Uno de los problemas más difíciles de nuestra época ciertamente viene a ser el intrincado laberinto de las teorías.
Indubitablemente, por estos tiempos se han multiplicado exorbitantemente por aquí, por allá y acullá las escuelas seudo-esoteristas y seudo-ocultistas.
La mercadería de almas, de libros y teorías es pavorosa, raro es aquel que entre la telaraña de tantas ideas contradictorias logre en verdad hallar el camino secreto.
Lo más grave de todo esto es la fascinación intelectiva; existe la tendencia a nutrirse estrictamente en forma intelectual con todo lo que llega a la mente.
Los vagabundos del intelecto ya no se contentan con toda esa librería subjetiva y de tipo general que abunda en los mercados de libros, sino que ahora y para colmo de los colmos, también se atiborran e indigestan con el seudo-esoterismo y seudo-ocultismo barato que abunda por doquiera como la mala hierba.
El resultado de todas estas jergas es la confusión y desorientación manifiesta de los bribones del intelecto.
Constantemente recibo cartas y libros de toda especie; los remitentes como siempre interrogándome sobre ésta o aquella escuela, sobre tal o cual libro, yo me limito a contestar lo siguiente: Deje Ud. la ociosidad mental; a Ud. no tiene porqué importarle la vida ajena, desintegre el yo animal de la curiosidad, a Ud. no deben importarle las escuelas ajenas, vuélvase serio, conózcase a sí mismo, estúdiese a sí mismo, obsérvese a sí mismo, etc., etc., etc.
Realmente lo importante es conocerse a sí mismo profundamente en todos los niveles de la mente.
Las tinieblas son la inconsciencia; la luz es la conciencia; debemos permitir que la luz penetre en nuestras tinieblas; obviamente la luz tiene poder para vencer a las tinieblas.
Desgraciadamente las gentes se encuentran auto-encerradas dentro del ambiente fétido e inmundo de su propia mente, adorando a su querido Ego.
No quieren darse cuenta las gentes de que no son dueños de su propia vida, ciertamente cada persona está controlada desde adentro por muchas otras personas, quiero referirme en forma enfática a toda esa multiplicidad de yoes que llevamos dentro.
Ostensiblemente cada uno de esos yoes pone en nuestra mente lo que debemos pensar, en nuestra boca lo que debemos decir, en el corazón lo que debemos sentir, etc.
En estas condiciones la humana personalidad no es más que un robot gobernado por distintas personas que se disputan la supremacía y que aspiran al supremo control de los centros capitales de la máquina orgánica.
En nombre de la verdad hemos de afirmar solemnemente que el pobre animal intelectual equivocadamente llamado hombre aunque se crea muy equilibrado vive en un desequilibrio psicológico completo.
El mamífero intelectual en modo alguno es unilateral, si lo fuera sería equilibrado.
El animal intelectual es desgraciadamente multilateral y eso está demostrado hasta la saciedad.
¿Cómo podría ser equilibrado el humanoide racional? Para que exista equilibrio perfecto se necesita de la conciencia despierta.
Solo la luz de la conciencia dirigida no desde de los ángulos sino en forma plena central sobre nosotros mismos, puede acabar con los contrastes, con las contradicciones psicológicas y establecer en nosotros el verdadero equilibrio interior.
Si disolvemos todo ese conjunto de yoes que en nuestro interior llevamos, viene el despertar de la conciencia y como secuencia o corolario el equilibrio verdadero de nuestra propia psiquis.
Desafortunadamente no quieren darse cuenta las gentes de la inconsciencia en que viven; duermen profundamente.
Si las gentes estuvieran despiertas, cada cual sentiría a sus prójimos en sí mismos.
Si las gentes estuvieran despiertas, nuestros prójimos nos sentirían en su interior.
Entonces obviamente las guerras no existirían y la tierra entera sería en verdad un paraíso.
La luz de la conciencia, dándonos verdadero equilibrio psicológico, viene a establecer cada cosa en su lugar, y lo que antes entraba en conflicto íntimo con nosotros, de hecho queda en su sitio adecuado.
Es tal la inconsciencia de las multitudes que ni siquiera son capaces de encontrar la relación existente entre luz y conciencia.
Incuestionablemente luz y conciencia son dos aspectos de lo mismo; donde hay luz hay conciencia.
La inconsciencia es tinieblas y éstas últimas existen en nuestro interior.
Solo mediante la auto-observación psicológica permitimos que la luz penetre en nuestras propias tinieblas.
“La luz vino a las tinieblas pero las tinieblas no la comprendieron”.