LAS SIETE IGLESIAS

“Y me volví a ver la voz que hablaba conmigo (el Verbo que hablaba al Apóstol), y vuelto, vi siete candeleros de oro (los siete chacras de la médula espinal, las siete iglesias). Y en medio de los siete candeleros, uno semejante al Hijo del Hombre (un Verbo Enseñaba al Apóstol) vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por los pechos con una cinta de oro. Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana, blanca como la nieve; y sus ojos como llamas de fuego. Y sus pies semejantes a latón fino, ardientes como en un horno; y su voz como ruido de muchas aguas (el Verbo, el Logos, suena). Y tenía en su diestra siete estrellas (en el Macrocosmos los siete Espíritus ante el Trono; en el Microcosmos los siete ángeles atómicos que gobiernan los siete chacras o iglesias de la médula espinal). Y de su boca salía una espada aguda de dos filos (la espada flamígera). Y su rostro era como el Sol cuando resplandece en su fuerza. Y cuando yo le vi caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí diciéndome: no temas. Yo Soy el primero y el último (nuestro resplandeciente Dragón de Sabiduría es el primero y el último)”

Ap. 1: 12-17

El Bienamado vive y ha sido muerto y he aquí que vive por los siglos de los siglos.

“Él tiene las llaves del infierno y de la muerte” (Ap. 1: 18).

Cuando salimos del Edem nos divorciamos de ese Verbo que vive entre las ignotas profundidades de nuestro ser. El Bienamado murió por nosotros, pero he aquí que vive eternamente.

El Bienamado es Hiram asesinado por tres traidores. Es Jesús condenado a muerte por Judas, Caifás y Pilatos. Esos tres traidores constituyen eso que nosotros llamamos el yo, el ego y el mí mismo (Satán). Sebal, el primer traidor de Hiram, es Satán en el cuerpo astral del ser humano. Hortelut, el segundo traidor de Hiram, es Satán en la mente. Stokin, el tercer traidor de Hiram, es el Satán en el alma voluntad.

He aquí al yo en sus tres niveles fundamentales de la conciencia. Este es el príncipe de este mundo, el Dragón negro de tres cabezas que debemos decapitar y disolver.

Estos son los tres rebeldes que llevamos dentro. El demonio del deseo, el demonio de la mente, y el demonio de la mala voluntad. Estos son los tres asesinos del Verbo, “pero he aquí que él vive por todos los siglos de los siglos, Amén”.

Él tiene las llaves de nuestros propios infiernos atómicos.

“Él tiene las llaves del infierno y de la muerte”.

Necesitamos resucitar al Hijo del Hombre dentro de nosotros mismos. Existen las siete iglesias en el microcosmos-hombre y en el macrocosmos.

El Apocalipsis es el libro del hombre y del universo. Las siete iglesias de nuestra médula espinal resplandecen de felicidad con el fuego sagrado del Espíritu Santo.

Las siete iglesias de nuestra médula espinal son las puertas que nos dan acceso a las siete catedrales gloriosas de los mundos superiores.

Nosotros nos sentimos llenos de mucho temor y temblor místico, cuando vemos la majestuosa catedral de Sardis entre relámpagos, truenos, terremotos, tempestades y grande granizo.

El chacra laríngeo es la puerta que nos da acceso a la gran catedral de Sardis.

La iglesia sublime y terriblemente divina de Laodicea es toda de oro puro. Su cúpula y sus muros son todos labrados en el más puro oro del Espíritu.

El loto de los mil pétalos, la corona resplandeciente de los santos, nos da acceso a la gloriosa catedral de Laodicea, templo que realmente existe en los mundos superiores.

En las siete iglesias de los mundos internos estudiamos los Rituales de la Vida y de la Muerte mientras llega el Oficiante (el Verbo).

Las siete iglesias de la médula espinal están unidas a los siete chacras o plexos nerviosos del sistema nervioso gran simpático por medio de ciertos nervios muy finos.

Las siete iglesias penden como flores de loto del famoso Nadi Chitra. Dentro del canal medular existe el canal de Susumná. Dentro del canal de Susumná está aquel canal al cual llamamos Nadi Chitra. Las siete iglesias penden hermosas y divinas de este precioso canal medular.

La médula espinal es el candelero. A la derecha y a la izquierda están las dos olivas del templo, las dos ramas de olivas que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro. Ese aceite de oro, es el “Ens Seminis”.

“Estos dos hijos de aceite son los que están adelante del Señor de toda la tierra”

(Zac. 4: 14).

Estos son los dos testigos (Ida y Pingalá). Este es el par de nervios simpáticos que se enroscan como dos serpientes en la médula espinal. Por ellos sube el aceite de oro puro, hasta el cáliz (cerebro).

Cuando la serpiente de metal despierta, entra en el “canalis centralis” de la médula espinal y va subiendo muy lenta y difícilmente por entre aquel canal medular llamado en la India Brahma Nadi.

Las siete iglesias resplandecen con el fuego abrasador del Espíritu Santo. Conforme el fuego sagrado va subiendo, las siete iglesias devienen abiertas, y se tornan hacia arriba. Conforme las siete iglesias se abren, despiertan entonces los chacras o plexos simpáticos.

El candelero tiene siete lámparas que son las siete iglesias, y siete canales para las lámparas que están encima de él. Estos siete canales corresponden a los siete grados de poder del fuego.

Todos estos chacras, discos, ruedas magnéticas son los sentidos del cuerpo astral.

Nuestra alma está envuelta en el cuerpo astral. El cuerpo astral tiene su anatomía, fisiología y patología ultra sensibles.

Los sentidos del cuerpo astral y las glándulas endocrinas se hallan en íntima correspondencia: donde quiera haya un plexo nervioso, allí hay un chacra del cuerpo astral.

Dentro del cuerpo astral está la mente, la voluntad, la conciencia, el espíritu, etc. Con el despertar de las siete iglesias, el cuerpo astral se llena de gloria y de belleza. Así es como nos transfiguramos y glorificamos totalmente.

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