Al ocurrir aquello que llamamos muerte, el “Ego” abandona el cuerpo físico. El Ego o alma está unido al cuerpo por el cordón plateado. Este cordón de materia astral es el que mantiene el alma unida al cuerpo físico, pero cuando dicho cordón se rompe, ya el alma no puede entrar en el cuerpo físico. Por lo común ese cordón se rompe a los tres días de ocurrida la muerte.
El cordón plateado está unido al ventrículo izquierdo del corazón, y cuando viajamos en cuerpo astral, el alma puede regresar a su cuerpo físico gracias a dicho cordón, pero al ocurrir la muerte el alma ya no puede regresar a su cuerpo físico, porque el cordón se ha roto. En los últimos instantes de la vida, los moribundos suelen ver al ángel de la muerte como si fuese una calavera o un ser espectral. El ángel de la muerte, o los ángeles de la muerte, son seres perfectos cuya misión es sacar las almas de sus cuerpos en ese instante supremo.
Estos ángeles de la muerte tienen que romper el cordón plateado, y su intervención es sentida por el moribundo. Hecha su obra, el ángel de la muerte se retira, y el alma del desencarnado sigue por lo común viviendo en el mismo ambiente. Sin embargo hemos de advertir que entre el alma y el cuerpo sigue existiendo una atracción fluídica irresistible.
Por lo común las almas de los muertos inundan los campos-santos o cementerios, atraídos por sus cuerpos en proceso de descomposición, y ello hace que los cementerios presenten un aspecto horrible ante la vista de los clarividentes. Los desencarnados, por medio de su imaginación modelan la parte astral de sus tumbas con el aspecto de cuartos de dormir o de salones de hospital. La materia astral es esencialmente plástica, y por ende, ella toma las figuras que le dé la imaginación. Por ejemplo: si usted querido lector imagina un sombrero, éste se convertirá en una realidad en el mundo astral.
Así pues, las almas de los muertos por medio de la luz astral y de su imaginación le dan a sus tumbas el mismo aspecto del cuarto o de la alcoba, o del salón en que pasaron sus últimos días, y ello se debe a la imagen de dicho dormitorio fuertemente grabado en su mente. El cadáver atrae al alma, y ésta por medio de la imaginación, actuando sobre la materia plástica del mundo astral, transforma la tumba en dormitorio o salón de hospital.
El clarividente ejercitado puede ver las almas de los muertos pasearse por los cementerios, y conversando sobre sus enfermedades, sobre sus amarguras, sobre una posible curación, sobre medicinas, etc. Ante la imaginación de las almas de los muertos, el cementerio no es tal cementerio para ellos, sino hospitales, salones, dormitorios, clínicas, etc. Cada tumba es para ellos un salón, una clínica, un dormitorio, etc. Esas almas se creen todavía en carne y hueso, y por ende sienten las mismas enfermedades de que murieron.
Por lo común, estas almas exhalan el inmundo olor del cadáver en putrefacción, sufren estas almas las mismas amarguras de su vida, y anhelan curarse de sus enfermedades. Esta horrible atracción hacia los cementerios desaparece tan pronto el cadáver se ha vuelto ceniza. Hecho ceniza el cadáver, el alma se siente sana y alegre y abandona el cementerio que ella en su imaginación turbada creía clínica, cuartos, salones, hospitales, etc.
Pero si se quema el cadáver, el alma evita entonces pasar por todos esos horribles sufrimientos de los cementerios. Los cadáveres se deben quemar por caridad, por compasión, por piedad y por amor a los seres queridos, pues los sufrimientos del cementerio son horribles. Es muy dura para un alma vivir entre una tumba creyéndola salón o cuarto de dormir, de ahí el horror que los vivos tienen al cementerio, y mientras el cuerpo exista atraerá al alma hacia la tumba, y ésta sufrirá lo indecible.
Es mil veces preferible tener el dolor de pasar por quemar el cadáver de un difunto amado, y no que esta pobre alma siga atormentada dentro de un cementerio. Sea usted compasivo con el ser querido, queme su cadáver para que el alma se liberte de las amarguras horribles del cementerio, no sea usted cruel con el ser amado, queme el cuerpo para que esa alma amada se liberte del cementerio.
Lo explicado sobre los cementerios ha sido comprobado por algunas personas videntes. Estando en Pamplona (Norte de Santander, Colombia), supe de un interesante caso relacionado con el tema que estamos tratando.
Cierto caballero, cuyo nombre no menciono, transitaba por una calle de esa ciudad en una de esas noches solitarias y frías de ese poblado rodeado de páramos. El caballero vio a una bella dama a quien le inspiró al caballero ansias de poseerla en el acto, y la dama no rehusó su compañía. El galán caminaba feliz con la dama anhelando románticas aventuras don juanescas; de pronto la dama se detuvo ante la elegante puerta de una lujosa mansión rodeada de bellos y magníficos jardines. Allí hubo dulces palabras, frases amorosas, y por último la dama invitó al caballero enamorado a entrar en su encantadora morada, el galán se sintió feliz y entró en aquel hermoso dormitorio de la dama lleno de ansias sexuales irresistibles. El enamorado se acostó en el improvisado lecho nupcial, y allí se durmió sin que la dama se acostara a su lado.
Cuando el galán despertó, ya el sol iluminaba los vastos horizontes y las húmedas cumbres de los páramos que rodean a Pamplona. Se sintió algo incómodo en su lecho, y vio que las paredes de su cuarto se cerraban amenazantes sobre él. ¿Dónde estoy? Se preguntó. ¿Dónde está la dama?
Al mirar detenidamente, vio con horror que se encontraba dentro de una tumba en el cementerio, no pudo pronunciar palabra, se llenó de pavor horrible y quedó privado. Horas después algunos visitantes encontraron al caballero entre la tumba, y lo sacaron privado; hubo intervención médica, y el caballero ya vuelto en sí contó lo ocurrido a las autoridades, que desde luego lo declararon loco.
En aquella tumba había sido enterrado un cadáver de una bella dama hacía muchos años, pero ella con su imaginación dentro del plano astral había convertido la tumba en una elegante mansión. Indudablemente ya se había libertado de la atracción del cadáver, pero no de la atracción hacia la bella mansión construida por ella en el plano astral, o dentro del ambiente astral de la tumba. La dama sacó al caballero de la región química y lo metió con cuerpo y todo dentro del plano astral, esto se llama en ocultismo estado de “Jinas”.