En este mundo de la manifestación cósmica, no existe en verdad, gloria de más altos arreboles que la de ser, entre la luz creada del Universo, uno de esos crisoles en que todo el encanto del alma se condensa como el fuego del éter en los soles.
No es cierto que BRAHMA, el espíritu universal de vida, esté en sí mismo falto de esa unidad espléndida. ¿Qué importa que el sublime Prometeo, bajo el chispazo terrible que su frente atrae, muerda en la lucha el lodo de la tierra si, como ANTEO, se levanta heroico siempre que cae?
Batallar, luchar, sufrir, liberarse al fin, perderse como gota diamantina entre el océano de la luz increada, es ciertamente el mejor anhelo. Los dioses mediante el fuego surgen del abismo y se pierden en el ABSOLUTO.
En instantes en que escribo estas líneas, vienen a mi memoria tantas cosas… Una noche cualquiera en profunda meditación íntima, abandoné el mundo ilusorio de MAYA y libertado de esos grilletes de la amarga existencia, me sumergí durante el SAMADHI en el mundo del espíritu. No existe mayor placer que aquel de sentirse el alma desprendida del cuerpo, de los afectos y de la mente. Inmensa es la dicha inefable de aquellas ALMAS de DIAMANTE que se perdieron entre el GRAN ALAYA del Universo. Y embriagado por el éxtasis me entré por las puertas del templo de paredes transparentes. Y con el OJO ABIERTO DE DANGMA, con esa visión espiritual del ADEPTO o JIVANMUKTA, miré hacia abajo, en lo profundo, y vi entonces en el fondo del abismo de la mente —Océano de la mente cósmica, precipicio, despeñadero, profundidad que espanta…— a muchos seres queridos que sufren. ¡Ay!… no me desoléis así, tened compasión de mí… Cese ya nuestro desvío, ojos que me dais congojas, ojos con aspecto de hojas empapadas de rocío.
Y esas sombras se dilataban melancólicas y extrañas, asumiendo misteriosas trazas de humareda que apaga tintas de llama. Murmullo de palabras confusas, vagas y con tristeza profunda en el alma… ¡pobres sombras! ¡Vanas formas del mundo de la mente!
Así como el mar furioso azota inclemente con sus olas a la playa, así también del mundo de la mente, del mar del entendimiento, surgían olas que inútilmente intentaban desesperadas azotar el umbral del templo de paredes transparentes. LITELANTES, la DAMA-ADEPTO, exclamó indignada: “Esas mujeres molestan mucho, intentan llegar hasta aquí” y desenvainó su espada flamígera, yo lo mismo. Estas espadas se revolvieron por un instante amenazadoras, lanzando por doquiera fuego devorador. Y aquéllas sombras vanas de la mente universal, aterrorizadas se perdieron entre el espantoso abismo de MAYA. En ausencia del cuerpo, de los afectos y de la mente, venimos a experimentar en forma directa eso que es la Verdad.
Aquellas pobres sombras (EGOS), del SAMSARA o tierra de las amarguras, ciertamente son un compuesto doloroso de pensamiento, sentimiento y deseo que al concentrarse en tal o cual dirección se convierte de hecho en algo parecido a voluntad.
Qué distintos resultan los seres inefables, ellos son fuertes vivientes, criaturas solares, llamas ardientes. En los señores de la llama no existe esa tristeza profunda del alma, esos ojos con aspecto de hojas llenas de lágrimas. Los fuegos inteligentes de la aurora de toda creación, están saturados de felicidad. Esos seres de oro, esos inefables no son las dolorosas sombras de la mente, en ellos resplandece la sabiduría, el amor y el poder.
Estos son los AH-HI misteriosos y terriblemente divinos que moran más allá de la mente y de las sombras que lloran. En la noche cósmica profunda, antes de que el corazón del sistema solar comenzara a palpitar intensamente, la mente universal no existía, pues no había AH-HI para contenerla. Esos AH-HI, misteriosos y terriblemente divinos, constituyen el ejército de la voz, el VERBO, LA GRAN PALABRA, las huestes de seres espirituales, tan distintos, tan diferentes a las sombras de la mente que lloran.
Resulta a todas luces ostensible, palpable, claro, que estos seres dichosos, que estas llamas bienaventuradas surgen de entre el seno del ABSOLUTO en el amanecer de la vida, para dar y establecer leyes en el laboratorio viviente de la naturaleza.
Al finalizar el día, la gran edad, estos inefables dejan de existir y vienen a ser perdiéndose entre la inconcebible dicha inagotable del profundo espacio abstracto ABSOLUTO. La mente en si misma y todas sus sombras vanas e ilusorias, dejan de existir realmente cuando finaliza el día cósmico. Bien lo saben los DIOSES que entre el seno de la luz increada, la mente se disuelve como pompa de jabón. En aquello que no tiene nombre la existencia de la mente es imposible aunque sus latencias permitan adivinar una remota posibilidad para el futuro.
En el anochecer del Universo que centellea en el infinito, los ELOHIM deben romper todo grillete que en una u otra forma les ate a la existencia y liberarse radicalmente de todo eso que se llama mente, voluntad y conciencia.
Samael Aun Weor