En el año de 1950 fue juzgada la gran ramera, la humanidad terrestre, por aquellos días todo era alegría y felicidad, la vida de los negocios se presentaba próspera, los grandes acontecimientos de carácter social causaban embeleso en todas las clases sociales, los eruditos fascinaban al mundo con sus axiomas, los especialistas y estadistas fijando nuevos principios en su empeño de dirigir a la naturaleza, se decía que la tala de árboles traería como consecuencia grandes sequías, que las lluvias desaparecerían si continuaba la tala de bosques y vemos la respuesta de la naturaleza años más tarde, las lluvias son tan abundantes que se desbordan los ríos e inundan los valles por la abundancia de agua en todo el continente. Estamos en Acuario y Acuario trae abundante agua, eso es todo.
Públicamente soportamos la carcajada estruendosa de Aristófanes cuando informamos por medio de obras la suerte de nuestra familia humana, con la divulgación del Arcano A.Z.F. se unió a la burla la recriminación altanera porque difundir esos métodos era acabar con el mundo, nuestros críticos acudían a la sentencia bíblica: “Creceos y multiplicaos”, en su afán de menoscabo a la enseñanza, mis amigos personales me aseguraban que se acabaría el mundo si divulgábamos la sabiduría de la castidad científica, se aturdían a nuestros seguidores asegurándoles que la tal castidad acabaría con el mundo. Hoy me he acercado a muchos de esos amigos personales que en tono airoso me laceraban por difundir esa enseñanza, para pedirles que se dirijan a las grandes rotativas del mundo, a la prensa universal, para que no hablen más de las pastillas con las cuales se puede controlar la natalidad y acabar con el mundo, y, veo que eso ya no les interesa, ahora no dicen nada porque es la ciencia de los hombres la que estima que hay que controlar la reproducción de la especie humana, nosotros sabemos aprovechar las fallas humanas por ello hoy podemos hablar públicamente sobre la castidad científica que de hecho incluye el control de la concepción que es algo muy diferente al control de la natalidad, la cual excluye al hombre de todo peligro.
Hace algún tiempo hablando desde “Radio Frontera” de Venezuela, sobre el problema de la guerra atómica, que por ahora es el problema del día, me preguntaba uno de los cronistas allí presentes: que siendo tan destructora la mortífera bomba atómica, ¿serían lanzadas sobre las grandes ciudades? y le respondía a aquella pregunta ingenuas: “Quieren exterminar a los que van a nacer con las pastillas anticonceptivas y ¿no se van a dar el placer de exterminar a los nacidos, que estiman se hicieron odiosos?. Mis amigos los que sobrevivan a la catástrofe si sabrán qué clase de gentes somos los habitantes de este planeta”.
Estamos ya en los días del fin de que nos habla el profeta Juan en el Apocalipsis, la destrucción no podrá ser total porque la especie humana es un órgano de la naturaleza y la extinción de ella sería la extinción del planeta. La humanidad ya fue castigada con agua y ahora será castigada con fuego. Armas similares tienen los bandos contrincantes. Con la llegada del hombre sobre el planeta Luna se dará una gran señal, la cual entenderán todos los preparados. Nosotros estamos sembrando ahora la semilla que dará fruto después de la gran catástrofe, cuando el hombre desorientado y aturdido, desilusionado de todo y de todos se vea obligado a buscar internamente lo que no encontró fuera de sí. Sepan los castos y puros de corazón que las cenizas atómicas no entrarán en los templos vivientes, señalados con la sangre del Cordero. Nuevamente se repetirá el caso de Pueblo Elegido el pueblo casto y santo que dirigió Moisés cuando sólo fueron atacados los hijos de Egipto por fuerzas destructivas que venían del cielo. Nuestra simiente no sólo nos perpetúa en la especie, sino que nos hace indestructibles ante las potencias del mal.
Cuando el Cristo vino a nosotros, la mujer era botín de guerra y se la vendía en el mercado como fruto de placer. Cristo sacó a la mujer de aquel destino impuesto por los hombres, con los siglos el hombre perdió la sabiduría de la castidad, y el resultado lo vemos por todas partes, por doquier nacen despropósitos, muchas madres aventajan a los animales teniendo cinco, seis, siete y más hijos al tiempo hasta el extremo que hoy el hombre le teme a su propia producción y trata de destruirla. Los estadistas y economistas del mundo al igual que los gobiernos tienen el temor de que se les acabe la poca comodidad lograda por la ciencia contemporánea y nos hacen creer que dentro de algunos años la protuberante natalidad valiéndose de la mujer actual nos complicará nuestro sistema de vida y Hoy la ciencia sin religión dio vida a una pastilla que controla la natalidad valiéndose de la mujer y en este trato el hombre sólo hace de enfermero y consejero, con todo ello a vuelto la mujer a ser sitio de placer. Ayer se le dio trato de esclava y botín de guerra, hoy con las pastillas se le da garantía para que comercie con su cuerpo sin temor y se le da libertad para que destruya a su propia progenie. El hombre está haciendo consigo lo que no ha sido capaz de hacer con las plantas ni con los animales. ¿Por qué no imitar las mejoras logradas con las simientes de plantas y animales? Nosotros no nos mancomunamos con la maldad del mundo y pregonamos a todos los vientos que hay una ciencia del cielo por medio de la cual la pareja que se une en matrimonio tiene en sus manos el control de la concepción, sin apelar a drogas malditas que envilecen y laceran a nuestra mujer. La mujer que fue creada como la eterna compañera del hombre. ¡La Madre de Dios!, Hoy quiere ser envilecida por la ciencia de los hombres. Todos los religiosos del mundo tenemos que unirnos para defenderla, esa será la primera batalla que tenemos que librar contra los jinetes del Apocalipsis.
Existen leyes divinas que el hombre común y corriente desconoce, predicar esa ley es romper con el orden social y económico actual. Se requiere la educación intelectual que nos proporcione mejor sostenimiento y mantenimiento pero ya se hizo indispensable la sabiduría interna, la que cultiva y transforma ambas personalidades, la que cultiva los poderes del Maestro interno y los poderes de la personalidad. Tenemos que hacer sangre, carne y hueso la doctrina del Redentor si queremos ser útiles a nuestros semejantes. Hay que revolucionar la conciencia dormida de los hombres. Tres son los factores de la revolución de la conciencia: Tenemos que saber morir de instante en instante, esto es guerra al yo psicológico, a nuestras legiones satánicas para lograr la individualidad, hay que acabar con todo defecto o alimento de Satán. Hay que saber nacer de instante en instante, para ello nos valemos de nuestra propia simiente, esa energía genética debemos transmutarla en luz y fuego, con ella vamos cambiando nuestros vagos cuerpos lunares en fuertes cuerpos solares. Tenemos que sacrificarnos por la humanidad, por nuestros semejantes, por la pobre huérfana, como la señalan los que no han podido servirla. El hombre que no pierde jamás su simiente aprende a salir y a entrar a voluntad, en su cuerpo convertido en templo viviente, puede recorrer todos los espacios siderales y darse cuenta que podrán nacer por millones los hijos de los hombres y jamás alcanzarían a llenar nuestro Universo infinito.
El hombre ya conoció su vida pluralizada, con ella ha formado su laberinto, con la sabiduría de la castidad, le enseñaremos a prender su lámpara votiva, el lábaro del templo que se alimenta con su propio aceite o sea su propia simiente, así al tiempo que vamos saliendo de nuestro propio laberinto, vamos formando individualidad, ya no somos legión gobernados por demonios, así seremos hombres de fiar. Para ello se requiere el estudio ordenado y metódico de esta ciencia la cual va presentando el Avatar de Acuario en estos Mensajes de Navidad, ya conocimos la mística vocacional, mucho de religión y ahora nos toca conocer la ciencia de esta grandiosa sabiduría divina, que nos permite ser juzgados y salir airosos como dioses del futuro.
Que la paz más profunda reine en tu corazón para que participes de la luz.
Gargha Kuichines
Sumum Supremum Santuarium,
Diciembre de 1967