Es el momento terrible en que deben entrar en juego las eróticas armas del amor pasional avasallador, patrimonio muy especial de KUNDRY, la mujer superior, la más encantadora y perniciosa de todas las criaturas en su victoria eterna.
La tosca vestidura de la penitente de la tierra huraña, de la mensajera fiel del Santo Grial, ha desaparecido.
KUNDRY, HERODÍAS, GUNDRIGIA, es ahora la núbil belleza femenina, con todo el poder maravilloso de su mágica fascinación irresistible.
Entre la penumbra deliciosa del jardín, se comprende que el conjuro hechicero del mago malo la ha envuelto en sus sortilegios fatales espantosamente.
El desempeño esclavizante del desiderato abismal es ya francamente ineludible y como es natural, sufre la desdichada beldad en las ignotas profundidades de su conciencia íntima.
La bellísima y espantosa escena de la tentación sexual ha comenzado entre los espejos fascinantes de la vida…
Y lo que sucede en el fondo anímico de aquella mujer provocativa, sólo Dios lo sabe.
Es incuestionable que dentro de esa fémina tan adorable, existe lucha de la mujer contra la mujer, de la tentadora contra la salvadora, del amor contra la perfidia cruel que todo lo envenena.
Es obvio que pugnan a brazo partido las dos KUNDRYS miliunanochescas en el alma milagrosa de la beldad.
Es ostensible que esta dulce criatura fascinante viene a ser en el fondo del misterio, una víctima más de los impulsos naturales pervertidos.
Esclava de la pasión sexual que sobre sí misma ejerce el deleite de la sugestión del hombre, constreñida por la potencia mágica del conjuro, acude entonces al ingenio femenino para rendir al mancebo de sus tentaciones.
Al entrar en esta parte de la Dramática Wagneriana, conviene recordar que los persas veían en la mujer el aspecto de la ilusión, el elemento de la seducción absoluta.
Muy claras sobre la índole de su ideología son aquellas alegorías e historias adoptadas del Corán; especialmente la de José y Putifar donde se muestra el aspecto de la mujer como peligro universal.
Así en Firdusi, la Putifar trocada en Luleica no sólo induce a tentación a José por sus encantos físicos, no, sino que su intento era el de prender al virtuoso de manera mágica en la red alucinante de su lascivia.
Así recibió a José en una sala de espejos; la roja cabellera, los labios de púrpura maldita, los rosados pezones de los enhiestos pechos nacarinos, todo el cuerpo ungido y ondulante le deslumbraba aquí, allá y acullá doquiera dirigiera su vista.
Según la interpretación Persa, el patriarca José no pudo resistir y sucumbió al artificio.
En esta representación maravillosa de los espejos mágicos, se encuentra oculto todo el misterio de la fascinación sexual.
La naturaleza dispuesta a la voluptuosidad pasional es fuera de toda duda una seducción única, y obra sobre todas las criaturas vivientes en forma hipnótica.
El mundo tridimensional de las apariencias vanas nos aprisiona así horriblemente debido a que invariablemente sucumbimos al encanto del Anti-polo sexual.
KUNDRY, GUNDRIGIA, HERODÍAS, la Magdalena mística del Parsifal Wagneriano, no ignora el secreto viviente de su propia existencia y sabe muy bien por naturaleza y por instinto, que sólo podrá liberarse del poder izquierdo y tenebroso de KLINGSOR, si encuentra en su camino de amarguras un hombre fuerte capaz de vencerse a sí mismo y de rechazarla.
“Débiles todos… todos caen conmigo, arrastrados por mi maldición”…, exclama la tentadora.
La tentación es fuego, el triunfo sobre la tentación es luz. Bendita sea la mujer, bendito el amor, benditos los seres que se adoran.
Es indubitable que los viejos cultos religiosos en Grecia, Caldea, Egipto, Persia, India, México, Perú, etc., etc., fueron ciento por ciento de naturaleza sexual.
Sin duda, el reconocimiento de la potencia sexual como fuerza supra-terrena, engendradora y creadora es fundamentalmente más auto-enaltecedor y dignificante que la actitud medieval que relega al sexo considerándole algo bajo, pecaminoso, sucio y enemigo del alma.
En el culto sexual de los antiguos griegos, la pareja mortal aspiraba con todas las fuerzas de su alma a reflejar en sí misma la dicha de la pareja Divina.
Cuenta la leyenda de los siglos que tanto en Grecia como en Roma, estuvo en uso la celebración del desposorio Sacro.
El hombre y la mujer -Adán y Eva-, ungidos, ataviados preciosamente y coronados de flores sublimes, se dirigían al mutuo encuentro como Dios y Diosa después de una ceremonia en el templo, para ser partícipes con el abrazo ritual de aquella felicidad de la suprema pareja que regía cielo y tierra.
Representado cada hombre como Zeus y cada mujer como Hera en el acto sexual amoroso, realizábase una conexión magnífica del LINGAM-YONI.
Es ostensible que la pareja dichosa se retiraba del acto sin derramar el Vaso de Hermes.
Lo sexual era entonces el trasunto de un evento cósmico formidable que hacía estremecer todo el Universo.
Naturalmente, y esto es algo que jamás debemos olvidar, tan sublime identificación con lo Divinal sólo podía ser alcanzada por parejas verdaderamente despiertas, individualizadas, iluminadas.
Experiencia sacra, bodas alquimistas, abrazo ritual, dicha sin límites de la suprema pareja, accesible sólo a los Adeptos de la Blanca hermandad.
Homero el gran poeta Griego ha verificado una descripción sublime y mágica de la Divina pareja ZEUS-HERA: “Bajo ellos, la germinadora tierra producía verdor florido, lotos, tréboles jugosos y jacintos y azafrán que apretados, túrgidos y tiernos se alzaban del suelo, y ellos yacían allá y arrastraban arriba las nubes titilantes y áureas, y el chispeante rocío caía a la tierra”.
Samael Aun Weor