LA CONCIENCIA

Cuando vienen a mí esos recuerdos, ardientes efluvios de abril y de aurora, al sentir en verdad ese fresco rocío de gotas de cielo, sufro en realidad por todos esos millones de seres humanos que sueñan y lloran.

Desperté CONCIENCIA, logré la ILUMINACIÓN ¿A dónde iba dormido por el rudo peñón cortado a tajo? Miré atentamente al firmamento y estaba muy arriba, la cima tremenda con su vértigo me atrajo; torné la faz a la transpuesta hondura, vi la tierra y estaba muy abajo.

El AVE FÉNIX al pasar en raudo vuelo me tocó con sus alas de inmaculada blancura y entonces lleno de fervor oré sabiendo que el perfume de la plegaria llegaba hasta Dios.

El AVE FÉNIX

Imploré por los dormidos, por esos equivocados sinceros que sueñan que están despiertos, por los fracasados que suponen que van muy bien.

Sueña el sabio en la espléndida rosa de mágico prado que entreabre sus hojas deliciosas al lucero vespertino del amor.

Sueña el bardo melenudo con el tímido arroyuelo cantarín que baja por la montaña deshecho en plata, convertido todo en filigrana que corre y pasa.

Sueña la madre desventurada en el hijo que perdió en la guerra y no concibe suerte más dura, llora al pie de su retrato la dicha rota, y el rayo juega con la tortura y hasta enciende un iris en cada gota.

Sueña Fausto con su Margarita de blanca faz tranquila bajo el dosel primoroso de su rubia cabellera, que como cascada de oro cae sobre sus hombros alabastrinos.

¡Qué abismo tan profundo en su pupila pérfida y azulada como la onda!

En las garras espantosas del dolor, el pobre ANIMAL INTELECTUAL, sueña que es BRUTO partiendo en mil pedazos el corazón de CESAR; SPARTACUS el temible asolando a la Campania; ULISES en su palacio de ÍTACA matando furioso a los pretendientes de su esposa; TELL rechazando con el pie el esquife; CLEOPATRA seduciendo a MARCO ANTONIO; CROMWELL ante el suplicio de un monarca; MIRABEAU en el Tabor de las naciones; BOLÍVAR con cinco pueblos libertados; MORELOS en los campos de batalla.

MORELOS en los campos de batalla

Sueña el enamorado en la estrella que por oriente sube resplandeciente, en la tan esperada cita, en el libro que ella tiene entre sus manos, en su romántica ventana.

Sueña el marido ofendido en obscura contienda y bronca rebeldía; sufre lo indecible y hasta muere en la pesadilla.

Sueña el lujurioso en la desnudez impúdica de la diablesa que se revuelca como el cerdo entre el lodo de la inmundicia.

Sueña el ebrio que es rico, joven, esforzado caballero de gran renombre, valiente en la batalla.

Sueña Amado Nervo en «la amada inmóvil» y Víctor Hugo en «Los Miserables». Esta vida de tipo Lunar es solo un tejido de sueños.

No se equivocaron los viejos sabios de la tierra sagrada de los Vedas, cuando dijeron que este mundo es MAYA, (ILUSIÓN).

¡Ah!… si esas pobres gentes dejaran de soñar… ¡Qué distinta sería la vida!

Los cuatro evangelios insisten en la necesidad de DESPERTAR CONCIENCIA, pero como están escritos en clave nadie entiende.

En estos instantes vienen a mi memoria recuerdos inefables. Una noche cualquiera de otoño platicaba deliciosamente con un ADEPTO en los mundos superiores.

Conversar con un HERMANO MAYOR en los UNIVERSOS PARALELOS de las DIMENSIONES SUPERIORES, es ciertamente algo imposible para los dormidos, para esas pobres gentes que sueñan. Afortunadamente yo estoy despierto…

Variado fue el tema de la conversación. El diálogo se desarrolló en síntesis. LITELANTES escuchaba y callaba… es obvio que ella también está DESPIERTA y goza acompañándome… es mi ESPOSA-SACERDOTISA.

Y aquella plática corría deliciosamente como un río de oro bajo la selva espesa del sol.

El venerable quería una entrevista conmigo aquí abajo, en el mundo físico, en la región TRIDIMENSIONAL.

Fue necesario definir los factores de tiempo y lugar. LITELANTES protestó; doce de la noche y tan lejos de nuestra casa, en el mero centro de la ciudad de MÉXICO…

Inútiles resultaron sus protestas… Él y yo fijamos la cita y dimos la palabra.

Pasaron los meses de otoño… aguardaba con sumo interés el ansiado año nuevo 1968.

Empero, todo pasa… y no me tocó aguardar demasiado, llegó la noche anhelada.

Salí de casa temprano, así tenía que ser pues esa es noche de muchas visitas, debía anticiparme.

Un taxi me condujo por la calzada de Tlalpan, hasta el Zócalo.

Hube de apearme en 20 de noviembre, exactamente en una de las esquinas de la Plaza de la Constitución.

Debía pagar el pasaje. ¿Cuánto debo?, Dos pesos, señor; aquí tiene, cóbrese; el chófer recibió el dinero sin presentir ni remotamente nada sobre mí ni sobre el motivo de mi viaje. ¿Qué puede saber un dormido? ¿Acaso el pobre chófer conocía mis estudios? ¿Qué podría exigirle? Un soñador mas manejando un taxi… eso es todo.

Y anduve por el centro mismo del Zócalo, me detuve ante un gran poste de hierro, esta era el asta de nuestra bandera nacional, lugar exacto de la misteriosa cita.

Es obvio que debía primero reconocer el lugar y así sucedió, pero aún no habíamos llegado ni siquiera a las diez de la noche.

Caminé por la Avenida 5 de mayo despacito… despacito… y me llegué hasta el parque de La Alameda.

El hielo de invierno que alienta en los cerros donde nunca se mece matices ni aromas, bajaba en frescos raudales de plata cubriendo los prados marchitos.

Me senté en un banco del parque, el frío de esa noche de invierno era ciertamente tremendo. Aquí y allá y por doquiera alegres jugueteaban los niños bien abrigados; platicaban austeramente los ancianos sobre cosas tal vez muy serias y graves o por lo menos muy sin importancia; sonreían con miradas luciferinas de fuego los enamorados; resplandecían luces de variados colores y no faltaba como es apenas normal entre ese abigarrado y pintoresco conjunto humano de AÑO NUEVO, algunos disfraces; gentes que gozaban haciéndose sacar alguna fotografía ante los cuatro reyes magos.

Humo que brota de la montaña, nostalgia obscura, pasión extraña, sed insaciable, tedio inmortal, anhelo tierno, subconsciente indefinido, ansia infinita de lo imposible, es lo que siente en momentos así la humanidad.

Varias veces ambulé cerca a las cristalinas fuentes contemplando junto a los pinos cosas bellas; globos de variados colores, simbólicas representaciones del viejo y nuevo año; carros arrastrados por los cabritos de Capricornio, etc.

Una y otra vez tomando despacio por la avenida 5 de mayo me acerqué en varias ocasiones hasta el asta de nuestra bandera nacional en el centro viviente de la Plaza de la Constitución.

Miraba con ansiedad alrededor, el glorioso lugar estaba relativamente solo y para colmo no resplandecía en esa noche el pabellón de la Patria con el águila del espíritu, la serpiente sagrada y el nopal de la voluntad.

¡Oscuros Alejandros y Espartacos!, Qué lejos estáis de comprender todo esto; En las cruentas labores de la guerra, sembradora de lauros y desgracias, fuisteis ídolos de arcilla que cayeron en tierra vueltos pedazos.

En sublime absorción hurgué mi propia mente, meditando en el misterio de la vida y de la muerte.

Faltaba tan solo media hora para la consabida cita del Misterio. Muchas veces anduve silente por ahí entre el zócalo de la alameda. De pronto mirando el reloj suspiré profundamente diciendo con una voz que me asombró a mí mismo: “Por fin”, “la hora está cerca”.

Era necesario apresurar un poco más el paso para retornar otra vez al lugar de la cita anhelada.

Resonaron las campanas de la vieja Catedral Metropolitana; cuando ansioso me detuve ante el asta de la bandera nacional, faltaban tan solo quince minutos para las doce; miré a mi alrededor como inquiriendo, como buscando alguna señal que me indicara la presencia del maestro.

Innumerables interrogantes me asaltaban. ¿No seria capaz este Gurú de cumplirme la cita? ¿Tal vez el Adepto no habría pasado el recuerdo de este compromiso a su cerebro físico?

¡Al fin Oh Dios! Resuenan en las torres del templo las doce campanadas de Año Nuevo. Me comenzaba a sentir como defraudado cuando algo insólito sucede. Veo tres personas frente a mí. Es una familia extranjera, ¿tal vez norteamericana? Inglesa, no lo sé.

El caballero avanza solo hacia mí, le observo atentamente, conozco esas facciones, ese continente majestuoso; es el Maestro. Me felicita, me abraza, me desea éxito total para el año 1968, luego se retira.

Sin embargo algo extraño noto en él, ha venido como un sonámbulo, inconsciente, como movido por una fuerza superior a él; esto me alarma, me entristece un poco.

¿Es posible que la CONCIENCIA del maestro esté despierta en los mundos superiores y dormida en el mundo físico? Esto es ciertamente extraño, enigmático, profundo.

Después del encuentro con el Maestro ya no me sentí defraudado, en mi corazón había gozo.

Avancé dichoso hasta el atrio de la vieja catedral; aguardaba, si, y de pronto vino mi hijo OSIRIS, venia conduciendo su pequeño carro de color de fuego, se detuvo un instante para recogerme y conducirme a casa.

¿Te cumplió la cita el Maestro?, Esa fue su primera pregunta y como la respuesta fuera afirmativa es claro que se alegró mucho y luego guardó silencio.

Es útil decir que después de este acontecimiento tuve con el Maestro una nueva entrevista en los mundos superiores. Le agradecí el cumplimiento de la cita y le felicité; el Gurú muy alegre, se sintió satisfecho de haber podido conducir a su humana personalidad hasta el lugar previamente convenido.

Es obvio que el Maestro en sí mismo, es eso que los indostanos llaman ATMAN, el ESPÍRITU DIVINO fusionado con su ALMA ESPIRITUAL, (BUDDHI).

El ALMA HUMANA, (MANAS SUPERIOR) revestida con su personalidad terrestre, es lo que en el oriente misterioso se denomina sabiamente BODHISATTVA.

Es fácil comprender que aquel hombre que vino a mí fue el BODHISATTVA del Maestro.

Y venía dormido… ¡Qué dolor!. Era un BODHISATTVA caído… sin embargo, el Maestro logró controlarlo y conducirlo como a un autómata, como a una marioneta, hasta el lugar de la cita.

No es en manera alguna, extraño que un BODHISATTVA, (ALMA HUMANA DE MAESTRO) después de caer se sumerja lamentablemente en el sueño de la inconciencia.

En los antiguos tiempos, en esa época en que los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel, vivieron sobre la faz de la tierra muchos Maestros. Con el advenimiento fatal del KALI YUGA, la edad negra en que desgraciadamente vivimos, cayeron muchísimos BODHISATTVAS y la lira de Orfeo se desplomó sobre el pavimento del templo hecha pedazos.

“La gran Divinidad antigua ha caído derribada. Reposa sobre un costado, el rostro contra la tierra; no obstante, las jerarquías celestes la levantan”.

Samael Aun Weor

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