, se ponen de acuerdo para crear es obvio que pueden determinar voluntariamente el sexo de la criatura.
Si en el instante trascendente de la cópula química, marido y mujer en mutuo acuerdo psicológico, anhelaran de verdad un hijo varón, el resultado manifiesto sería un niño.
Si en el momento maravilloso del coito metafísico, él y ella, quisieran ardientemente una hija, el resultado sería una niña.
Escrito está con carbones encendidos en las páginas del Libro de la Vida, que toda concepción se realiza bajo las influencias cósmicas de la Luna en Cáncer.
La Muerte y la Concepción se encuentran íntimamente relacionadas. Los extremos se tocan. El Sendero de la Vida está formado con las huellas de los cascos del caballo de la Muerte.
Los últimos instantes del agonizante se hallan asociados a las delicias eróticas de las parejas que se aman…
En el último segundo de la vida, en el momento preciso en que exhalamos el final aliento, transmitimos al futuro organismo que nos aguarda allende el tiempo y la distancia, cierto Diseño Cósmico Particular que viene a cristalizarse en el huevo fecundado…
Es por medio del Cordón de Plata (el famoso Antakarana), como quedamos conectados con el zoospermo fecundante…
No está de más afirmar que la Esencia solo viene a penetrar en el cuerpo físico en el instante en que hacemos nuestra primera inhalación…
Samael Aun Weor