LA CIENCIA DE LA MEDITACIÓN

El vacío es muy difícil de explicar porque es indefinible e indescriptible. El vacío no puede describirse o expresarse en palabras humanas, debido a que los distintos idiomas que existen sobre la tierra sólo pueden designar cosas y sentimientos existentes; no es en modo alguno exageración afirmar que los lenguajes humanos no son adecuados para expresar las cosas y los sentimientos no existentes, y sin embargo tremendamente reales.

Tratar de definir el vacío iluminador dentro de los límites terrenos de una lengua limitada por las formas de la existencia es, fuera de toda duda, tonto y equivocado.

Es necesario conocer, experimentar en forma viviente el aspecto iluminado de la conciencia.

Es urgente sentir y experimentar el aspecto vacío de la mente.

Existen dos tipos de iluminación: la primera suele llamarse “agua muerta” porque tiene ataduras. La segunda es elogiada como “la Gran Vida” porque es iluminación sin ataduras, vacío iluminador.

En esto hay grados y grados, escalas y escalas; es necesario llegar primero al aspecto iluminado de la conciencia y después, al conocimiento objetivo, al vacío iluminador.

El Buddhismo dice: “La forma no difiere del vacío y el vacío no difiere de la forma; la forma es vacío y el vacío es forma”.

Es debido al vacío que las cosas existen y por el mismo hecho de que las cosas existen, deben ser el vacío.

El vacío es un término claro y preciso que expresa la naturaleza no substancial y no personal de los seres, y una indicación, una señal del estado de absoluta ausencia del yo pluralizado.

Sólo en absoluta ausencia del Yo podemos experimentar lo real, aquello que no es del tiempo, eso que transforma radicalmente.

El vacío y la existencia se complementan entre sí, se abrazan, se incluyen, jamás se excluyen, jamás se niegan.

La gente común y corriente de todos los días, la gente de conciencia dormida, percibe subjetivamente ángulos, líneas, superficies, pero jamás los cuerpos completos por dentro y por fuera, por arriba y por abajo, por delante y por detrás, etc., y mucho menos pueden percibir su aspecto vacío.

El hombre de conciencia despierta y mente vacía e iluminada ha eliminado de sus percepciones los elementos subjetivos, percibe los cuerpos completos, percibe el aspecto vacío de cada cosa.

Esta es la doctrina no discriminativa del camino medio, la unificación del vacío y la existencia.

El vacío es eso que no tiene nombre… eso que es real… eso que es la verdad y que algunos llaman el Tao, otros el Inri, otros el Zen… Alá… Brahma o Dios, no importa como se le llame.

El hombre que despierta la conciencia experimenta la tremenda verdad de que ya no es esclavo y con dolor, puede verificar que las gentes que andan por las calles soñando, parecen verdaderos cadáveres ambulantes.

Si este despertar de la conciencia se hace continuo mediante la íntima recordación de sí mismo de momento en momento, se llega entonces a la conciencia objetiva, a la conciencia pura, al aspecto vacío de la mente.

La conciencia iluminada es fundamental para experimentar lo real y reducir al Yo pluralizado a polvareda cósmica; pero este estado está todavía al borde del Samsara (el mundo doloroso en que vivimos).

Cuando se ha llegado al estado de conciencia despierta se ha dado un formidable paso, pero el iniciado continúa todavía desafortunadamente ofuscado por la idea monista, es incapaz de romper todos estos sutiles hilos que lo conectan a ciertas cosas, a ciertos efectos de tipo perjudicial, no ha llegado a la otra orilla.

Cuando el iniciado desata los vínculos que en una u otra forma lo atan a la conciencia iluminada, llega entonces a la perfecta iluminación, al vacío iluminador, libre y enteramente insustancial.

Llegar al centro mismo de la mente, llegar al vacío iluminador, al conocimiento objetivo, es algo tremendamente difícil, pero no imposible, todo gnóstico puede lograrlo si trabaja sobre sí mismo.

El vacío iluminador no es la nada, el vacío es la vida libre en su movimiento. El vacío es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. El vacío está más allá del tiempo y más allá de la eternidad.

La mente tiene trescientos mil clanes o centros, receptivos, y cada clan debe vibrar al mismo tono sin esfuerzo alguno.

La mente es de naturaleza femenina y está hecha para recibir, asimilar y comprender.

El estado natural de la mente es receptivo, quieto, silencioso, como un océano profundo y tranquilo.

El proceso del pensar es un accidente anormal cuya causa original se encuentra en el Yo pluralizado.

Cuando la mente está vacía de toda clase de pensamientos, cuando la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, los trescientos mil clanes vibran entonces al mismo tono sin esfuerzo alguno.

Cuando la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, adviene a nosotros lo nuevo, eso que es lo real.

Samael Aun Weor

Leave a Reply