En el supremo instante del éxtasis, nosotros los hermanos hemos entrado por las puertas del templo de Jerusalem. En este valle de amarguras sólo queda el muro de las lamentaciones. Sin embargo, el templo todavía existe en los mundos superiores. Nosotros nos paseamos llenos de dolor por sus patios y por sus corredores.
Contemplamos sus olímpicas columnas con sus hermosos capiteles, y sus cámaras, y sus vasos de oro y de plata, y sus púrpuras, y sus reclinatorios.
En el Sanctum Sanctorum del templo ya no resplandece la gloria del Señor Jehová. El santuario ha sido asolado. El santuario ha sido profanado.
Ya no está allí el Arca de la Ciencia, con sus sagrados querubines acoplados, terriblemente divinos. Ahora sólo vemos dentro del Sanctum Sanctorum del templo, al Señor de las Angustias.
Allí está su imagen sagrada. Imagen que tiene vida. Allí está la imagen del Adorable y los judíos se ríen de Él, y dicen: “Ese es el que soñó ser el Mesías prometido y nosotros no creemos en él”.
Todos se ríen. El santuario ha sido profanado; el velo del templo se rasgó porque el Santuario ya había sido profanado. Al matar al Cristo se profanó al santuario. Nosotros los Hermanos del Templo, nos paseamos por el interior de él. El patio de los sacerdotes estaba lleno de deportistas y mercaderes. En esto terminó el sagrado templo de Jerusalem. La humanidad crucificó al Cristo y firmó, con sangre inocente, su propia sentencia de muerte.
La misericordia infinita nos concedió, sin embargo, un poco de tiempo más para que nos definiéramos por Cristo o por Yahvé, por la Logia Blanca, o por la Negra.
Merecíamos todos haber sido destruidos por el espantoso y horrible sacrilegio. El Cristo asesinado, y el santuario profanado. Empero, la misericordia infinita nos dio un poco de tiempo más, para que estudiáramos la doctrina del Cristo y eligiéramos el camino.
“Y después de estas cosas (que sucedieron en Jerusalem), vi cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos de la tierra (los cuatro archiveros del karma; los cuatro Devarajas), deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol” (Ap. 7: 1). Ellos gobiernan los cuatro vientos y controlan con la ley a los cuatro puntos de la tierra.
El profeta vio a los cuatro santos deteniendo la ley; deteniendo a los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol. Los cuatro santos detuvieron la ley, el castigo que pesa sobre la cabeza de la humanidad que asesinó al Cristo. La misericordia infinita nos dio tiempo para estudiar la doctrina del Señor y volver al buen camino.
“Y vi otro ángel que subía del nacimiento del sol, teniendo el sello del Dios vivo (el sello de Salomón); y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a los cuales era dado hacer daño a la tierra y a la mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que señalemos a los siervos de nuestro Dios en sus frentes” (Ap. 7: 2, 3).
El Bodhisattva del ángel que tiene el sello del Dios vivo en sus manos, está ahora reencarnado en este siglo XX. Tiene cuerpo femenino y es un especialista maravilloso de los estados de Jinas. Su nombre sagrado no lo debemos divulgar.
Este ángel nos dijo a nosotros todos, la siguiente verdad: “Vamos a salvar la gente de esta calle en diez días”. Nosotros entendimos que se trata de la calle de los justos. Una de las calles de la gran Babilonia. Los diez días simbolizan la rueda de los siglos. La rueda de la reencarnación y el Karma.
Se necesitó un tiempo para que la gente estudiara la doctrina del Cristo y se definiera por Cristo o por Yahvé, por la Logia Blanca o por la Negra.
Los siervos de Dios ya fueron sellados en sus frentes. Los Siervos de Satán también ya fueron sellados en sus frentes. Los tiempos del fin ya llegaron, y estamos en ellos. Los diez días ya se vencieron, y los tiempos del fin ya llegaron.
El sello de Salomón es la suprema afirmación del Cordero y la suprema negación de Satán. Hilariux IX dijo: “Sus dos triángulos que junta o separa el amor son las lanzaderas con que se teje y desteje el telar de Dios “. Las seis puntas del sello del Dios vivo son masculinas. Las seis ondas entradas que existen entre punta y punta son femeninas. Total, este sello del Dios vivo tiene doce rayos: seis masculinos y seis femeninos. Estos doce rayos cristalizan mediante la alquimia sexual en las doce constelaciones del zodíaco. Estas doce constelaciones zodiacales son los doce hijos de Jacob. Toda la humanidad se divide en doce tribus: las doce tribus de Israel.
Con el sello del Dios vivo queda clasificada la humanidad. La mayoría ya recibieron la marca de la bestia en sus frentes y en sus manos. Unos pocos recibieron la señal del Cordero en sus frentes.
“Y oí el número de los señalados: Ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas las tribus de los hijos de Israel” (Ap. 7: 4). Sumando cabalísticamente los números entre sí tendremos el número nueve: 1 + 4 + 4 = 9. Nueve es la novena esfera (el sexo). Sólo serán salvos los que hayan llegado a la castidad absoluta.
(Hoy cinco de septiembre de 1958)
La gran tempestad se avecina. El cielo está lleno de negras y amenazadoras nubes que el relámpago ilumina. Por doquier sopla una brisa helada de muerte. Nosotros todos, hemos llorado mucho. Hemos suplicado a un vigilante y santo muy terrible; le hemos rogado, le hemos propuesto un negocio para conjurar la terrible tempestad que se cierne amenazadora sobre la pobre humanidad doliente. Hemos pedido una clave para conjurar la tempestad; pero todo ha sido inútil.
Los tiempos se vencieron, y aquellos que no aceptaron la doctrina del Señor se hundirán en el abismo. Sólo serán salvos los justos: aquellos que ya recibieron la señal de Dios en sus frentes, aquellos que llegaron a la suprema castidad. Son ciento cuarenta y cuatro mil los justos que serán salvos. Realmente sólo la suprema castidad y el supremo amor a toda la humanidad doliente logran el milagro divino de nuestra cristificación.
Debemos besar con suprema adoración el látigo del verdugo que nos odia. Debemos expurgar nuestra mente de todo deseo. Debemos vigilar el yo en todos los niveles de conciencia. Muchos devotos fieles y sinceros que alcanzaron la castidad en este valle de lágrimas, resultaron terriblemente fornicarios en el mundo de la mente cósmica. ¿Habéis meditado alguna vez en el peligro de las imágenes eróticas? Recordad que dentro de la mente tenéis un hábil traductor. Ese traductor es el yo.
El yo traiciona a los devotos de la senda. El yo crea efigies mentales, demonios vivientes del plano mental. Con esos demonios Fornican los devotos en el mundo mental. Los salones de cine son verdaderos templos de magia negra del mundo mental. La mente crea efigies vivientes, demonios tentadores absolutamente iguales a las imágenes eróticas que hemos visto en el cine, o en los periódicos o revistas pornográficas.
El yo nos traiciona en otros niveles de conciencia: Una simple palabra erótica se convierte en fornicación dentro del mundo mental. Una palabra irónica significa violencia en el plano mental.
Necesitamos amar, adorar a nuestros peores enemigos. Necesitamos llegar a la suprema castidad en todos los niveles de la conciencia. Necesitamos dar hasta la última gota de sangre por esta adorable humanidad. Nuestros labios deben besar los pies de aquellos que más nos odian y maldicen. Nuestras manos sólo deben levantarse para bendecir al enemigo que nos escupe y nos azota.
Son ciento cuarenta y cuatro mil los santos Cristificados. Esto significa lavar nuestros pies en las aguas de la renunciación. Esto significa castidad suprema, santidad suprema, y supremo amor por todos los millones de seres que pueblan el mundo.
Hay que bajar a la novena esfera, para trabajar con el fuego y el agua, origen de mundos, bestias, hombres y dioses. Toda autentica iniciación blanca comienza por allí.
Hay que trabajar con el arcano A.Z.F. Sólo así es posible recibir la señal de Dios en la frente.
“Y oí el número de los señalados: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá, doce mil señalados. De la tribu de Rubén, doce mil señalados. De la tribu de Gad, doce mil señalados. De la tribu de Aser, doce mil señalados. De la tribu de Neftalí, doce mil señalados. De la tribu de Manases, doce mil señalados. De la tribu de Simeón, doce mil señalados. De la tribu de Leví, doce mil señalados. De la tribu de Issachar, doce mil señalados. De la tribu de Zabulón, doce mil señalados. De la tribu de José, doce mil señalados. De la tribu de Benjamín, doce mil señalados” (Ap. 7: 5-8).
Toda la pobre humanidad se divide en doce tribus. Toda humanidad se desarrolla y desenvuelve entre la matriz zodiacal. El zodiaco es un útero dentro del cual se gesta la humanidad. Estas doce tribus zodiacales sólo pueden recibir la señal de Dios en sus frentes practicando con el arcano A.Z.F.
De cada una de las doce tribus zodiacales sólo hay doce mil señalados. He aquí el arcano 12 del tarot este arcano está representado por un hombre colgado de un pie.
Las manos atadas a la espalda forman con la cabeza un triángulo con la punta hacia abajo y sus piernas una cruz por encima del triángulo. He aquí el ligamen de la cruz con el triangulo. He aquí la magia sexual. He aquí el arcano A.Z.F. He aquí la obra realizada, el hombre viviente que no toca la tierra más que con el pensamiento.
Toda la ciencia de la alquimia sexual fue grabada por Hermes en una Esmeralda. He aquí los preceptos que se refieren a la Gran Obra:
“Tú separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo áspero, con gran industria. Sube de la tierra al cielo, y de rechazo desciende a la tierra, y recibe la fuerza de las cosas superiores e inferiores. Tú tendrás por ese medio, la gloria de todo el mundo, y por eso toda oscuridad huirá de ti. Es la fuerza fuerte de toda fuerza, porque ella vencerá toda cosa sutil y penetrará toda cosa sólida. Así ha sido creado el mundo”.
La clave fundamental de la Gran Obra está en la unión sexual.
La fórmula del Gran Arcano es la siguiente:
“Inmisio membri virili in vagina feminae sine ejeculatium Seminis”.
No eyacular jamás el mercurio de la filosofía secreta, Evitar el orgasmo fisiológico, Esta es la clave fundamental de la Gran Obra. Realmente, la entidad del semen resulta siendo, en el fondo, el mismo mercurio de la filosofía secreta que al ser fecundado por el azufre (fuego vivo), se convierte en el maestro y regenerador de la sal (hombre terrenal).
Sólo doce mil señalados de cada una de las doce tribus de Israel, serán salvos del gran cataclismo (esta cantidad es simbólica). Sólo aquellos que hayan logrado el ligamen de la cruz-hombre, con el triángulo-espíritu, serán salvos.
“Después de estas cosas miré y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas las gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas (túnicas de Maestros), y palmas (de victoria) en sus manos. Y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero (interno de cada hombre). Y todos los ángeles estaban alrededor del trono, y de los ancianos y los cuatro animales (del Gran Arcano), postráronse sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo Amén. Y la bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás, Amén. Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero (que todos llevamos dentro)” (Ap. 7: 9-14).
Realmente sólo trabajando con el arcano A.Z.F., podemos encarnarlo. Hay que bajar a la fragua encendida de Vulcano (el sexo) para retemplar la espada y lograr la iniciación venusta.
Allí baja Hermes para limpiar los establos internos del alma con el fuego sagrado, y Perseo para cortar la cabeza del Príncipe de este mundo, con la espada flamígera. Sólo así podremos blanquear nuestros cuerpos internos con la sangre de nuestro interno Cordero.
“Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos” (Ap. 7: 15). El Padre se goza en el Hijo, y el Hijo se goza en el Padre. El Padre es Uno con el Hijo, y el Hijo Uno con el Padre.
“No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero (su propio Cordero Interior), que esta en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas, y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos” (Ap. 7: 16, 17).
Tenemos que resolvernos a morir como egos en todos los planos de conciencia cósmica. Tenemos que reconocer nuestra propia miseria y pecado, para que nuestra alma de diamante se pierda en el Cordero.
El Señor Interno nos pastoreará y nos guiará a fuentes vivas de aguas. Aquel que bebe de las fuentes de agua pura de vida, nunca jamás tendrá sed, y ríos de agua pura de vida manarán de sus vientres.
Nosotros necesitamos pasar por una verdadera revolución de la conciencia.
Las experiencias de la vida complican y robustecen al yo. Llevamos muchos millones de años evolucionando… ¿Y qué?, ¿Qué hemos ganado con tantas experiencias? El hombre sencillo de hace dieciocho millones de años, es ahora el hombre complicado y difícil, astuto y egoísta de las grandes ciudades… ¿Es esto progreso?
¡Miremos al niño! ¡Cuán bello es! ¡Cuán inocente! Conforme va creciendo el niño, conforme va evolucionando y ganando experiencias a través de las distintas edades de la vida, se va complicando cada vez más, se va volviendo cada vez más astuto, y cuando llega a la ancianidad está lleno de malicia, egoísmo, desconfianza, resentimientos, maldades, etc. ¿Es ésta evolución?
Las experiencias de la vida complican y robustecen al yo. Nosotros necesitamos disolver el yo. Cuando hemos disuelto el yo, entonces hay revolución total de la conciencia. Realmente el yo para lo único que sirve es para hacer maldades. Necesitamos bajar a la novena esfera (el sexo), para decapitar el yo.
El yo evolucionando a través de los siglos, se robustece y fortifica con las experiencias. Nosotros no necesitamos ahora evolución. Lo que necesitamos es revolución.
Cuando disolvemos el yo, entonces el Cordero Interno, entrará en el alma.
Cuando el Cordero Interno entra en el Alma, se transforma en ella. Él se transforma en Ella, y Ella en Él.
De esta simbiosis divina y humana nace eso que llamamos el Hijo del Hombre.
¡Esa es la revolución de la conciencia!
Los cuatro ángeles detuvieron los cuatro vientos, aplazaron el karma que pesa sobre la humanidad, para que nosotros estudiáramos la doctrina del Adorable.
Con la evolución nos volvimos tremendamente destructivos y perversos.
Ahora necesitamos una revolución total de la conciencia.
Necesitamos decapitar y disolver al yo.
Necesitamos encarnar al Cordero Inmolado.
“Y oí el número de los señalados: Ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas las tribus de los hijos de Israel” (Ap. 7: 4).
Samael Aún Weor