México ofrece siempre nuevas sorpresas. En el museo de cultura azteca de México hay una extraña piedra sobre la cual está cincelada la figura de un hombre decapitado; la cabeza de este extraño personaje ha sido reemplazada por siete serpientes. Encontramos allí el falo viril de este misterioso personaje en estado de erección; el falo se halla modestamente simbolizado por una palma (símbolo de victoria). Los símbolos fálicos son abundantes en las culturas azteca y maya. En el templo de Quetzalcóatl, en Teotihuacán, se rindió culto muy especial a la serpiente; en los muros invictos de ese misterioso santuario vemos esculpida a la serpiente cascabel.
Los hindúes nos hablan del Kundalini, la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes. Los aztecas nos enseñan dos cosas en su extraña piedra: primera, el Kundalini tiene siete grados de poder; segunda, el Kundalini es totalmente sexual.
El Kundalini es la suma total de siete serpientes: dos grupos de a tres con la coronación sublime de la séptima lengua de fuego que nos une con el Uno, con la Ley, con el Padre.
Los teósofos nos hablan de la constitución septenaria del hombre.
Considerando estas cosas a la luz de las verdades teosóficas sostenemos que cada órgano es séptuple en su constitución interna, metafísica. Nuestra médula espinal no es una excepción, también es séptuple. A lo largo del canal medular existen siete centros nerviosos que son las siete iglesias de las que nos habla el Apocalipsis de San Juan; estas siete iglesias entran en actividad con el fuego sexual del Kundalini, así las siete serpientes abren las siete iglesias en los siete cuerpos.
El fuego sexual del Kundalini despierta con la magia sexual. En el cruzamiento del falo y del útero se halla la clave del poder, siempre que no se llegue jamás a eyacular ni siquiera una sola gota del vino sagrado. Entre los aztecas se practicaba la magia sexual para despertar el Kundalini; en los patios sagrados de los templos hombres y mujeres permanecían meses enteros acariciándose, amándose y hasta en conexión sexual, empero sabían refrenar al ego animal para evitar la eyaculación seminal y así las aguas puras de vida se transmutaban en vapores seminales, estos se transmutaban en energías crísticas y las energías crísticas se bipolarizaban en corrientes solares y lunares que subían por Idá y Pingalá.
Cuando los átomos solares y lunares hacen contacto en el hueso coccígeo despierta el Kundalini o serpiente emplumada Quetzalcóatl. Estas siete serpientes están representadas en la figura del decapitado. La primera serpiente pertenece al cuerpo físico, la segunda al cuerpo etérico, la tercera al cuerpo astral, la cuarta al cuerpo mental, la quinta al cuerpo de la voluntad, la sexta al cuerpo de la conciencia y la séptima al Intimo, nuestro Real Ser interno. Estos son los siete portales de la iniciación. Las siete serpientes se van levantando en orden sucesivo y conforman las siete primeras grandes iniciaciones de misterios mayores.
Nosotros salimos del Edén por la puerta del sexo y sólo por esa puerta podemos volver a entrar, no hay puertas falsas. El Edén es el mismo sexo.
Las siete serpientes nos dan poder sobre la tierra, sobre el agua, sobre el fuego universal de vida, sobre el aire, sobre los tattvas del éter, etc. Las siete serpientes nos despiertan la telepatía, la intuición, el oído oculto, la clarividencia, la vista intuitiva y la omnisciencia. Las siete serpientes nos convierten en dioses.
La figura del decapitado que se encuentra en el museo de México es un grandioso tesoro de sabiduría antigua. El amor es el fundamento de la magia práctica. En los templos aztecas los hombres y las mujeres, adorándose, despertaban a Quetzalcóatl, la serpiente sagrada, la terrible serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes.
Nuestro destino es querer, nuestro destino es amar. No hay nada en el mundo que pueda contra la fuerza del amor. Las teorías intelectuales se olvidan cuando dos seres se adoran. El beso ardiente de dos seres que se adoran tiene más fuerza que las teorías de las escuelas espiritualistas. Es mejor querer que leer. Dos seres, unidos sexualmente en el trance del amor, tienen el poder para despertar el Kundalini y abrir las siete iglesias de la médula espinal; hasta los dioses son hijos del trance sexual.
Bendito sea el amor. No sabe lo que es la vida el que jamás ha amado.
Hay que avivar la llama del espíritu con la fuerza del amor, hay que matar al ego animal. Primero tenemos que ser intensamente sexuales, luego tenemos que renunciar al sexo. Primero tenemos que desarrollar los poderes, luego tenemos que renunciar a ellos. Las gentes no quieren entender esto y quieren montar antes de tener el caballo. ¡Pobres gentes!, todo lo entienden al revés, quieren comenzar por la cola y no por la cabeza y algunos quieren renunciar al sexo sin haber despertado el fuego sagrado, quieren renunciar a los poderes sin haberlos conseguido. ¡Qué necios!, renunciar a lo que no tienen y ni siquiera son capaces de renunciar a lo que tienen. Esta senda es muy difícil, esta es la senda del filo de la navaja. Sólo puede renunciar al sexo el que ya se ha cristificado, sólo puede renunciar a los poderes el que ya está preparado para entrar al Absoluto. Esto no lo entienden los acuarianistas, teósofos, rosacruces, etc.
Jesús el Cristo dijo: “Yo Soy el camino, la verdad y la vida” y la gente no entiende eso, a la gente no le interesa su resplandeciente Yo Soy. En lugar de buscar adentro de sí mismos prefieren andar detrás de los impostores, en lugar de buscar dentro de sí mismos a su resplandeciente Yo Soy se convierten en secuaces de místicos ladrones como aquel tal Reynaud de Laferriére, bandidos disfrazados de santos, malvados que los explotan y llevan al abismo; eso es lo que a la gente le gusta. ¡Qué necios!, dejan a su Yo Soy por andar detrás de los malvados, sin embargo arguyen que andan buscando la verdad.
Jesús les dijo: “Yo Soy el camino, la verdad y la vida” Cuando les dijo Yo Soy no se refirió a su persona, eso de autonombrarse es más que ridículo, eso es necio. Sería estúpido pensar así de Jesús. El Maestro nos enseñó el único camino, Él no nos habló de muchos caminos para llegar a la verdad; en ninguno de los cuatro Evangelios encontramos que Él nos haya mostrado muchos caminos, El sólo nos dijo: “Yo Soy el camino, la verdad y la vida”.
Entremos por la puerta angosta y estrecha que conduce a la luz, esa puerta es el sexo.
Nosotros conocimos a una pobre anciana terriblemente mística, ella miraba el sexo con repugnancia, como algo vulgar, sucio y grosero y se consideraba totalmente casta y pura. Cuando estudiamos su Satán (guardián del umbral) para conocer sus purificaciones nos quedamos sorprendidos y tuvimos que defendernos, aquel Satán nos atacó en forma horrible; las ansias sexuales de esa pobre alma eran terribles pero el cuerpo de anciana enferma no le servía para satisfacciones pasionales, eso era todo.
Muchos dicen: el sexo es vulgar, yo soy casto y puro, yo soy muy espiritual, a mí no me atraen esas porquerías del sexo, etc. Cuando examinamos el Satán de esos místicos supertrascendidos comprobamos que esas almas están llenas de ansias sexuales terriblemente reprimidas; el Satán es robusto y fuerte en los fornicarios. Sólo aquellos que logran montar en el burro, los que aprenden a domar a la bestia, transforman a su Satán en un hermoso niño lleno de belleza. Pero hay que montar en el burro, practicar magia sexual, enfrentarse de verdad a la bestia para domarla y vencerla, esa es la única forma de llegar a la castidad.
Aquellas pobres almas que miran el sexo como algo asqueante, realmente lo que hacen es defender a Satán conservándolo gordo, robusto y fuerte. En nuevas reencarnaciones esa clase de místicos y místicas se desbocan en las pasiones carnales más horribles.
¿De qué sirve ser un místico inefable si Satán está por dentro, grande, robusto y fuerte aguardando oportunidades para satisfacer sus pasiones? Eso es el diablo diciendo misa. Trabajemos con nuestras siete serpientes, cristifiquémonos. Sólo cuando ya seamos dioses pasaremos más allá del acto sexual, entonces entraremos en la Jerusalén celestial montados en el burro, entonces si seremos realmente castos porque habremos matado a la bestia.
La castidad es el fundamento de la santidad.
El santísimo santurrón Estrada, maestro de la orden del Acuarius, fue encontrado en un lecho de placer adulterando con una mujer ajena. El señor X tuvo que echar al santo Estrada y naturalmente ese hogar fracasó; este hecho sucedió en México. Los tenebrosos del Acuarius se lo callan. ¿Por qué se callarán? Ciertamente nadie debe meterse en la vida ajena, nadie debe juzgar a nadie, sin embargo el caso Estrada es diferente, ese señor predica una doctrina y exhibe sus obras que deben ser examinadas públicamente. Nosotros no ocultamos delitos porque nos convertiríamos en cómplices del delito.
Examinemos los frutos de los predicadores. Este caso se conoció públicamente, es un fruto que debemos examinar “porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de ser sabido. Por tanto las cosas que dijisteis en tinieblas, a la luz serán oídas; y lo que hablasteis al oído en las cámaras, será pregonado en los terrados” (Lc. XII, 2 y 3)
“De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado.” (Jn. VIII, 34)
El Cristo dijo: “Por sus frutos los conoceréis” Estos frutos de Estrada son tenebrosos. Estrada, el hombre que abandonó a su esposa e hijos, el hombre que le dijo a Laferriére: ahí te dejo a mi mujer, úsala si quieres, ¿puede tal hombre ser un iniciado? Estrada, el hombre que comulgó en la catedral de México, ¿puede ser un iniciado?, ¿puede ser una orden blanca la escuela de ese santurrón?
A Estrada y a sus secuaces del Acuarius los buscan las autoridades de Guatemala. ¿Por qué será? ¿Será por santo? El señor Ferri, representante del Acuarius en Panamá, abandonó a su esposa y cinco hijos, sin embargo resolvió meterse de santo del Acuarius. ¿Con qué autoridad moral los acuarianistas se las echan de iniciados?
Samael Aun Weor