Ha llegado la hora de las grandes decisiones, y no hay tiempo que perder. Estamos asistiendo a la postrer agonía de una raza caduca y degenerada.
El mundo se ha cubierto de horribles tinieblas. Alaridos lastimeros escápanse del cavernoso abismo.
Ha estallado la tempestad de los exclusivismos, y terrible brilla el rayo de la justicia en la augusta inmensidad del pensamiento.
La gran “Ramera” ha sido juzgada por los Dioses Inefables, y ahora está cayendo al insondable abismo.
“El Anticristo” de la ciencia oficial, vestido de púrpura, siéntase en un trono de blasfemias. Como hiena voraz, devora hombres, sin piedad y sin reposo.
Ha llegado la hora de las grandes decisiones. Los héroes venerados de la Sabiduría, en compactas y nutridas filas de luz y de gloria, se aprestan a librar la batalla final contra los falsos apóstoles de la medicina.
Las fuerzas fanatizadas de esta ciencia, se han dividido en innumerables sectas que combátense mutuamente; y de esa contienda, como testigos mudos, los osarios guardan los restos sagrados de seres queridos.
La gran “Ramera” ha sido herida de muerte. Del fondo del abismo escapase un hálito de guerra, un augurio de desgracia. La ciencia oficial de la Alopatía (satirizada desde Moliere hasta Bernard Shaw) se ha declarado infalible, y sus falsos pontífices persiguen a los apóstoles de Dios…
Ha llegado la hora de las grandes determinaciones. Las innumerables sectas médicas, fanatizadas por sus líderes exclusivistas, se han trabado en una lucha a muerte, desesperada, sin nobleza.
El campo de batalla está lleno de banderas: Psiquiatras, alópatas, homeópatas, botánicos, naturistas y bioquímicos se combaten, se repelen, en el campo desolado del vía crucis humano.
El famoso sifilógrafo, Wasserman, ¿resolvería acaso el problema de la sífilis?
¿Qué lograron hacer en el campo de los resultados efectivos los sistemas de Pneipp, de Kilez y de Kune por la gran huérfana? El problema de la lepra o de la tuberculosis, ¿quedaría medianamente solucionado siquiera?
¿Qué ocurriría con los ensayos de Haneman y de Schussler? ¿Redimieron por ventura al género humano del tifo o de la viruela?
Y vosotros ingenuos botánicos que profanasteis el reino vegetal convirtiéndolo en producto de farmacia, ¿lograsteis diezmar las enfermedades de la humanidad?
¡Botánicos necios, charlatanes y embaucadores ignaros, cómo asesináis las plantas medicinales para sanar con sus despojos!
¿No os habéis dado cuenta de que las plantas son los cuerpos físicos de las criaturas elementales de la Naturaleza? ¿No habéis averiguado que ningún cadáver vegetal o animal puede curar? ¿Estáis creyendo que a la vida se le puede animar con sustancias muertas?
¿No sabéis vosotros, botánicos ensayistas, que no es la planta la que cura, sino el elemental de la planta y que cada planta es el cuerpo físico de una criatura de la naturaleza?
Oídme: Hasta ahora no habéis hecho mayor cosa que profanar cadáveres vegetales, animales y humanos. Pero, ¿cuál de vosotros sabe manejar la vida?
¿Quién de vosotros, botánicos vivisectores de las plantas, conoce a fondo el ocultismo de los vegetales? ¿Cuál sabe manipular los elementales de las plantas?
Cada organismo vegetal es el cuerpo de un elemental de la Naturaleza, está dicho, y no es la planta la que cura, sino el elemental de la planta, sus mantrams e incesantemente.
El que quiera oficiar en el gran templo de la Sabiduría, tiene que saber manipular las criaturas elementales de los vegetales. Lo propio tiene que hacer el que quiera manejar la vida.
El elemental de una planta reacciona furioso contra el yerbatero que desgarra su cuerpo físico; y ese vegetal así herido, no sólo no cura, sino que causa daño, porque la vitalidad del vegetal se altera psíquicamente con la ira o el terror que se le cause.
El elemental de cada planta tiene su ritual, mantrams y sus horas para entregarle al médico que sabe ordenarle con amor, imponerse con cariño.
El insigne Maestro Paracelso ha expresado en su “Fundamento Sapientia”:
“Hay dos especies de conocimiento. Hay una ciencia y una sabiduría médica. La comprensión animal pertenece al hombre animal, mas la comprensión de los misterios divinos pertenece al espíritu de Dios en él”.
Paracelso
Mientras la ciencia médica inventa remedios de patente, que cambia incesantemente como las modas de las mujeres, hay una antiquísima sabiduría médica, que tiene su origen en los primeros fundamentos del mundo, que jamás ha cambiado sus fórmulas.
Esta sabiduría divina se conserva en Santuarios alejados de la falsa civilización materialista. Esta sabiduría médica se guarda celosamente por los Maestros de la sabiduría en sitios secretos, inaccesibles a los “mercaderes del templo”.
Con las fórmulas exactas de esa arcaica sabiduría médica, se pueden curar todas las enfermedades, aún las llamadas incurables. La LEPRA, la SIFILIS y el CANCER resultan ser insignificantes, como juegos de niños, ante el terrible poder del médico gnóstico que maneja la vida.
“Gnosis” es el nombre de esa antigua sabiduría médica, que desde la aurora de la creación jamás ha cambiado sus fórmulas, porque son exactas como una tabla pitagórica. En ellas comulga la ciencia, la mística y el arte “regios”, dentro de un connubio divino.
Esas fórmulas tienen su fundamento en la “ELEMENTOTERAPIA”, que es el “arte regio” de la Naturaleza, porque nos enseña a manipular las criaturas elementales de los vegetales antiguamente conocidos con los nombres de silvanos, dríadas, hamadríadas y faunos.
Estos elementales de las plantas, que el médico gnóstico maneja, son los “dussi” de San Agustín, las “hadas” de la Edad Media’ los “Dore Oigh” de los galos; los “grove” y “maidens” de los irlandeses, y los “anime” de los sabios médicos gnósticos, de nuestros fraters “indios” de la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia)
El insigne Maestro Paracelso da el nombre de “Silvestres” a los elementales de los bosques y de “ninfas” a los de las plantas acuáticas. En los libros sagrados de todas las religiones antiguas, se halla ampliamente expuesto el santo simbolismo vegetal. Bástanos recordar el árbol de la ciencia del bien y del mal del Jardín del Edén, símbolo terrible de la fuerza sexual, en la cual se halla la redención o condenación del hombre.
El árbol del Sephirot de la Cábala: el Aswatta o higuera sagrada, símbolo de la sabiduría divina; el Haona de los Mazdeistas en el cual Zoroastro representó el Sistema Nervioso y el Sistema Líquido del hombre; el Zampoun del Tibet; el Iggradsil; el roble de Pherécydes y de los antiquísimos Celtas.
Todas las antiguas religiones nos representan a sus fundadores adquiriendo la sabiduría debajo de un árbol: así vemos al gran Gautama el Buda Amitabha, recibiendo la iluminación debajo del árbol Bhodi, quien vive todavía en la antiquísima India.
CRISTO es una excepción de esta regla, pues Cristo es la Sabiduría misma, es el LOGOS SOLAR, cuyo cuerpo físico es el Sol. Cristo camina con su Sol, en
la misma forma en que las almas humanas caminan con su cuerpo de carne y hueso. Cristo es la luz del Sol. La luz del Sol es la luz de Cristo.
La luz del Sol es una sustancia cristónica que hace crecer la planta y brotar la semilla. Dentro de la prieta dureza del grano queda encerrada esa sustancia del Logos Solar, que le permite a la planta reproducirse incesantemente con la vida gloriosa, pujante y activa.
El folclor; la historia de la magia y de la brujería; Los relatos comprobados de asesinatos y muertes a distancia con hechicería, sólo son posibles manipulando los elementos de las plantas.
Las milagrosas curaciones a distancia de que hablan los libros sagrados, las hace el médico gnóstico por medio de los elementales de las plantas.
ESTA CIENCIA QUE YO BAUTIZO CON EL NOMBRE DE ELEMENTO-TERAPIA, EL “ARTE REGIO” DE LA SABIDURÍA MEDICA, ES TAN ANTIGUO COMO EL MUNDO. NO SE PUEDE SER MEDICO SIN SER MAGO, NI SER MAGO SIN SER MEDICO.
El yerbatero y el médico alópata, se identifican en cuanto ambos estudian únicamente el cuerpo físico de los seres vivientes. El médico gnóstico estudia al hombre y a la planta, en su triple aspecto de cuerpo, alma y espíritu.
El médico gnóstico trata a las plantas como a hombres. La terapéutica Gnóstica es mística, simbólica, alquimista.
Hay dos clases de ángeles: ángeles inocentes y ángeles virtuosos. Los ángeles inocentes son los elementales de las plantas, y los ángeles virtuosos son los hombres perfectos.
En la gloriosa India de los “Rissi” no hay pueblo que carezca de su árbol mágico, a cuyo “Genio Elemental” rinde culto el pueblo. Las tradiciones Helénicas sostienen que cada selva tiene su “genio” y cada árbol su “ninfa”.
No es raro ver sobre las Nilgiris, árboles sagrados, graficados en sus troncos con figuras secretas en bermellón y azul, y al pie de ellos algunas piedras pintadas de rojo.
Estos sagrados árboles son lugares de sacrificio y oración, y en ellos se encuentran restos de animales y haces de cabellos ofrecidos por los enfermos y posesos en acción de gracias al genio elemental que los curó. Los genios elementales de estos árboles son llamados por los indígenas: “mounispouranms”.
Comúnmente, estos árboles pertenecen a la familia de los Ilex, algunas veces son de las llamadas “Cinname” salvajes, y también entran en esto los conocidos con la denominación de “Eugenia”. En el original de E. Boscowitz, figuran interesantes testimonios de algunos sabios que aseguran lo que hace millones de años saben las tribus indígenas de América, esto es, que las plantas tienen alma, vida y sensibilidad, parecida a la de los seres humanos.
Erasmo Darwin dice en su “Jardín Botánico” que la planta tiene alma. Habremos de recordar que los hombres tan eminentes como Demócrito, Anaxágoras y Empédocles, sostuvieron la misma tesis antes de que aparecieran en el mundo esas falsas luces de la civilización moderna.
En época más recientes, hay otros que sostienen que los movimientos de las raíces son voluntarios.
Vrolik, Hedwig, Bonnet, Ludwig, F. Ed. Smith, afirman que la planta es susceptible de sensaciones diversas y que conocen la felicidad. Finalmente el sabio Teodoro Fechner escribió un libro titulado: Nanna Oder Uber Das Lenleben der Pflansen”, en el cual prueba suficientemente que la planta tiene alma.
Lo que a nosotros los gnósticos nos mueve a compasión, es que sólo ahora se les ocurre afirmar a los “científicos”, como tesis novísima, esto del alma de las plantas, cuando el Gnosticismo lo sabe desde el nacimiento del mundo, y lo sabe también cualquier humilde indiecito de la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia)
La Sanguinaria se alegra y mueve sus ramas cuando se le acerca el sabio que sabe amarla. La Dormidera recoge sus hojas y se adormece muchas veces, antes de que el médico gnóstico la haya tocado.
El elemental de la planta se alegra cuando le amamos, y se llena de dolor cuando le herimos. El organismo físico de los elementales de la naturaleza es análogo al humano. La respiración de las plantas se realiza por medio de las tráqueas de Malphigi, compuestas de una cinta celular arrollada en espiral, dotada de contracción y expansión.
Según los experimentos científicos de Calandrini, Duhamel y Papin, el aire es el único fundamento de la vida vegetal. Sostiene Bertholon que el aire ejerce sobre la savia del vegetal una acción análoga a la que ejerce sobre nuestra sangre.
Experimentos de Ingenhus, Mohl, Garren, Hales, Teodoro de Saussere, prueban científicamente que el lado inferior de las hojas está lleno de pequeñas bocas estomáticas, órganos de dicha respiración.
Las plantas inhalan anhídrido carbónico y exhalan oxígeno. Sus raíces les sirven de estómago, y con su semen emulsionan los elementales de la tierra transformándolos en ARCANOS inefables de la sustancia de Dios.
Esos “arcanos” son los instrumentos que utilizan los elementales de las plantas para sanar al enfermo, pero esto sólo ocurre cuando el médico gnóstico ha llenado los tres requisitos indispensables, a saber: Amor a Dios y al prójimo, ritual perfecto y diagnóstico exacto.
La Elementoterapia, enseña al médico gnóstico a manipular los elementos vegetales. La Elementoterapia, es la sabiduría que le permite al médico gnóstico manejar la VIDA.
Hasta ahora los botánicos no han hecho mas que manipular las formas, pero no la vida misma, porque la vida solo la sabe manejar el médico Gnóstico que ha estudiado la Elementoterapia.
Los alópatas, sólo conocen superficialmente la biomecánica de los fenómenos orgánicos; pero nada saben del fondo vital.
Los alópatas, como los botánicos, son diestros en manejar formas cadavéricas. Desde el punto de vista fisiológico o patológico, podríamos decir con propiedad que los alópatas son vivisectores de animales y de hombres.
Los homeópatas, los bioquímicos y sus parentelas son tan sólo los hijos pródigos de la botánica y de la alopatía.
Ha llegado la hora de las grandes decisiones y no hay tiempo que perder.
¡Corresponde a los hombres divinizados arrojar con el látigo de la voluntad a los mercaderes del templo!
¡Ha llegado la hora en que debemos libertarnos de toda coyunda social (escuelas y sectas, religiones y dogmatismos), para regresar con alegría al templo de la naturaleza!
Debemos revolucionarnos contra toda clase de teosofismos, rosacrucismos ampulosos y espiritismos fanáticos. Debemos quemar el becerro de oro (el dinero), abandonar las ciudades y regresar al seno de la Naturaleza.
Cuando el hombre regresa al seno de su “madre” (la Naturaleza), ella le dará pan, abrigo y sabiduría. Ella le dará lo que ningún líder de politiquería puede darle: sabiduría, pan y abrigo. Ahora nos toca volver a la sublime mística cósmica de la bendita madre del mundo.
Llegó la hora en que debemos oficiar en el templo de la Diosa Madre del Mundo, y así lo haremos con la misma sabiduría que el hombre conoció en la antigua “Arcadia”, antes de que se encerrara en la vida urbana.
Nosotros llamaremos a esa arcaica sabiduría médica ELEMENTO- TERAPIA. Esa es la sabiduría de los médicos gnósticos.
“A semejantes médicos (los gnósticos) se les llama “espirituales”, porque mandan a los espíritus de las hierbas y de las raíces, y les obliga a poner en libertad a los enfermos a quienes han aprisionado. De la misma manera, si un Juez pone a un preso en los cepos, el juez es el médico del preso, porque teniendo las llaves, puede abrir las cerraduras cuando quiera. A ésta clase de médicos perteneció Hipócrates y otros”.
(Parami-prólogo III – Paracelso)
El eminente médico gnóstico alemán, doctor Franz Hartman, dice: “El verdadero médico no es un producto de las escuelas científicas, él llegó a serlo por medio de la luz de la sabiduría divina misma”.
¡Teólogos, que nada sabéis de Dios! ¡Médicos, que ignoráis la medicina!
¡Antropólogos que desconocen la naturaleza humana en todas sus manifestaciones! ¡Abogados, que no tenéis sentimiento alguno de bondad ni de justicia! ¡Cristianos que en cada instante traicionáis al Maestro! ¡Jueces, que jamás han juzgado vuestros vicios y defectos! ¡Gobernantes, que no habéis aprendido a gobernar vuestras bajas pasiones! ¡Sacerdotes, que explotáis las sectas fanáticas del mundo! ¡Mercaderes, que no habéis respetado ni el “pan” que la Madre Naturaleza da a sus hijos! ¡Vosotros habéis prostituido todo con vuestro “asqueroso” dinero!
¡Ay de vosotros y de vuestros hijos! ¡Ay de los moradores de la tierra, porque caerán a cuchillo sobre las calzadas de las ciudades! ¡En las tinieblas del abismo sólo oirán el gemir lastimero y el crujir de dientes!
La medicina oficial ha explotado el dolor humano. Cuando el hombre separose de la Naturaleza para aprisionarse en la vida urbana, cayó en manos de las potencias tenebrosas, y aprendió de los magos de las tinieblas la “falsa ciencia”. Fue entonces cuando conoció el dolor. Ahora, toca al hombre regresar al seno de la Naturaleza para recuperar las posiciones perdidas.
Cada elemental de la Naturaleza representa determinados poderes de la bendita Diosa Madre del Mundo, y sólo puede ser realmente mago y médico aquel que sabe manejar los poderes de la Naturaleza encerrados en cada hierba, en cada raíz y en cada árbol.
El pensamiento es una gran fuerza, pero todo es dual en la creación, y toda intención oculta, si se quiere hacer manifiesta, necesita de un instrumento físico que sirva de vestido a la idea: este instrumento es el vegetal que le corresponde. Sólo puede ser mago aquel que sabe el secreto de mandar a los elementales vegetales.
El uso del magnetismo animal; la transmisión de la vida (Mumia); la trasplantación de las enfermedades y otras cosas análogas, sabiamente descritas por Paracelso, Cornelio, Agripa, solamente son posibles para el médico gnóstico que sabe manipular las criaturas elementales de las plantas.
La transmisión del pensamiento se hace fácil cuando se opera por medio de los elementales vegetales, pues, como ya se dijo, todo es dual en la creación.
Esos muy conocidos sistemas de Marden, Atkinson, Mesmer y Paúl Jagot; esas escuelas seudo-espiritualistas, jamás podrán enseñar al hombre el sabio uso de la fuerza del pensamiento, porque fuerza y fuerzas, es algo muy unido en la creación.
Toda onda mental tiene su exponente en una planta, y para que las ondas mentales se cristalicen tienen que revestirse con los poderes de la planta que le corresponde.
No hay nada en el Universo que no sea “dual”. Perderían el tiempo miserablemente los atletas de la concentración del pensamiento si no supieran combinar las ondas mentales con los poderes de la Naturaleza, encerrados en las plantas.
Mientras el hombre no regrese al seno de la Naturaleza, sus pensamientos como su vida serán totalmente superficiales y artificiosos, y por ende, negativos e inicuos.
El hombre debe abandonar sus ídolos y templos falsos de la vida urbana, y regresar al seno de la bendita Diosa Madre del Mundo. Ella os dará luz y sabiduría, poder y gloria.
A los templos de la Naturaleza regresarán los hijos pródigos, cuando ellos abandonen la vida urbana y vuelvan al seno de la Diosa Naturaleza.
Los templos de la Diosa Madre del Mundo, situados en las gargantas de las montañas y los valles profundos, sólo aguardan que el hombre golpee a sus puertas para recibirle y brindarle amor y sabiduría, pan y abrigo. Esos son los mandamientos del Bendito.
Hasta ahora, discípulos amados, sólo habéis oído hablar del Tibet oriental y de los santos Maestros que allí moran. Franz Hartman os habló de los Maestros del templo oculto de Bohemia, y Krumm Heller (Huiracocha) del templo de Montserrat en España y Chapultepec en México.
Nuestra amada América del Sur tiene también sus templos majestuosos, aunque nadie haya hablado de ellos. Estos son los templos de la Diosa Naturaleza; estos son los templos de los misterios sagrados del Rayo Maya.
Hasta ahora sólo habéis oído hablar de los Maestros asiáticos y europeos. Muchos estudiantes espiritualistas desearían progresar internamente, pero no pueden porque no han encontrado el camino que les pertenece, su rayo y tónica propios, que estén de acuerdo con su sangre y su psiquis. No hay que olvidar que en la América del Sur la sangre del indio predomina sobre todo, y que son millones los seres humanos que pertenecen al Rayo Maya. Pero yo voy a hablar de esos Maestros del Rayo Maya, a descorrer por primera vez la cortina que los oculta.
Kalusuanga, el Dios primitivo de la luz, el gran Maestro del Sol, tiene un depósito de sabiduría esotérica en el templo de “Buritaca”, sede de la sabiduría antigua (Costa Atlántica)
Kunchuvito Muya, Dios Poderoso. Kakasintana, Dios Poderoso, Nuestro Seyancua.
Nuestro Padre Seukul. “Mama” Kaso Biscunde. “Mama” Batunare.
La “Saga” María Pastora, Maestra de Sabiduría.
El Dios Kuinmagua. Este Maestro es el Dios de las tempestades, con poderes sobre las estaciones del invierno y del verano, del otoño y de la primavera.
El Dios Temblor, es niño inocente, que hace temblar la tierra, cuyo nombre no es el caso mencionar.
Estos Maestros de la venerable Logia Blancas del Rayo Maya son los silenciosos vigilantes de la América Latina. La Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), es otro Tibet poderoso y antiquísimo.
Kalusuanga, el Dios primitivo de la luz, alegremente admitirá en sus misterios a las almas sedientas del Rayo Maya. La clave para entrar en el templo de Kalusuanga, el Maestro indio, es como sigue:
El discípulo se sentará en un sillón frente a una mesa; apoyará los codos sobre la mesa y sostendrá la cabeza con la mano izquierda, mientras con la derecha se hará pases magnéticos sobre la cabeza, desde la frente hasta la nuca, con el propósito de magnetizarse a sí mismo y arrojar con fuerza (con los pases magnéticos), el cuerpo astral hacia afuera, en dirección al templo de Buritaca, sede de la sabiduría antigua del Rayo Maya.
El discípulo unirá su voluntad y su imaginación en vibrante armonía, haciendo esfuerzo por adormecerse. Debe sentirse actuando con su voluntad e imaginación como si estuviese en carne y hueso dentro del templo Buritaca.
Con el pensamiento debe pronunciar estos mantrams o palabras mágicas: OMNIS BAUN IGNEOS. Estas palabras se pronuncian de seguido, alargando el sonido de las vocales, hasta quedarse dormido.
Después de cierto tiempo de práctica, el discípulo se “saldrá” del cuerpo físico, en su astral, y Kalusuanga, el Maestro sublime del Rayo Maya, lo instruirá en sus misterios y le enseñará la sabiduría médica.
Kalusuanga prueba primero el valor del invocador, y se aparece gigantesco y terrible para probar al discípulo. Si éste fuese valeroso, será instruido en la ciencia sagrada de los “Mamas”.
Los médicos gnósticos de la Sierra Nevada de Santa Marta curan la sífilis en quince días. Curan la lepra de último grado en nueve meses precisos. Curan la tuberculosis en quince días.
No hay enfermedad que los “Mamas” Arhuacos no puedan curar, y se ríen de la ciencia de los civilizados del siglo XX.
Aseguran los “Mamas” que, para que la civilización moderna llegue al grado de cultura de ellos, será menester que pasen centenares de años.
En las cumbres cubiertas de hielo de esta Sierra Nevada de Santa Marta, vive un poderoso sabio Iniciado, cuya edad es realmente indescifrable. Este gran iluminado es el “Mama Presidente” del gobierno de los indios Arhuacos.
Este “Mama” tiene poderes sobre la creación entera y es profundamente venerado por los indios de toda la Sierra Nevada. Tiene un cristal octaedro sobre un trípode, en el cual se reflejan las imágenes de las personas que marchan en pos del venerable sabio, no importa la distancia en que se hallen.
Los “Mamas” diagnostican las enfermedades poniendo una esfera de vidrio sobre la nuca del paciente, y por allí auscultan el interior del organismo, mejor que con los rayos X. Ellos sonríen desdeñosamente del complicado mecanismo de la ciencia oficial.
Poniendo la esfera de vidrio sobre las ropas de un enfermo, bástales para diagnosticar la enfermedad aunque el paciente se encuentre a muchas millas de distancia. ¿Podría hacer esto alguno de los científicos modernos? Qué interesante sería que posponiendo la suficiencia universitaria, hiciera alguno el ensayo de estudiar medicina “Maya” en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia)
Del intelectualismo sin espiritualidad, resultan los “bribones”, y éstos han sido la desgracia para el mundo.
Los médicos indios curan, y muchas de sus curaciones son instantáneas, porque ellos saben, desde tiempos remotísimos el acertado manejo de los elementales.
Hay también templos de luz en Taganga y Gaira (Costa Atlántica de Colombia) En todos esos templos ocultos moran los grandes iniciados del Rayo Maya. El templo majestuoso de Sierra Nevada de Santa Marta es el Santuario augusto de los altos iniciados de la “Sierra”.
Estos templos se hallan en estado de “JINAS”, esto es, dentro de la cuarta dimensión, y son las catedrales de la Naturaleza donde moran los grandes sabios de la “Culebra”.
La clave para viajar en cuerpo astral, en la forma que dejamos consignada, se la debemos a Kalusuanga, el Dios Poderoso hijo de los siete mares rojos y de los siete rayos del sol.
Haciendo uso de esa clave podrán los discípulos “salir” de su cuerpo físico cada vez que lo deseen, y asistir en cuerpo astral a los templos del Rayo Maya para recibir instrucciones de sabiduría médica.
Los altos Iniciados “Mamas” se comunican con los Mahatmas del Tibet y conocen a fondo los vegetales de la India Oriental.
El presidente de los indios Arhuacos se mete en un misterioso recipiente con licor raro, y cuando sale de allí, su cuerpo físico ya está en el plano astral, y de ésta manera se traslada con cuerpo y todo, en pocos instantes, a donde quiera.
Pero estos sabios indios son terriblemente callados y humildes, ningún “civilizado” logra jamás sacarles sus secretos, a menos que se haya hecho digno y merecedor de ser recibido por “discípulo”.
Tengo que agradecer en este trabajo los excelentes datos que tuvo a buen gusto suministrarme Dionisito de la Cruz, residente en la finca de “Tierra Grata”, a veinte kilómetros de Fundación, para mis investigaciones sobre la Sierra Nevada.
Tengo también que darle las gracias a un indígena del Departamento de Bolívar (Colombia) por los datos suministrados para esta labor, que fueron magníficos.
Presento también mis agradecimientos al Maestro Paracelso, quien revisó y corrigió los originales de esta obra, a fin de que ella cumpla la solemne misión que se le ha asignado en la futura Edad de Acuario.
Doy también las gracias al Maestro Kalusuanga por su clave maravillosa, que permitirá a los discípulos latinoamericanos de sangre aborigen ponerse en contacto con los templos de misterios del Rayo Maya.
Hay porciones de territorio colombiano donde la sangre aborigen es sumamente fuerte, como ocurre con el Departamento de Boyacá, por ejemplo.
Los discípulos de sangre marcadamente “india”, con la clave del Maestro Kalusuanga podrán aprender a “salir” en cuerpo astral y recibir instrucción esotérica en los templos del Rayo Maya, que es el rayo autóctono americano.
Doy también las gracias a los Maestros Morya, Kout Humi, Hipócrates y otros por su cooperación en esta solemne misión que se me ha confiado.
También doy las gracias a mi santo Gurú, cuyo nombre sagrado no se debe mencionar.
Yo, SAMAEL AUN WEOR, el Maestro de los misterios egipcios, soy el Gran Avatara de Acuario, el Iniciador de la Nueva Era, el Maestro de la Fuerza.
Ha llegado la hora de las grandes decisiones y no hay tiempo que perder. Estamos asistiendo a la última agonía de una raza caduca y degenerada.
Ahora nos toca empuñar la espada de la Justicia para desenmascarar a los traidores y desconcertar a los tiranos.
Samael Aun Weor