María interroga a Jesús.
Aconteció cuando Jesús concluyó de decir estas palabras a sus discípulos que María veneró los pies de Jesús besándolos y dijo: “Mi Señor, suponiendo que un hermano digno y admirable a quien hayamos preparado con todos los misterios de la Luz, y éste tenga un hermano o pariente y en general cualquier hombre ya sea pecador o no lo sea y tal hombre ha desencarnado y el corazón del hermano bueno se aflige y llora por él porque está juzgado y castigado, ¿qué podemos hacer mi Señor, para sacarlos de los castigos y de los rigurosos juicios?“.
Y El Salvador contestó diciéndole a María: “Con relación a esto ya os lo he dicho en otro tiempo, sin embargo prestad atención que puedo decirlo nuevamente para que seáis perfeccionados en todos los misterios y os conozcan como: «Los perfectos en toda plenitud»:
Cómo las almas de los que han desencarnado pueden ser auxiliadas por los de la tierra.
“Así pues, todos los hombres que sean pecadores o no pecadores, no sólo sí deseáis que sean sacados de los juicios y castigos violentos, sino que sean apartados hacia un cuerpo justo que pueda encontrar los misterios de la Divinidad para que progrese y herede el Reino de la Luz, practicad entonces el tercer misterio del Inefable y decid: Llevad el alma de éste o aquel hombre del que pensemos con nuestro corazón, fuera de los castigos de los arcontes regidores y conducidlo de inmediato ante la Virgen de la Luz, y en cada mes que la Virgen lo selle con un sello más alto, y en cada mes que la Virgen de Luz lo vierta a un cuerpo justo y digno para que progrese en las alturas y herede el Reino de la Luz“.
“Y si vosotros decís esto, amén os digo: Todo el que sirve en las órdenes de los juicios de los arcontes o regidores, acelera la entrega de esa alma de uno a otro hasta que la conducen ante la Virgen de Luz. Y la Virgen de Luz lo sella con el signo del Reino del Inefable y lo entrega a sus receptores para que lo viertan en un cuerpo justo a fin de que encuentre los misterios de la Luz para que sea digno y prosiga hacia la altura y herede el Reino de la Luz. He aquí lo que me habéis preguntado“.
Jeshua Ben Pandirá