Cada uno de Nos bien sabía que la disolución del EGO corresponde al trabajo esotérico en los abismos siniestros del Aqueronte.
Es ostensible que nosotros los hermanos de la Orden Secreta, estábamos bien muertos, empero queríamos ingresar a un trabajo superior.
Todos sufríamos llenos de íntimos anhelos, queríamos reducir a polvareda cósmica a esas tres Furias clásicas que el Dante viera en los abismos infernales.
Se nos dijo en el templo que debíamos aguardar con infinita paciencia al Abad del Monasterio, mas es obvio que las horas se nos hacían largas y aburridoras… el Venerable no parecía ciertamente tener prisa alguna.
Resultaba algo insólito e inusitado ver a esos Adeptos de la L.B., bastante cansados, fastidiados y malhumorados.
Algunos hermanos muy respetables se movían por doquiera, aquí, allá y acullá protestando por la singular demora del Superior.
Hay casos que sorprenden en la vida y uno de ellos fue la sorpresiva entrada del Abad en el templo. Todos los hermanos de nuestra orden quedaron atónitos, estupefactos, pues ya habían perdido la esperanza de ver al Maestro.
Frente a la sacra cofradía habló el Venerable diciendo: “A ustedes, hermanos, les hacen falta dos virtudes que este hermano tiene”. Esto dijo señalándome con el dedo índice…
Después de forma dulce e imperativa a la vez, díjome: “¡Dígales usted hermano, cuáles son esas dos virtudes!”:
“Hay que saber ser pacientes, hay que saber ser serenos”. Así hablé con voz pausada y clara…
“¿Ya ven? ¿Se convencieron?”, exclamó el Abad. Todos espantados y maravillados a la vez, optaron por guardar un tremendo silencio…
Es indubitable que todos los hermanos hubieron de ser aplazados para el trabajo superior pues sólo mi insignificante persona salió victoriosa en la difícil prueba.
Mucho más tarde en el tiempo, hube de comparecer ante la hermandad de otro monasterio de la L.B., para recibir ciertas instrucciones y firmar algunos documentos importantes. Iba a trabajar intensivamente en los infiernos atómicos lunares desintegrando a las tres Hijas de Mara y es ostensible que por tal motivo, debía ser primero instruido y amonestado.
No está de más enfatizar el hecho trascendental de un trabajo concluido en el reino mineral sumergido del planeta Tierra; pues es obvio que en el Tártarus había reducido a polvareda cósmica al EGO animal.
Empero, es incuestionable que el trabajo superior en los abismos lunares, eliminando a los tres traidores de HIRAM-OSIRIS, habría de ser indudablemente mucho más difícil.
Se me previno y aconsejó con las siguientes palabras: “Debes cuidarte muy bien del frío lunar -como diciéndome no abandones la magia sexual-. Tenéis el Yo bien muerto, mas si cometieses el error de caer nuevamente en la generación animal, entonces el EGO resucitaría poco a poco”.
En estado de NIRVIKALPA SAMADHI fui llevado por mi Divino AUGOEIDES al Mundo Lunar; entonces se me aconsejó sabiamente.
Mi alma se conmovió en sus profundidades más íntimas al encontrar allí al anciano del templo de los dos veces nacidos; nuestro querido rector. El viejo sagrado parece tener todas las características psicológicas del limón mas es ostensible que irradia infinito amor…
Comprendí que para tener derecho al ascenso al cielo lunar, debía primero bajar a los infiernos selenitas y enfrentarme valerosamente a las tres furias.
“Ven medusa y te convertiremos en piedra -gritan las perversas- hicimos mal en no vengarnos de la audaz entrada de Teseo”.
Cuando quise subir por la simbólica escala de Jacob, el viejo Sagrado del templo, arrancó del árbol del conocimiento una rama deliciosa y me la hizo oler; aquella fragancia era Nirvánica, paradisíaca. “Huele siempre esta rama para que puedas subir”. Tales fueron las palabras del Adepto.
Debemos nutrirnos con la fragancia deliciosa del árbol de la ciencia del bien y del mal, mas no comerlo… esa es la Ley.
En los abismos de Selene empecé mi trabajo con Judas, el demonio del deseo, el KAMARUPA Teosófico; es lamentable que muchas gentes ignorantes confundan a este primer traidor con el cuerpo sideral o astral que los dos veces nacidos fabricaron en la FRAGUA ENCENDIDA DE VULCANO.
La Diosa de Cabeza de Escorpión -el tercer aspecto cósmico de mi Divina Madre Kundalini-, caminando dentro del monstruo pasionario disfrazada de misterioso alacrán, hizo llover sobre él su copa de destrucción.
He aquí que los Dioses que me ayudaron desgarraron el pecho de la primera Furia sin misericordia alguna. La Diosa de cabeza de León, espantosamente Divina, inmovilizó sus miembros y le quitó toda la fuerza bestial que poseía.
Huelga decir con pleno acierto y gran énfasis que enhorabuena y gracias al auxilio directo de mi Divina Madre Kundalini, quedó reducido a cenizas el horripilante demonio del deseo, el malvado Judas.
Un poco más tarde hube de continuar mi trabajo con el inquieto demonio de la mente que tanta amargura nos trae, el abominable Pilatos de todos los tiempos.
Esa vil Furia clásica obviamente ha originado ciertas confusiones en el intelecto de notables investigadores ocultistas…
Es ostensible que algunos autores muy serios confundieron al Pilatos interior de cada cual, con el auténtico y legítimo cuerpo mental que los dos veces nacidos fabricaron pacientemente en la “FORJA DE LOS CÍCLOPES”.
“¡Atrás, Oh demonio mental, tú, hacia quien Osiris (el ser íntimo de cada ser humano), siente horror! Aléjate de mi barca empujada por vientos propicios”.
Y clamé con gran voz como cuando un león ruge, llamando con todas las fuerzas de mi alma a mi Divina Madre Kundalini, y siete truenos repitieron mis voces…
“Los Dioses de la vasta tierra están atraillados. ¡Vete asqueante Pilatos, el Dios, Señor de la región de los muertos, te detesta!”.
Esta Furia siniestra en su ocaso aterrador, llegó a tomar la presencia de un niño…
Vana sombra reduciendo lentamente su figura, monstruo que se embellece, pierde su tamaño original, se reduce a un punto y desaparece para siempre.
Aniquilación… palabra terrible… ese fue el final del Pilatos fatal que me atormentaba…
Después proseguí mi trabajo atacando a Caifás, el tercer traidor, la más detestable de todas las Furias.
Yo vi subir al demonio de la mala voluntad por la escalinata de mi morada, tenía un aspecto Cesáreo.
Desafortunadamente el desdichado no tenía la culpa, yo mismo lo había creado y para colmo hasta cometí el error de fortificarlo con átomos tiránicos cuando en Roma me llamé: JULIO CESAR.
Épocas gloriosas del águila Romana: En esa edad establecí el escenario para las gentes de la cuarta subraza Aria y fui asesinado por el malvado Bruto y sus secuaces…
¡Qué meditaciones tan profundas… Dios mío!…
¡Ah! -me dije a mí mismo- debo eliminar de mi naturaleza íntima a este rebelde perverso que jamás ha querido obedecer al Padre…
“Los dioses me concedan tu trono!, ¡Oh RA!, así como tu cuerpo glorioso”.
“Tu ruta yo la recorro; y al alba rechazo al demonio de la mala voluntad que llega disimulado detrás de una cortina de llamas pasionarias, y en el estrecho y largo corredor de las pruebas esotéricas, me ataca de improviso”.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¿Qué habría sido de mí sin el auxilio cósmico de mi Divina Madre Kundalini?
Venus, Adonía, Insoberta, Rea, Isis, empuñando con su diestra la lanza de Eros combatió contra la horrible bestia…
Ni la amazona Camila, con la cabellera suelta al viento y rubia como el oro, avanzando semejante a Diana al encuentro de sus enemigos, hubiera jamás podido competir con mi Madre en hermosura…
Murió ciertamente la tercera Furia después de recibir varias lanzadas en el cuerpo…, ninguna igualaba su horrible apariencia; ninguna tenía en su cabellera tantas serpientes; sus mismas hermanas le temían, llevaba la desdichada en sus manos todos los venenos Gorgóneos del Infierno.
Pude verificar con entera claridad que asombra, todo el proceso de muerte en las tres Furias…
Es incuestionable que pasaron por todas las transformaciones mágicas cantadas por Ovidio.
Si en principio fueron gigantescas y horribles como el monstruo Polifemo de la tierra maldita que devorara implacable a los compañeros de Ulises, después, momentos antes de llegar la Parca soberana, tenían ya el aspecto de niños recién nacidos…
Aquellas sombras, han muerto destilando en mis adentros la fragancia de la vida, cierto porcentaje de conciencia mía que entre ellas estaba embotellada…
Samael Aun Weor