En las vertientes tropicales de la Sierra Nevada, a orillas del “Macuriba” o “Mar Caribe”, yo hube de recapitular pacientemente los diversos procesos esotéricos Iniciáticos de la Tercera, Cuarta y Quinta Iniciaciones del Fuego.
Allí vivía austero con cierto grupo muy selecto de estudiantes Gnósticos, muy lejos de tanto sandio, panarra, pazguato, del vano intelectualismo…
Probos e irreprochables anacoretas Gnósticos, agradecidos habíanme construido con maderas de aquellos bosques, sencilla morada…
Quiero evocar ahora siquiera por un momento a todos esos esclarecidos varones, algunos de los cuales en estos instantes sobresalen como notables Misioneros Internacionales…
¡Desde esta mi antigua tierra mexicana os saludo, perínclitos señores de la Nevada Sierra Sur Americana!48…
Quiero incluir también dentro de estas mis salutaciones, a sus mujeres y sus hijos y a los hijos de sus hijos…
¡Cuán dichoso moraba en aquel nemoroso refugio del boscaje profundo, fuera del mundanal bullicio!…
Entonces retorné a los paraísos elementales de la naturaleza y los príncipes del fuego, los aires, las aguas y la perfumada tierra, me entregaron sus secretos…
Un día cualquiera, no importa cual, algunos de estos cenobitas del Gnosticismo UNIVERSAL, afanosos tocaron en la puerta de mi morada para suplicarme apagara el fuego.
El crepitar incesante el ígneo elemento, avanzaba terrible a través de la espesa umbría, incinerando todo lo que hallaba a su paso…
Espantosa cremación amenazaba a cultivos y cabañas. En vano se hicieron zanjas, cunetas, con el propósito de detener la marcha triunfal del fuego.
El Ígneo Elemento traspasaba ardiente todo foso y arrollaba, amenazando inclemente todas las inmediaciones, contornos, afueras y aledaños…
Obviamente, yo jamás he sido bombero o “traga-humos” como simpáticamente se les apoda a esos heroicos servidores públicos…
Empero, confieso francamente y sin ambages, que en esos instantes la suerte de todos estos hermanos Gnósticos estaba en mis manos. ¿Que hacer?
Yo anhelaba servirles del mejor modo posible y ésta era, fuera de toda duda, una de mis mejores oportunidades…
Infando, absurdo y hasta ingrato habría sido negar tan urgente auxilio. No sólo se paga KARMA por el mal que se hace, sino por el bien que se deja de hacer, pudiéndose hacer.
Así, pues, resolví operar mágicamente: avanzando sobre mis pies hasta la alcandora titánica, me senté muy cerca de allí y luego me concentré en el ÍNTIMO…
Orando secretamente le supliqué al mismo, invocara a “AGNI”, el ingente y preclaro Dios del Fuego…
El ÍNTIMO escuchó mi plegaria y clamó con gran voz, como cuando un león ruge, llamando a “AGNI”, y siete truenos repitieron sus voces…
Presto estuvo a mi lado el brillante Señor del Fuego, el resplandeciente Hijo de la llama; el Omnimisericordioso…
Yo le sentí en toda la presencia de mi Ser y le rogué en nombre de la “Caridad Universal” disipara aquel incendio…
Ostensiblemente, el Bendito Señor de Perfección consideró justa y perfecta mi demanda…
En forma inusitada surgió de entre el misterio azul del boscaje profundo, una suave brisa perfumada que modificó totalmente el rumbo de esas lenguas de fuego, y entonces se disipó totalmente la candelada…
Otro día, cuando platicaba ante los Cenobitas Gnósticos, en un claro muy bello de la espesura del bosque, muy cerca de las cabañas, nos vimos de pronto amenazados por torrencial aguacero…
Anhelante me concentré en el ÍNTIMO, orando intensamente y pidiéndole invocara a “PARALDA”, el Genio Elemental de los inquietos Silfos del Aire.
Olímpico acudió aquel Deva con el evidente propósito de auxiliarme; yo aproveché la magnífica oportunidad que se me ofrecía y le rogué alejara de aquellos contornos las tormentosas nubes…
Incuestionablemente, estas últimas se abrieron sobre nuestras cabezas en forma de círculo, y luego se marcharon ante los asombrados místicos de aquel rincón del amor…
Por esos tiempos, los hermanos Gnósticos viajaban semanalmente hasta las playas arenosas del borrascoso ponto…
LITELANTES les encomendaba a aquellos penitentes sinceros, nos trajesen peces y hasta legumbres y frutas, que en la Nevada Sierra no era posible cultivar debido al hambre feroz de las implacables hormigas…
Estas involucionantes criaturas devoraban insaciables, flores, frutas y verduras y ciertamente nada podía detenerlas. Así es la vorágine de la selva; esto lo saben muy bien los Divinos y los Humanos. Las rondas nocturnas de las “Tambochas” u hormigas, son ciertamente espantosas.
Las sierpes venenosas, tales como la temible “Talla X” y esotras reconocidas desde los antiguos tiempos con los clásicos nombres de “Cascabel”, “Coral” y “Mapaná”, medraban espantosas por doquiera, aquí, allá y acullá…
Aún recuerdo a un viejo curandero de la montaña, llamado Juan; ese varón moraba con su esposa en lo más profundo del bosque…
Cual buen Samaritano del Antiguo Testamento, aquel hombre con sus preciosos bálsamos sanaba a los humildes montañeros mordidos por las víboras…
Desafortunadamente, aquel señor odiaba a las culebras, e implacable y vengativo las mataba sin consideración alguna…
–Amigo Juan, –le dije un día–: Usted está en guerra contra las víboras y éstas se preparan para defenderse. Vamos a ver quien gana la batalla…
–”Yo odio a las culebras”…
–Mejor sería que usted las amara; recuerde que las serpientes son clarividentes; en el aura astral de esas criaturas resplandece el Zodíaco maravilloso y saben, por experiencia directa, quien las ama de verdad y quien las aborrece…
–”Yo no puedo amarlas”…”Siento que se me descompone el cuerpo cuando las veo…”, “Culebra que se me atraviese en mi camino la mato”…
–¡Oh, buen anciano! Doce serpientes os han mordido y cuando la decimotercera os hiera, moriréis.
Un poco más tarde, cerca a su cabaña solitaria, el viejo fue mordido por una temible culebra que, enroscada tres veces y media, escondida le aguardaba…
Se cumplió mi profecía; el viejo curandero falleció con el Arcano Trece de la Kábala; ninguno de sus amigos pudo encontrar a la venenosa sierpe…
El anciano médico portaba siempre entre su morral algunas plantas maravillosas; recordemos a las cinco capitanas:
- Capitana Solabasta.
- Capitana Generala.
- Capitana Silbadora.
- Capitana Pujadora.
- Capitana Lengua de Venado.
Milagrosos vegetales no clasificados por la botánica y sólo conocidos en la Nevada Sierra, cerca de las tormentosas aguas del “Macuriba”. Extraordinarias plantas mediante las cuales el viejo curandero del bosque solitario, sanaba a las víctimas de las serpientes.
No hay duda de que el viejo las usaba terapéuticamente en forma muy sabia, recetándolas, ya en forma oral, como te o tisanas, o en forma externa, haciendo lavar la herida o heridas con el cocimiento de tales vegetales.
Los eremitas Gnósticos de la Nevada Sierra, jamás mataban a las peligrosas víboras; ellos aprendieron a amarlas sinceramente…
Como consecuencia de este proceder, se ganaron la confianza de las temibles sierpes; ahora tales culebras venenosas se han convertido en guardianas del templo… Cuando estos anacoretas de la montaña querían alejar a las serpientes, cantaban llenos de fe los siguientes mantrams: “OSI…OSOA… OSIAS…”
“Cada vez que esos ermitaños anhelaban de verdad encantar mágicamente a las terribles culebras, silabeaban las misteriosas palabras: “OSI… OSOA… OSIAS…”
¡Jamás místico alguno de aquella montaña suprimió la vida de alguna sierpe! Esos cenobitas aprendieron a respetar toda existencia… empero hay ciertas excepciones; tal es el caso de la preciosa culebra cascabel…
CÁNCER
En nombre de la Verdad quiero dejar sentado en este libro el siguiente enunciado: ¡Ya se descubrió el remedio infalible contra el temible CÁNCER y éste se encuentra en la serpiente cascabel!
Fórmula salvadora:
Sacrifíquese el citado animal; elimínense cascabeles y cabeza. (Estas partes no son útiles).
Muélase la carne utilizable hasta reducirla a un fino polvo. Enciérrese tal sustancia entre cápsulas vacías, que bien se pueden conseguir en cualquier farmacia…
Dosis: Tomar una cápsula cada hora.
OBSERVACIÓN: Continúese el tratamiento hasta sanar radicalmente.
ADVERTENCIA: El enfermo deberá eliminar radicalmente toda medicina y limitarse exclusivamente al tratamiento con la víbora.
GAVILANES
Surgen en mi mente, en estos instantes, silvestres reminiscencias, recuerdos de montaña, evocaciones salvajes…
¡Cuánto sufrían aquellos penitentes con las crueles aves de rapiña!… Los astutos gavilanes asolaban los corrales, llevándose entre sus garras a pollos y gallinas…
Yo vi muchas veces a esos sanguinarios pajarracos sobre las ramas de los vecinos árboles posados, acechando a sus indefensas víctimas…
Tragar y ser tragado es la Ley del eterno “TROGOAUTOEGOCRÁTICO CÓSMICO COMÚN”; recíproca alimentación de todos los organismos.
Incuestionablemente, tal reciprocidad, correspondencia o mutualidad, deviene íntimamente del elemento activo omnipresente “OKIDANOKH”.
PERSECUCIONES
¡Cuán felices morábamos en nuestras cabañas del bosque solitario! Desafortunadamente vinieron nuevas persecuciones…
Profanas gentes de las vecinas aldeas, se dieron a la tarea –por cierto no muy bella– de propagar, contra nos, variadas infundías difamantes…
La comadrería de las señoras, el embuste de los caballeros, el chirimbolo, el cachivache, la chinchorrería, asumió monstruosas figuras y se desató la tempestad…
Incuestionablemente, yo me convertí en el personaje central del drama, contra el que fuera lanzado todo destello, chispazo, fusilazo…
Ese orden de cosas se fue entonces poniendo cada día de mal en peor, y al fin surgió por ahí el acusetas, el soplón, el denunciante…
Alarmada la policía me buscaba por doquiera con órdenes categóricas de aplicarme la ley de fuga…
Ciertamente no era yo para esos pobres gendarmes un simple bolinero o alborotador del pueblo al estilo de Pablo de Tarso, sino algo peor: un brujo del averno escapado de misteriosos Aquelarres, un pajarraco del mal agüero, un monstruo que era indispensable encarcelar o matar…
Una noche estrellada, hallándome en estado de éxtasis, fui visitado por un Mahatma, quien tomando la palabra dijo: “Viene en tu búsqueda mucha gente armada; tú debes irte por otro camino”.
No está de más aseverar con gran énfasis que yo siempre sé obedecer las órdenes de la Fraternidad Universal Blanca…
Aprovechando el silencio nocturnal, bajé de la montaña por un escarpado y difícil camino.
En “El Plan” –como denominan los eremitas Gnósticos a las tierras costeras–, fuera de la Sierra, fui recogido por el Venerable Maestro GARGHA KUICHINES. Él nos transportó en su carruaje hasta una hermosa ciudad.
Samael Aun Weor