Oramamme el viejo ermitaño andando por los caminos del mundo se internó un día por la selva espesa de un viejo país. Oramamme había nacido en Bacatá, capital de ese soleado país cuyo nombre es Colombia. Oramamme el viejo ermitaño habitaba en la selva espesa de aquel viejo país.
Cierto día lleno de sol, Oramamme fatigado por el camino, lleno de hambre y sed, llegó a una cabaña y pidió de comer. Oramamme era un verdadero místico lleno de amor y sabiduría. Cuando Oramamme se sentaba a la mesa su cena se volvía mística.
Recordemos al gran Maestro Jesús, el Cristo. Cuando el Divino Maestro quería enseñar algo especial a sus discípulos, los invitaba a cenar. Para el viejo Oramamme la cena era una verdadera unción mística.
Así pues, aquel día llenó de sol, Oramamme tenía hambre y sed. Durante la cena el viejo ermitaño estaba silencioso. Oramamme escuchaba la plática de unos viejos montañeros de la comarca que no sabían leer ni escribir.
Aquellos sencillos campesinos de rostros quemados por el sol del trópico hablaban de la montaña de la Juratena. Decían cosas insólitas, cosas extrañas:
“Oye, hoy va a llover…” –decía uno–
Otro lo interrogaba diciendo: “¿Porqué?…”
“¡Ah! –contestaba otro– ¿no oyeron ustedes el enorme ruido de piedras que rodaban de la Juratena anoche?”
“¡Claro que sí!” –decía otro–.
Así continuaba la plática de aquellos montañeros de la selva que no sabían leer ni escribir, así hablaban y Oramamme el místico solitario escuchaba.
De pronto el viejo místico se levanta de la mesa y se dirige al grupo de campesinos que platicaban tranquilos a la puerta de aquella cabaña solitaria. Los campesinos mirando a Oramamme aguardaron que éste les preguntara algo. El viejo místico después de saludar a los campesinos cortésmente los interrogó diciendo. “Mostradme la Juratena. ¿Dónde está esa misteriosa montaña?”
El más viejo de los montañeros contestó señalando con su dedo índice, diciendo: “mirad, allá está, ¿veis esa montaña que se clava como aguja en el cielo?
Entonces el viejo místico exclamó diciendo lleno de admiración. “¡Ah, ya veo!” Realmente la Juratena parece una aguja llena de nieve clavándose entre la cóncava inmensidad del cielo. A los pies de esa elevada montaña corre deliciosamente un río de aguas profundas y anchas. El río Minero, este río de Boyacá riega todo el territorio Vázquez. En ese territorio Boyacense está la misteriosa montaña llamada de Juratena.
Vinieron luego los relatos maravillosos. Los campesinos le contaron a
Oramamme muchas cosas. Le dijeron que cuando ellos querían hacer llover le metían entonces fuego a la montaña y que la lluvia era inevitable. Uno de aquellos campesinos le contaron a Oramamme el caso de un sobrino que se atrevió a explorar los escarpados pies de la Juratena, el mancebo se fue caminando por las riberas tropicales del río, entonces se encontró con un templo maravilloso incrustado entre las rocas de la Juratena.
Tres puertas gigantescas daban acceso a aquel misterioso templo. Cuando el mancebo intentó entrar al templo, retrocedió horrorizado, dentro del interior vio muchas escamas de serpientes y huyó despavorido. Más tarde el mancebo regresó a aquel solitario y misterioso lugar, pero entonces no halló el templo, parecía cual si las rocas milenarias se hubiesen tragado a su extraño templo.
¡Enigmas! ¡Enigmas! ¡Enigmas!
Otro de los campesinos le contó al viejo ermitaño que él había subido hasta la cumbre de la montaña. En las alturas el hombre encontró escaleras de piedra tallada, quién sabe por qué manos milenarias. Cuando el pobre montañero quiso subir algo más por aquellas escalas de misterio, fue detenido por una lluvia de piedras arrojadas quién sabe por quién. De pronto retrocede, está espantado, una enorme mole de piedra viene contra él; el hombre se esconde tras de un grueso tronco. Así se salvó de una muerte horrible. ¿Qué es esto?
¡Enigmas! ¡Enigmas! ¡Enigmas!
Siguen los relatos y otro montañero cuenta que unos exploradores resolvieron subir hasta la cima de la Juratena. En las alturas se encontraron con unos niños que los interrogaron sobre el objeto de su excursión, luego esos niños preguntaron a los exploradores diciendo: “¿Queréis algo? ¿Deseáis algo?”.
Los exploradores respondieron: “hacer que nosotros podamos hallar un pez bien grande en el río porque tenemos hambre”. Los niños hablaron entre sí diciendo: “Id allá, en el río hallaréis lo que habéis pedido”. Cuando los exploradores bajaron de la montaña, echaron el anzuelo al agua de aquel río y ciertamente sacaron un enorme pez con el cual se prepararon una deliciosa cena.
Aquellos campesinos estaban estáticos hablando maravillas de la Juratena. Oramamme escuchaba y meditada, se decían muchas cosas de aquella montaña misteriosa. Unos ingenieros alemanes que recorrieron la montaña aseguraban que, dizque la montaña era rica en esmeraldas. Aquellas selvas impenetrables estaban llenas de un aire de misterio, millones de aves de todos los colores llenaban la umbría de cantos inefables, aquí y acullá sólo se veían gigantescos árboles centenarios y profundidades insondables pobladas de reptiles y changos. Los habitantes de aquella selva temen al tigre que se esconde tras de cada mata, la selva es un misterio, un mundo de extrañas sorpresas que el hombre desconoce totalmente. En la selva existen leyes y fuerzas desconocidas para los físicos y los químicos. Hay cosas en la selva que el hombre académico de la ciudad, ni siquiera sospecha.
Samael Aun Weor