El Budha Jesús, después de haber levantado sus cinco serpientes. caídas, resplandecía lleno de gloria, ya no le hacía falta sino la coronación. La corona de Jesús tiene una historia más antigua que el mundo; con verdad dijo:
“Antes que Abraham fuese, Yo Soy”.
El Apocalipsis dice:
“Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”. La corona de la vida es el Ser de
nuestro Ser, es el auténtico y legítimo Yo Soy. Es necesario que muera el yo para que nazca el Ser en nosotros, más tarde el ser recibe la corona de la vida que es el resplandeciente y divino Yo Soy. El Yo Soy es tan distinto al yo
como el día a la noche, como el invierno al verano, como Dios y el demonio. Aquellos que hablan de un yo inferior y otro superior, lo que están es buscando escapatorias para eludir el proceso del yo. Nosotros, los gnósticos, no buscamos escapatorias porque sabemos que el yo es la larva horrible del umbral y queremos acabar con esa larva para Ser; sólo así podemos recibir la corona de la vida, encarnando en nosotros al resplandeciente Yo Soy.
En Egipto, el maestro aprendió a salir en cuerpo astral vocalizando el mantram FARAON. El maestro salía a voluntad en cuerpo astral así: se acostaba en su lecho exactamente en la misma forma con que los aztecas representaban el Chac Mool, dios de la lluvia; apoyaba su cabeza sobre una almohada y se adormecía vocalizando el mantram FARAON mentalmente. Al vocalizar este mantram se reparte en tres sílabas: la primera es el FA que resuena en toda la naturaleza, la segunda es el RA egipcio y la tercera es el ON, que nos recuerda al famoso OM de los indostanes. Es importante alargar el sonido de cada una de las letras que forman el mantram FARAON.
El cuerpo físico se duerme y el alma se va hacia los planos internos con la conciencia despierta, así viajamos en cuerpo astral a voluntad. El faraón de Egipto entregó a Jesús una condecoración sagrada esotérica que fue puesta sobre su corazón, consistía en unas pequeñas alas que simbolizan a las alas ígneas.
Por aquellos tiempos había en Egipto un iniciado que estaba extraviándose, intentó extraviar a Jesús pero fracasó en su empeño; Jesús amonestó a ese hombre pero fue inútil, ya andaba muy mal.
Esta es la sabiduría oculta que nosotros los gnósticos estamos difundiendo para iniciar la Era de Acuario; somos, pues, los iniciadores de esta nueva era. “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria. La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció, porque si la hubieran conocido nunca hubieran crucificado al Señor de Gloria. Empero Dios nos lo reveló a nosotros (los gnósticos) por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (Cor.II, 6, 7, 8 y 10)
Todas las religiones y escuelas de este siglo adoran y explotan a la persona humana de Jesús pero rechazan la doctrina secreta del Yo Soy, nadie quiere buscar internamente a su resplandeciente y luminoso Yo Soy. Esa fue la doctrina que Él nos enseñó pero las gentes rechazan estas enseñanzas porque:
“El hombre animal no percibe las cosas del espíritu de Dios porque le son locura; y no las puede entender porque se han de examinar espiritualmente”. (Cor. 11, 14)
“Empero hablamos sabiduría entre perfectos, y sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo que se deshacen.” (Cor. II, 6).
Pasadas estas cosas, el Maestro Jesús montó en su camello y se alejó de las pirámides; luego estuvo en la tierra sagrada del Indostán, en el Tíbet oriental, y entró a las escuelas de misterios.
El Maestro hizo grandes profecías en la India y en el Tíbet. En las nevadas cumbres tibetanas el Maestro entró en un gran templo de misterios donde hubieron grandes reuniones de maestros. Después de esta visita regresó a Tierra Santa; por aquel tiempo Herodes ya había muerto.
Jesús es un verdadero hierofante de los grandes misterios.
Samael Aun Weor